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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[0976] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL MENSAJE DEL PAPA JUAN SOBRE LA FAMILIA

De la Homilía en la Misa en el Centenario del nacimiento de Juan XXIII, en Sotto il Monte, Bérgamo (Italia), 26 abril 1981

1981 04 26b 0005

5. ¡El Papa Juan fue realmente un hombre enviado por Dios! Inmensamente rica y valiosa es la herencia que él nos ha dejado. Pero en esta su tierra natal, donde en la familia tuvo los primeros gérmenes de la fe, que luego se desarrolló de una manera tan sorprendente y fecunda, yo deseo recordar y acoger de manera particular cuanto él nos dice con respecto a la familia.

Él ya había puesto en guardia sobre los peligros que se ciernen sobre ella: “Este santuario –decía con el llanto en el corazón– está amenazado por muchas insidias. Una propaganda a veces incontrolada se sirve de los poderosos medios de la prensa, del espectáculo y de la diversión, para difundir, sobre todo en la juventud, los gérmenes nefastos de la corrupción. Es necesario que la familia se defienda... aprovechando también, cuando es necesario la tutela de la ley civil” (Discorsi..., v. I, p. 172, 1 de marzo de 1959). Por tanto, su enseñanza permanece válida y perenne, porque es la voz de la verdad y es lo que en lo íntimo desea y espera el ánimo de cada persona. Me gusta sintetizar esa enseñanza en los cinco “puntos firmes” siguientes.

– Ante todo, la sacralidad de la familia y, por tanto, también del amor y de la sexualidad: “La familia es don de Dios –decía–, ella implica una vocación que viene de lo alto, que no se im- provisa” (Discorsi..., v. III, p. 67). “En la familia se da la más ad- mirable y estrecha cooperación del hombre con Dios: las dos personas humanas, creadas a imagen y semejanza divina, están llamadas no sólo a la gran tarea de continuar y prolongar la obra creadora, dando la vida física a nuevos seres, a los que el Espíri- tu vivificador infunde el poderoso principio de la vida inmortal, sino también a la tarea más noble, y que perfecciona la prime- ra, de la educación civil y cristiana de los hijos” (ibid. v. II, p. 519). Debido a esta característica esencial, Jesús quiso que el matrimonio fuera un “sacramento”.

– La moralidad de la familia. “No nos dejemos engañar, ce- gar, ilusionar –amonestaba con cristiana y paternal sabiduría–: la cruz es siempre la única esperanza de salvación; la Ley de Dios está siempre ahí, con sus diez mandamientos, recordando al mundo que sólo en ella está la tutela de las conciencias y de las familias, que sólo en su observancia está el secreto de la paz y de la tranquilidad de conciencia. Quien se olvida de ello, aunque parezca huir de todo compromiso de seriedad, se construye antes o después su tristeza y miseria” (ibid. v. II, p. 281-282). Y en otra ocasión añadía: “El culto de la pureza es el honor y el tesoro más valioso de la familia cristiana” (ibid. v. IV, p. 897).

–La responsabilidad de la familia. El Papa Juan confía en la obra educativa de los padres, sostenida por la gracia divina. Dirigiéndose a las madres, decía: “La voz de la madre, cuando alienta, invita, suplica, permanece esculpida profundamente en el corazón de los suyos, y no se olvida ya. Sólo Dios conoce el bien suscitado por esta voz y la utilidad que ella procura a la Iglesia y a la sociedad humana” (ibid. v. II, p. 67). Y a los padres añadía: “En las familias donde el padre ora y tiene una fe gozo- sa y consciente, asiste a las instrucciones catequísticas y lleva a ellas a sus hijos, no habrá tormentas y desolaciones de una juventud rebelde y llena de desamor. Nuestra palabra quiere ser siempre de esperanza; pero estamos seguros de que, en algunas expresiones descorazonadoras de vida juvenil, la responsabilidad más grande hay que buscarla ante todo en esos padres y madres, especialmente en los padres de familia, que rehúyen de los pre- ciosos y graves deberes de su estado” (ibid. v. IV, p. 272).

– La finalidad de la familia. Sobre este punto, el Papa Juan era claro y lineal: el fin para el que se nace es la santidad y la salvación, y la familia es querida por Dios para tal fin. Hace veinte años, en la carta-testamento, escrita en ocasión de sus ochenta años, recordando uno a uno a sus queridos familiares, decía: “Esto es lo que más vale: asegurarse la vida eterna, confiando en la bondad del Señor, que ve todo y a todo provee” (3 de diciembre de 1961). Y comentando cada misterio del Rosario, de- cía que en el tercer misterio gozoso rezaba por los niños de todas las razas humanas nacidos en las últimas veinticuatro horas (ibid. v. IV, p. 241).

– La ejemplaridad de la familia cristiana. El Papa Juan exhortaba encarecidamente a padres e hijos cristianos a ser ejemplo de fe y virtud en el mundo moderno, siguiendo el modelo de la Sagrada Familia: “El secreto de la verdadera paz –decía–, del acuerdo mutuo y duradero, de la docilidad de los hijos, del florecer de una amable costumbre, está en la imitación continua y generosa de la dulzura, de la modestia de la Familia de Nazaret” (ibid. v. II, p. 118-119). El Papa Juan está seguro de que de estas familias ejemplares pueden surgir numerosas y escogidas vocaciones sacerdotales y religiosas, a pesar de las dificultades de los tiempos.

Ésta es en síntesis la doctrina del grande y amable Pontífice sobre la familia, doctrina que suena como una condena abierta de la teoría y de la praxis que van contra la institución familiar. [Enseñanzas 9, 299-300]