[1124] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA RENOVACIÓN DE LA FAMILIA CRISTIANA
De la Homilía en la Misa de clausura del “Katholikentag” austríaco, en Viena (Austria), 11 septiembre 1983
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7. [...] El matrimonio y la familia se encuentran hoy en peligro. Muchas personas sufren las consecuencias del mismo: los cónyuges y, más aún, sus hijos; pero en último término también sufre esas consecuencias la misma sociedad. Apoyado en la experiencia de los Obispos de todo el mundo caractericé hace dos años la crisis de la familia en los siguientes términos: Hay “signos de preocupante degradación de algunos valores fundamentales: una equivocada concepción... de la independencia de los cónyuges entre sí; las graves ambigüedades acerca de la relación de autoridad entre padres e hijos; las dificultades concretas que con frecuencia encuentra la familia en la transmisión de los valores; el número cada vez mayor de divorcios; la plaga del aborto” (Familiaris consortio, 6). Una plaga para cuyo encauzamiento no hemos encontrado aún el camino justo y de cuyo carácter espantoso son conscientes aún muy pocos hombres.
Las raíces de esa crisis parecen encontrarse ante todo en un concepto falso de libertad. Una libertad “que no es concebida como la capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia, sino como una fuerza autónoma de autoafirmación, no raramente contra los demás, en orden al propio bienestar egoísta (ib.). Esta evolución negativa se ve además, favorecida por una opinión pública que cuestiona la ins titución del matrimonio y la familia e intenta justificar otras formas de vida en común. A pesar de que muchos continúan afirmando que la familia es importantísima para la sociedad, se toman muy pocas iniciativas para protegerla realmente. Pero yo creo que la razón decisiva de esa crisis es más profunda. El matrimonio y la familia están en peligro porque la fe y el sentido religioso han muerto en muchas de ellas; porque los propios cónyuges y, como consecuencia, también sus hijos se han hecho indiferentes frente a Dios.
¡Queridos padres y madres! ¡Queridas familias! ¡Levantaos también vosotros y volved al Padre! Sólo con conciencia de vuestra responsabilidad ante Dios podéis reconocer y vivir la profundidad de la riqueza del matrimonio y la familia. Sé que en Austria muchos sacerdotes y laicos han intentado en los últimos años renovar el matrimonio y la familia sobre la base del espíritu cristiano. Conozco vuestros esfuerzos por ayudar a los cónyuges a vivir una auténtica convivencia; vuestros esfuerzos por otorgar a la mujer, en el seno del matrimonio y de la familia, de la Iglesia y de la sociedad, el lugar que le corresponde por su dignidad y sus peculiaridades propias. Habéis reconocido que la pequeña familia debe abrirse a otras para poder ofrecerles ayuda espiritual y material a partir del amor que ellas mismas realizan en su seno. Son cada vez más las familias que se percatan de su condición de Iglesias en miniatura; en cierto modo, Iglesias domésticas. ¡Continuad trabajando en esa dirección!
Pero, con la misma seriedad, buscad caminos en orden a vivir una paternidad responsable ante Dios que responda a criterios objetivos, como los que enseña por todas partes el Magisterio de la Iglesia en comunión con el Sucesor de Pedro. Quiero recordar especialmente la breve Exhortación Apostólica “Familiaris Consortio”, que confirma las orientaciones de la Encíclica “Humanae Vitae”.
¡Familia cristiana! ¡Vuelve a ser una familia orante! ¡Una familia que vive de la fe! En la que los padres son los primeros catequistas de sus hijos, donde se pueda tener experiencia del Espíritu de Dios, que es amor. Aprended del Padre misericordioso a perdonaros siempre unos a otros. Padres, aprended, también de Él a ser capaces de dejar marchar a vuestros hijos en libertad y a manteneros siempre a su disposición a pesar de ellos. Apoyados en nuestra parábola, haced nacer en vosotros la esperanza de que precisamente el hijo pródigo volvió a encontrar en definitiva a su padre en un modo que no había conocido anteriormente.
1983 09 11 0008
8. “Me levantaré e iré a mi padre”. Estas palabras nos han mostrado el camino de la esperanza para la familia. Pero la familia forma parte de una sociedad determinada, de un pueblo y, en el sentido más amplio, de la entera familia humana. Por ello se ve afectada por muchos acontecimientos de la civilización actual.
