[1122] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, OBJETO DE ATENCIÓN PASTORAL
Del Discurso Habéis emprendido, a los Obispos de Cuba, en la visita ad limina, 30 junio 1983
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5. Un campo concreto en el que el laicado católico cubano debe hacer sentir su presencia activa es el de la familia, que ha de ser objeto de particular atención por parte de la Iglesia y de cuantos colaboran en el apostolado. La familia sigue siendo, en efecto, un campo de importancia primordial para la Iglesia y para la sociedad, y es a la vez objeto, hoy día, de una crisis que desborda vuestros confines locales.
No puede, por ello, dejar de atraer también vuestra solicitud de Pastores, para tratar de darle la solidez, la cohesión, la dinámica interna y social –en sus vertientes humana y cristiana– de la que tracé amplias líneas directivas en la “Familiaris Consortio”.
Ello os llevará a mirar con la debida ponderación el fenómeno del divorcio, por desgracia tan frecuente, que halla sus raíces en la irreflexión ante el matrimonio, en la falta de voluntad de compromiso perseverante, en la separación de los cónyuges por motivos de trabajo, en la escasez de vivienda y otros.
A los tantos daños causados por el divorcio, vienen a sumarse a veces los provocados por la falta de respeto a la vida ya concebida, con grave violación del orden moral, al atentar contra la existencia de seres inocentes; tanto en caso de mujeres casadas como cuando afecta al fruto de relaciones pre y extra-matrimoniales. Son problemas a los que vuestro celo pastoral y la sensibilidad de vuestros fieles más comprometidos os ayudará a ofrecer los progresivos remedios posibles.
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6. No menor empeño por parte de vuestras comunidades eclesiales, parroquias, agentes de apostolado, laicos y familias merece la educación en la fe de los niños; y paralelamente también de los adolescentes y jóvenes.
Aquí halla un puesto de relieve la misión de la familia, tanto más cuando las condiciones externas no permiten la educación cristiana en otros ambientes, o cuando los niños se ven expuestos a posibles presiones en su horizonte religioso o moral.
Es digno de aprecio todo esfuerzo encaminado a lograr la máxima extensión posible de la formación intelectual. Pero ésta no puede disociarse de la correspondiente y correcta educación ética, cívica y religiosa. Se trata –como he indicado en diversas ocasiones y ambientes– de verdaderos derechos de las personas y de las familias, de acuerdo con el principio de la libertad re ligiosa como elemento reconocido en los textos internacionales y en la praxis ordinaria; asimismo en las normas admitidas en vuestra sociedad que confiamos se hagan, cada vez más efectivas. Ello favorece a la misma sociedad civil, al consolidar las bases de la moralidad, de la que aquélla no puede prescindir sin grave menoscabo para el bien de todos.
[Insegnamenti GP II, 6/1, 1701-1702]