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[0855] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL DON DEL DIVINO REDENTOR: UN MUNDO MEJOR Y MÁS JUSTO

Del Mensaje Con queste parole, a Roma y al mundo con ocasión de la Navidad, 25 diciembre 1979

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El nacimiento de Jesús, Hijo de Dios

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1. “Puer natus est nobis, Filius datus est nobis” (Is 9, 6)

Con estas palabras deseo saludar hoy, en este día tan solemne, a la Iglesia y a la familia humana.

Sí, nos encontramos en el día de la Navidad. Nace el Niño. Nace el Hijo. Nace de la Madre. Durante nueve meses, como todo neonato, estuvo unido a su seno. Nace de la Madre en el tiempo y según las leyes del tiempo humano del nacimiento. Nacido eternamente del Padre. Es Hijo de Dios. Es el Verbo.

Trae consigo al mundo todo el amor del Padre al hombre.

Es revelación de la divina “filantropía”. En Él, el Padre se da a Sí mismo a todo hombre, en Él se confirma la herencia eterna del hombre en Dios. En Él se revela, hasta el fin, el futuro del hombre. Él habla del significado y del sentido de la vida humana, independientemente del sufrimiento o del handicap que podrían gravar sobre esta vida, en sus dimensiones terrenas.

Todo esto lo anunciará Él con su Evangelio. Y al final con su cruz y su resurrección.

Todo esto lo anuncia ya ahora con su nacimiento.

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Grandeza y dignidad de cada uno de los niños

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p class=texto>2. “Puer natus est nobis, Filius datus est nobis”

Hoy nuestros corazones, recogidos cerca de Él, junto al Recién Nacido en Belén, se concentran, al mismo tiempo, sobre cada niño, sobre cada muchacho, sobre cada nuevo hombre, nacido de padres humanos. Sobre aquél que debe nacer y sobre aquél que ya ha nacido: sobre el niño de pecho, primero; luego, sobre el pequeño que empieza a dar los primeros pasos, a sonreír, a hablar, a comprender. Y también sobre aquél que se prepara para ir a la escuela, así como sobre aquél que en la escuela se forma para la vida.

Navidad es la fiesta de todos los niños del mundo; de todos, sin diferencia de raza, de nacionalidad, de lengua, de origen. Cristo nació en Belén para todos ellos. A todos ellos representa. De todos y, al mismo tiempo, de cada uno nos habla el primer día de su venida a esta tierra: el primer mensaje del Niño de una pobre Mujer; de la Madre que después del nacimiento “lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre por no haber sitio para ellos en el mesón” (Lc 2, 7).

Es necesario que este mensaje del Niño, el mensaje del Recién Nacido, resuene con una claridad especial al final de este año, que, por iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas, toda la familia humana celebra como el Año del Niño.

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Respeto ante el misterio de la vida

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3. Aquel Niño nacido en Belén habla, pues, al final de este año y en el umbral del nuevo año de los derechos de cada niño, habla de su dignidad, de su significado en nuestra vida: en la vida de cada familia y nación, en la vida de toda la humanidad.

El niño es siempre una nueva revelación de la vida que es dada al hombre por el Creador. Es una nueva confirmación de la imagen y de la semejanza de Dios, impresas desde el principio en el hombre.

El niño es también una gran y continua verificación de nuestra fidelidad a nosotros mismos. De nuestra fidelidad al hombre, a la humanidad. Es una verificación del respeto ante el misterio de la vida, en el que, desde el primer momento de la concepción, el Creador marca la impronta de su imagen y de su semejanza.

La dignidad del niño exige, por parte de los padres y de la sociedad, una profunda sensibilidad de conciencia. Ya que el niño es el punto neurálgico en cuyo derredor se forma o se quiebra la moral de las familias y, a continuación, la moral de las naciones y de la sociedad. La dignidad del niño exige la máxima responsabilidad de los padres y también la máxima responsabilidad social en cada sector.

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Los niños, primavera y esperanza de la historia

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4. Hace algunos meses, he tenido el honor de hablar ante la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York. Me permito repetir ahora las palabras que pronuncié en aquel discurso:

“Deseo... en presencia de los Representantes de tantas naciones del globo aquí reunidos, expresar el gozo que para cada uno de nosotros constituyen los niños, primavera de la vida, anticipo de la historia futura de cada una de las patrias terrestres actuales. Ningún país del mundo, ningún sistema político, puede pensar en el propio futuro de modo diverso si no es a través de la imagen de estas nuevas generaciones, que tomarán de sus padres el múltiple patrimonio de los valores, de los deberes, de las aspiraciones de la nación a la que pertenecen, junto con el de toda la familia humana. La solicitud por el niño, incluso antes de su nacimiento, desde el primer momento de su concepción y, a continuación, en los años de la infancia y de la juventud, es la verificación primera y fundamental de la relación del hombre con el hombre.

“Y por esto, ¿qué más se podría desear a cada nación y a toda la humanidad, a todos los niños del mundo, sino un futuro mejor, en el que el respeto de los derechos del hombre llegue a ser una realidad plena en las dimensiones del dos mil que se acerca?

“Pero en esta perspectiva debemos preguntarnos si continuará acumulándose sobre la cabeza de esta nueva generación de niños la amenaza de un exterminio común, cuyos medios se encuentran en las manos de los Estados contemporáneos, y especialmente de las mayores potencias de la tierra. ¿Acaso deberán heredar de nosotros, como un patrimonio indispensable, la carrera de armamentos?” (n. 21-22).

[Enseñanzas 4b, 1134-1136]

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra