[1058] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO SEGÚN LA CARTA A LOS EFESIOS
Alocución Iniziamo oggi, en la Audiencia General, 28 julio 1982
1982 07 28 0001
1. Iniciamos hoy un nuevo capítulo sobre el tema del matrimonio, leyendo las palabras de San Pablo a los Efesios:
“Las casadas estén sujetas a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. Y como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres a sus maridos en todo”.
“Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola mediante el lavado del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e intachable. Los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, y nadie aborrece jamás su propia carne, sino que la alimenta y la abriga como Cristo a la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. ‘Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne’. Gran misterio es éste, pero yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia. Por lo demás, ame cada uno a su mujer, y ámela como a sí mismo, y la mujer reverencie a su marido” (Ef 5, 22-33).
1982 07 28 0002
2. Conviene someter a análisis profundo el citado texto, contenido en el capítulo 5 de la Carta a los Efesios, así como, anteriormente, he analizado cada una de las palabras de Cristo que parecen tener un significado-clave para la teología del cuerpo. Se trataba de las palabras con las que Cristo se remitía al “principio” (Mt 19, 4; Mc 10, 6), al “corazón” humano, en el Sermón de la Montaña (Mt 5, 28), y a la resurrección futura (cf. Mt 22, 30; Mc 12, 25; Lc 20, 35). El texto entresacado ahora de la Carta a los Efesios constituye como el “coronamiento” de esas sintéticas palabras-clave a que me he referido. Si de ellas ha salido la teología del cuerpo en sus rasgos evangélicos, sencillos y al mismo tiempo fundamentales, hay que presuponer, en cierto sentido, esta teología al interpretar el mencionado paso de la Carta a los Efesios. Y, por lo mismo, si se quiere interpretar dicho paso, hay que hacerlo a la luz de lo que Cristo nos dijo sobre el cuerpo humano. Él habló no sólo refiriéndose al hombre “histórico” y por lo mismo al hombre, siempre “contemporáneo”, de la concupiscencia (a su “corazón”), sino también poniendo de relieve, por un lado, las perspectivas del “principio”, o sea, de la inocencia original y de la justicia y, por otro, las perspectivas escatológicas de la resurrección de los cuerpos, cuando “ni tomarán mujeres ni maridos” (cf. Lc 20, 35). Todo esto forma parte de la óptica teológica de la “redención de nuestro cuerpo” (Rom 8, 23).
1982 07 28 0003
3. También las palabras del autor de la Carta a los Efesios (1) tienen como centro el cuerpo; y esto, tanto en su significado metafórico, el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, como en su significado concreto, el cuerpo humano en su perenne masculinidad y feminidad, en su perenne destino a la unión en el matrimonio, como dice el Libro del Génesis: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne” (Gén 2, 24).
¿De qué forma aparecen y convergen estos dos significados del cuerpo en el párrafo de la Carta a los Efesios? ¿Y por qué aparecen y convergen en ella? Éstos son los interrogantes que hay que hacerse esperando respuestas no tanto inmediatas y directas, cuanto más bien profundas y “a largo plazo” a las que nos han preparado ya los análisis precedentes. En efecto, ese paso de la Carta a los Efesios no se puede entender correctamente si no es en el amplio contexto bíblico, considerándolo como “coronamiento” de los temas y de las verdades que, a través de la Palabra de Dios revelada en la Sagrada Escritura, van y vienen como grandes olas. Se trata de temas centrales y de verdades esenciales. Y por eso el citado texto de la Carta a los Efesios es también un texto-clave y “clásico”.
1. El problema de la paternidad paulina de la Carta a los Efesios, reconocida por algunos exegetas y negada por otros, puede resolverse con una suposición media, que aquí aceptamos como hipótesis de trabajo; o sea, que San Pablo confió algunos conceptos a su secretario, el cual después los desarrolló y perfiló. Es ésta la solución provisional del problema que tenemos presente, al hablar del “Autor de la Carta a los Efesios” del “Apóstol” y de “San Pablo”.
1982 07 28 0004
4. Es un texto muy conocido en la liturgia, en la que aparece siempre relacionado con el sacramento del matrimonio. La lex orandi de la Iglesia ve en él una referencia explícita a este sacramento: y la lex orandi presupone y al mismo tiempo expresa siempre la lex credendi. Admitiendo esta premisa hemos de preguntarnos enseguida: ¿Cómo emerge la verdad sobre la sacramentalidad del matrimonio en este texto “clásico” de la Carta a los Efesios? ¿Cómo se expresa y se confirma en él? Sé verá claramente que la respuesta a estos interrogantes no puede ser inmediata y directa, sino gradual y “a largo plazo”. Esto se ve incluso en una primera lectura de este texto, que nos lleva al Libro del Génesis y consiguientemente “al principio”, y que, en la descripción de las relaciones entre Cristo y la Iglesia toma de los escritos de los Profetas del Antiguo Testamento la bien conocida analogía del amor nupcial entre Dios y su pueblo escogido. Sin examinar estas relaciones resultaría difícil responder a la pregunta sobre cómo la Carta a los Efesios trata de la sacramentalidad del matrimonio. Así se ve cómo la prevista respuesta ha de pasar a través de todo el ámbito de los problemas analizados precedentemente, es decir, a través de la teología del cuerpo.
1982 07 28 0005
5. El sacramento o la sacramentalidad –en el sentido más general de este término– se cruza con el cuerpo y presupone la “teología del cuerpo”. Efectivamente, el sacramento, según el significado generalmente conocido, es un signo visible. El cuerpo, en su aspecto visible, significa la “visibilidad” del mundo y del hombre. Así, pues, de alguna manera –aunque sea de forma muy general– el cuerpo entra en la definición del sacramento, siendo él mismo “signo visible de una realidad invisible”, es decir, de la realidad espiritual, trascendente, divina. Con este signo –y mediante este signo– Dios se da al hombre en su trascendente verdad y en su amor. El sacramento es signo de la gracia y es un signo eficaz. No sólo la indica y expresa de modo visible en forma de signo, sino que la produce y contribuye eficazmente a hacer que la gracia se convierta en parte del hombre y que en él se realice y se cumpla la obra de la salvación, la obra presente en los designios de Dios desde la eternidad y revelada plenamente por Jesucristo.
1982 07 28 0006
6. Diría que esta primera lectura del texto “clásico” de la Carta a los Efesios indica la dirección en la que se desarrollarán nuestros ulteriores análisis. Es necesario que éstos comiencen por la preliminar comprensión del texto en sí mismo; pero luego deben llevar, por decirlo así, más allá de sus confines, para comprender dentro de lo posible “hasta el fondo” la inmensa riqueza de verdad revelada por Dios y contenida en esa estupenda página. Utilizando la conocida expresión de la Constitución Gaudium et spes, se puede decir que ese texto tomado de la Carta a los Efesios “revela –de modo especial– el hombre al hombre y le indica su altísima vocación” (Gaudium et spes, 22): en cuanto que el hombre participa de la experiencia de la persona encarnada. De hecho Dios, creando al hombre a su imagen, desde el principio lo creó “varón y mujer” (Gén 1, 27).
En los análisis sucesivos trataremos de comprender más profundamente –sobre todo a la luz del citado texto de la Carta a los Efesios– el sacramento (especialmente, el matrimonio como sacramento): primero, en la dimensión de la Alianza y de la gracia y después, en la dimensión del signo sacramental.
[DP (1982), 218]
1982 07 28 0001
1. Iniziamo oggi un nuovo capitolo sul tema del matrimonio, leggendo le parole di San Paolo agli Efesini:
“Le mogli siano sottomesse ai mariti come al Signore; il marito infatti è capo della moglie, come anche Cristo è capo della Chiesa, lui che è il salvatore del suo corpo. E come la Chiesa sta sottomessa a Cristo, così anche le mogli siano soggette ai loro mariti in tutto.
E voi, mariti, amate le vostre mogli, come Cristo ha amato la Chiesa e ha dato se stesso per lei, per renderla santa, purificandola per mezzo del lavacro dell’acqua accompagnato dalla parola, al fine di farsi comparire davanti la sua Chiesa tutta gloriosa, senza macchia né ruga o alcunchè di simile, ma santa e immacolata. Così anche i mariti hanno il dovere di amare le mogli come il proprio corpo, perchè chi ama la propria moglie ama se stesso. Nessuno mai infatti ha preso in odio la propria carne; al contrario la nutre e la cura, come Cristo con la Chiesa, poichè siamo membra del suo corpo. Per questo l’uomo lascerà suo padre e sua madre e si unirà alla sua donna e i due formeranno una carne sola. Questo mistero è grande; lo dico in riferimento a Cristo e alla Chiesa! Quindi anche voi, ciascuno da parte sua, ami la propria moglie come se stesso, e la donna sia rispettosa verso il marito” (1).
1. Eph. 5, 22-33.
1982 07 28 0002
2. Conviene che sottoponiamo ad analisi approfondita il testo citato, contenuto in questo capitolo quinto della Lettera agli Efesini, così come, in precedenza, abbiamo analizzato le singole parole di Cristo, che sembrano avere un significato-chiave per la teologia del corpo. Si trattava delle parole, in cui Cristo si richiama al “principio” (2), al “cuore” umano, nel Discorso della Montagna (3) e alla futura risurrezione (4). Quanto è contenuto nel passo della Lettera agli Efesini costituisce quasi il “coronamento” di quelle altre sintetiche parole-chiave. Se da esse è emersa la teologia del corpo nei suoi lineamenti evangelici, semplici ed insieme fondamentali, occorre, in certo senso, presupporre questa teologia nell’interpretare il menzionato passo della Lettera agli Efesini. E perciò, se si vuol interpretare quel passo, bisogna farlo alla luce di ciò che Cristo ci disse sul corpo umano. Egli parlò non solo richiamandosi all’uomo “storico” e perciò stesso all’uomo, sempre “contemporaneo”, della concupiscenza (al suo “cuore”), ma anche rilevando, da un lato, le prospettive del “principio” ossia dell’innocenza originaria e della giustizia e, dall’altro, le prospettive escatologiche della risurrezione dei corpi, quando “non prenderanno né moglie né marito” (5). Tutto ciò fa parte dell’ottica teologica della “redenzione del nostro corpo” (6).
2. Matth. 19, 4; Marc. 10, 6.
3. Matth. 5, 28.
4. Cfr. ibid. 22, 30; Marc. 12, 25; Luc. 20, 35.
5. Cfr. Luc. 20, 35.
6. Rom. 8, 23.
1982 07 28 0003
3. Anche le parole dell’Autore della lettera agli Efesini (7) sono centrate sul corpo; e ciò sia nel suo significato metaforico, cioè sul corpo di Cristo che è la Chiesa, sia nel suo significato concreto, cioè sul corpo umano nella sua perenne mascolinità e femminilità, nel suo perenne destino all’unione nel matrimonio, come dice il Libro della Genesi: “L’uomo abbandonerà suo padre e sua madre e si unirà a sua moglie e i due saranno una sola carne” (8).
In qual modo questi due significati del corpo compaiono e con vergono nel brano della Lettera agli Efesini? E perchè vi compaiono e convergono? Ecco gli interrogativi che bisogna porsi, attendendo delle risposte non tanto immediate e dirette, quanto possibilmente approfondite e “a lunga scadenza”, alle quali siamo stati preparati dalle analisi precedenti. Infatti, quel brano della lettera agli Efesini non può essere correttamente inteso, se non soltanto nell’ampio contesto biblico, considerandolo come “coronamento” dei temi e delle verità che, attraverso la parola di Dio rivelata nella Sacra Scrittura, affluiscono e defluiscono come a onde lunghe. Sono temi centrali e verità essenziali. E perciò il testo citato della Lettera agli Efesini è anche un testo-chiave e “classico”.
7. Il problema della paternità paolina della Lettera agli Efesini, riconosciuta da alcuni esegeti e negata da altri, può essere risolto per il tramite di una supposizione mediana, che qui accettiamo quale ipotesi di lavoro: ossia, che San Paolo affidò alcuni concetti al suo segretario, il quale poi li sviluppò e rifini.