[DP (1983), 248]
1983 09 11 0007
7. [...] Ehe und Familie sind heute in Gefahr. Darunter leiden so viele Menschen: die Ehepartner und noch mehr ihre Kinder, letztlich aber die ganze Gesellschaft. Vor zwei Jahren habe ich aus der Erfahrung der Bischöfe der ganzen Welt die Krise der heutigen Familie so charakterisiert: Es gibt »Anzeichen einer besorgniserregenden Verkümmerung fundamentaler Werte: eine irrige... Auffassung von der gegenseitigen Unabhängigkeit der Eheleute; die schwerwiegenden Mißverständnisse, hinsichtlich der Autoritätsbeziehungen zwischen Eltern und Kindern; die häufigen konkreten Schwierigkeiten der Familie in der Vermittlung der Werte; die steigende Zahl der Ehescheidungen; das weitverbreitete Übel der Abtreibung«8. Ein Übel, zu dessen Eindämmung wir noch nicht den rechten Weg gefunden haben und das in seiner Schrecklichkeit noch viel zu wenig Menschen bewußt ist.
Die Wurzel dieser Krise scheint vor allem in einem falschen Begriff von Freiheit zu liegen. Eine Freiheit, »die nicht als die Fähigkeit aufgefaßt wird, den Plan Gottes für Ehe und Familie zu verwirklichen, sondern vielmehr als autonome Kraft der Selbstbehauptung –für das eigen, egoistisch verstandene Wohlergehen und nicht selten gegen die Mitmenschen«9. Diese negativen Entwicklungen werden noch gefördert durch eine öffentliche Meinung, die die Institution Ehe der Familie in Frage stellt und andere Formen des Zusammenlebens zu rechtfertigen sucht. Trotz der Beteuerung vieler, die Familie sei so wichtig für die Gesellschaft, wird doch noch viel zu wenig unternommen, um sie wirklich zu schützen. Ich glaube aber, daß der entscheidende Grund für diese Krise tiefer liegt. Ehe und Familie sind in Gefahr, weil oft der Glaube und der religiöse Sinn in ihnen erstorben sind. Weil Ehepartner selbst und damit auch ihre Kinder Gott gegenüber gleichgültig geworden sind.
Liebe Mütter und Väter, liebe Familien! Macht auch Ihr Euch auf und kehrt zurück zum Vater! Nur in Verantwortung vor Gott könnt Ihr die ganze Tiefe des Reichtums in Ehe und Familie erkennen und leben. Ich weiß, daß in Österreich viele Priester und Laien in den vergangenen Jahren versucht haben, Ehe und Familie aus christlichem Geist heraus zu erneuern. Ich weiß um Euer Bemühen, den Ehegatten zu helfen, in echter Partnerschaft zu leben; um Euer Bemühen, der Frau in Ehe und Familie, in Gesellschaft und Kirche einen ihrer Würde und Eigenart entsprechenden Platz zu geben. Ihr habt erkannt, daß die Kleinfamilie sich öffnen muß für andere, um ihnen aus der selbstgelebten Liebe spirituelle und materielle Hilfe anbieten zu können. Immer mehr Familien werden sich bewußt, daß sie Kirche im Kleinen, gleichsam Hauskirche sind. Arbeitet weiter in dieser Richtung!
Sucht aber mit gleichem Ernst nach Wegen, um eine vor Gott verantwortete Elternschaft zu leben, die objektiven Kriterien entspricht, wie sie das kirchliche Lehramt in Gemeinschaft mit dem Nachfolger Petri weltweit vorlegt. Ich erinnere dabei besonders an das kürzliche Apostolische Schreiben »Familiaris Consortio«, das die Weisung der Enzyklika »Humanae Vitae« bekräftigt.
Christliche Familie! Werde wieder eine betende Familie! Eine familie, die aus dem Glauben lebt! In der die Eltern erste Katecheten ihrer Kinder sind. Wo der Geist Gottes, der die Liebe ist, erlebt werden kann. Lernt vom barmherzigen Vater, einander immer wieder zu vergeben. Eltern, lernt auch von ihm, Eure Kinder in Freiheit entlassen zu können und doch allezeit für sie bereitzustehen. Schöpft aus unserem Gleichnis die Hoffnung, daß gerade der verlorene Sohn seinen Vater schließlich in einer Weise wiedergefunden hat, wie er ihn vorher nicht gekannt hatte.
8. IOANNIS PAULI PP. II, Familiaris consortio, 6 [1981 11 22/6].
9. Ibid.
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8. »Ich will aufbrechen und zu meinem Vater gehen«. Diese Worte haben uns den Weg der Hoffnung für die Familien gezeigt. Die Familie gehört aber zu einer bestimmten Gesellschaft, zu einem Volk und im weitesten Sinne zur ganzen Menschheitsfamilie. So ist sie mitbetroffen von vielen Vorgängen in der heutigen Zivilisation.
[Insegnamenti GP II, 6/2, 463-464]