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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[0848] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA VERDAD, EL BIEN Y LA LIBERTAD DE LA FIDELIDAD CONYUGAL

De la Homilía durante la Misa para los laicos comprometidos en las tareas pastorales de la diócesis de Roma, 25 noviembre 1979

1979 11 25 0006

6. Cristo subió a la Cruz como Rey singular: como el eterno testigo de la verdad. “Para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37). Este testimonio es la medida de nuestras obras. La medida de la vida. La verdad por la que Cristo ha dado la vida –y que ha confirmado con la resurrección– es la fuente fundamental de la dignidad del hombre. El reino de Cristo se manifiesta, como enseña el Concilio, en la “realeza” del hombre. Es necesario que, bajo esta luz, sepamos participar en todas las esferas de la vida contemporánea y formarla. Pues no faltan en nuestros tiempos propuestas dirigidas al hombre, no faltan programas que se invocan para su bien. ¡Sepamos releerlas en la dimensión de la verdad plena sobre el hombre, de la verdad confirmada con las palabras y la cruz de Cristo! ¡Sepamos discernir bien lo que declaran!, ¿se expresa a la medida de la verdadera dignidad del hombre? La libertad que proclaman ¿sirve a la realeza de ser creado a imagen de Dios, o por el contrario apareja su privación o constricción? Por ejemplo, ¿sirve a la verdadera libertad del hombre o expresan su dignidad la infidelidad conyugal aun sancionada por el divorcio, o la falta de responsabilidad para con la vida concebida aunque la técnica moderna enseñe cómo desembarazarse de ella? Ciertamente, todo el permisivismo moral no se basa en la dignidad del hombre, ni educa al hombre en ella.

¿Cómo no recordar aquí el diagnóstico que ha hecho el Señor Cardenal Vicario sobre el contexto socio-religioso de nuestra Ciudad, en vuestra asamblea del 10 de noviembre pasado? Él ha indicado los principales “sufrimientos” que angustian a la ciudad de Roma: la inseguridad social de la familia con relación a la casa, al trabajo, a la educación de los hijos; el extravío espiritual y social de los inmigrados de las zonas rurales; la incomunicabilidad entre las familias que viven en los grandes condominios populares, sin conocerse y sin valor para solidarizarse; la delincuencia organizada, particularmente al servicio de la droga; la violencia insensata e inmotivada y el terrorismo político, a los que se unen las múltiples manifestaciones de inmoralidad y de irreligiosidad en la vida personal y social.

Se individuaban las causas de estos males; entre otras, la pérdida de interés por los problemas de la educación y de la escuela, dejada cada vez más en poder de fuerzas minoritarias pero fuertemente perturbadoras; y la disgregación de la familia, sujeta a la acción corrosiva de múltiples factores ambientales y de las costumbres. Sin embargo la raíz más profunda de todo ello se encuentra, como ha dicho el Señor Cardenal, “en el constante desprecio de la persona humana, de su dignidad, de sus derechos y deberes” y del sentido religioso y moral de la vida. El Cardenal Vicario ha solicitado también de vosotros una animosa asunción de responsabilidad, proponiéndoos algunas “perspectivas concretas de compromiso” y exactamente: la construcción de una verdadera comunidad cristiana, capaz de anunciar el Evangelio de forma creíble; el compromiso cultural de investigación y de discernimiento crítico, en constante fidelidad al Magisterio, en orden a un correcto diálogo entre la Iglesia y el mundo; el empeño por contribuir al incremento del sentido de responsabilidad social, estimulando en el clero y en los fieles la solidaridad por el bien común tanto de la comunidad eclesial como de la civil; el empeño, en fin, en la pastoral vocacional, hoy particularmente urgente, y en la comunicación social.

[Enseñanzas 4a, 427-429]