È questa soluzione provvisoria del problema che abbiamo in mente, parlando dell’“Autore della Lettera agli Efesini”, dell’“Apostolo” e di “San Paolo”.
8. Gen. 2, 24.
1982 07 28 0004
4. È un testo ben noto alla liturgia, in cui compare sempre in rapporto con il sacramento del matrimonio. La lex orandi della Chiesa vede in esso un esplicito riferimento a questo sacramento: e la lex orandi permette e nello stesso tempo esprime sempre la lex credendi. Ammettendo tale premessa, dobbiamo subito chiederci: in questo “classico” testo della Lettera agli Efesini, come emerge la verità sulla sacramentalità del matrimonio? In qual modo viene in esso espressa opure confermata? Diverrà chiaro che la risposta a questi interrogativi non può essere immediata e diretta, ma graduale e “a lunga scadenza”. Ciò viene comprovato perfino da un primo sguardo a questo testo, che ci riporta al Libro della Genesi e dunque “al principio”, e che, nella descrizione del rapporto tra Cristo e la Chiesa, riprende dagli scritti dei profeti dell’Antico Testamento la ben nota analogia dell’amore sponsale tra Dio e il suo popolo eletto. Senza esaminare questi rapporti, sarebbe difficile rispondere alla domanda sul modo, in cui la Lettera agli Efesini tratta della sacramentalità del matrimonio. Si vedrà pure come la prevista risposta deve passare attraverso tutto l’ambito dei problemi analizzati in precedenza, cioè attraverso la teologia del corpo.
1982 07 28 0005
5. Il sacramento o la sacramentalità –nel senso più generale di questo termine– si incontra con il corpo e presuppone la “teologia del corpo”. Il sacramento, infatti, secondo il significato generalmente conosciuto, è un “segno visibile”. Il “corpo” significa pure ciò che è visibile, significa la “visibilità” del mondo e dell’uomo. Dunque, in qualche modo –anche se il più generale– il corpo entra nella definizione del sacramento, essendo esso “segno visibile di una realtà invisibile”, cioè della realtà spirituale, trascendente, divina. In questo segno –e mediante questo segno– Dio si dona all’uomo nella sua trascendente verità e nel suo amore. Il sacramento è segno della grazia ed è un segno efficace. Non solo la indica ed esprime in modo visibile, a modo di segno, ma la produce, e contribuisce efficacemente a far sì che la grazia diventi parte dell’uomo, e che in lui si realizzi e si compia l’opera della salvezza, l’opera prestabilita da Dio fin dall’eternità e pienamente rivelata in Gesù Cristo.
1982 07 28 0006
6. Direi che già questo primo sguardo gettato sul “classico” testo della Lettera agli Efesini indica la direzione, in cui debbono svilupparsi le nostre ulteriori analisi. È necessario che queste analisi inizino dalla preliminare comprensione del testo in se stesso; tuttavia, debbono in seguito condurci, per così dire, oltre i suoi confini, per capire possibilmente “fino in fondo” quanta ricchezza di verità rivelata da Dio sia contenuta nell’ambito di quella pagina stupenda. Servendoci della nota espressione della Costituzione “Gaudium et Spes”, si può dire che il brano da noi scelto nella Lettera agli Efesini “svela –in modo particolare– l’uomo all’uomo e gli fa nota la sua altissima vocazione” (9): in quanto egli partecipa all’esperienza della persona incarnata. Infatti Dio, creandolo a sua immagine, fin dal principio lo creò “maschio e femmina” (10).
Durante le successive analisi cercheremo –soprattutto alla luce del citato testo della Lettera agli Efesini– di comprendere più profondamente il sacramento (in particolare, il matrimonio come sacramento): prima, nella dimensione dell’Alleanza e della grazia, e, in seguito, nella dimensione del segno sacramentale.
[Insegnamenti GP II, 5/3, 132-135]
9. Gaudium et spes, 22.
10. Gen. 1, 27.