1968 08 23b 0026

[26.–] Hemos tenido que decir una buena palabra, aunque grave, en defensa de la honestidad del amor y de la dignidad de la familia con Nuestra reciente Encíclica. La gran mayoría de la Iglesia la ha recibido favorablemente con obediencia confiada, aun comprendiendo que la norma por Nos reafirmada comporta un fuerte sentido moral y un valiente espíritu de sacrificio. Dios bendecirá esta digna actitud cristiana. Ésta no constituye una ciega carrera hacia la superpoblación; ni disminuye la responsabilidad ni la libertad de los cónyuges a quienes no prohibe una honesta y razonable limitación de la natalidad; ni impide las terapéuticas legítimas ni el progreso de las investigaciones científicas. Esa actitud es una educación ética y espiritual, coherente y profunda; excluye el uso de aquellos medios que profanan las relaciones conyugales y que intentan resolver los grandes problemas de la población con expedientes excesivamente fáciles; esa actitud es, en el fondo, una apología de la vida que es don de Dios, gloria de la familia, fuerza del pueblo.

1968 08 23b 0027

[27.–] Os exhortamos, Hermanos, a comprender bien la importancia de la difícil y delicada posición que, en homenaje a la ley de Dios, hemos creído un deber reafirmar; y os rogamos que queráis emplear toda posible solicitud pastoral y social a fin de que esa posición sea mantenida, como corresponde a las personas guiadas por un verdadero sentido humano, y ojalá que también la vívida discusión que Nuestra Encíclica ha despertado conduzca a un mejor conocimiento de la voluntad de Dios, a un proceder sin reservas y que Nuestro servicio a las almas en estas grandes dificultades pastorales y humanas lo realicemos con corazón de Buen Pastor.

[AAS 60 (1968), 649]