[1199] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA VERDAD DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA, LIGADA A LA NATURALEZA DEL AMOR CONYUGAL
De la Homilía en la Misa por las Familias, en la explanada “Montalbán” de Caracas (Venezuela), 27 enero 1985
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4. El Evangelio de la liturgia de hoy nos lleva hasta el portal de Belén y, junto con los pastores, nos acercamos al pesebre. Ellos fueron los primeros testigos del gran misterio del nacimiento del Hijo de Dios: “Fueron corriendo y encontraron a María y a José y al Niño acostado en el pesebre” (4).
Ante los pastores aparece esa imagen que ha permanecido para siempre en la memoria de la Iglesia y de la humanidad: la imagen de la Sagrada Familia.
En su infinita misericordia, el Padre Eterno “nos ha bendecido con toda clase de bendiciones” por el misterio de la Encarnación, en la persona de Jesucristo, el Hijo del Hombre que se hace niño, que viene al mundo como un recién nacido en el seno de una familia. De este manera, toda familia humana, a ejemplo de la Sagrada Familia de Belén y Nazaret, está llamada por Dios a ser santa e inmaculada en Cristo Jesús (5).
4. Luc. 2, 16.
5. Cfr. Eph. 1, 4.
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5. Mas para que la santidad de la familia sea preservada, la Iglesia ha de continuar predicando la verdad sobre el matrimonio cristiano y la familia, inscrita por Dios en el corazón del hombre y revelada en Cristo en toda su profundidad.
El punto de partida de la doctrina eclesial en este campo está en el concepto del amor conyugal entendido en toda su verdad. Se trata del amor en cuanto comunión interpersonal de los cónyuges que se entregan mutuamente en cuerpo y alma. Este amor interpersonal auténtico, base de toda la vida conyugal y familiar (6), es el que vosotros, queridos esposos, habéis de custodiar e incrementar. Pues el amor conyugal comienza a deteriorarse cuando la entrega entre los esposos se hace más débil, se cierra en el egoísmo.
Por ello escribían justamente vuestros obispos: “Desgraciadamente comprobamos la existencia de uniones que, si bien son legítimas, no forman una comunidad de amor. En efecto, el egoísmo, la falta de madurez, la incomprensión, las actividades profesionales demasiado absorbentes u otros motivos, han socavado la firmeza del amor inicial” (7).
6. Cfr. Gaudium et spes, 48 [1965 12 07c/48].
7. Exhort. past. Familia, Población y Justicia, 18.
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6. La realidad estupenda del amor conyugal se manifiesta precisamente en la comunión en el amor. Comunión de los esposos entre sí y de los padres con los hijos. Estos íntimos vínculos que hacen de la familia un hogar, una casa, donde la fusión de los corazones está garantizada por Dios: “Si el Señor no construye la casa, en vano se fatigan los obreros” (8).
Más aún, la grandeza interior del amor conyugal está en el hecho de ser llamado a colaborar en el amor creador de Dios. Como hemos recordado en el Salmo responsorial: “Los hijos son un regalo del Señor y el fruto del vientre, su recompensa” (9). Sí, los hijos son un don del amor creador de Dios hecho al amor de los esposos.
Mas algo de tanta trascendencia como la paternidad y maternidad, ha de realizarse en modo plenamente responsable, para decidir así incluso el número de hijos y su distanciamiento. En ello los esposos han de ser guiados “por la conciencia, la cual ha de ajustarse a la ley divina misma, dóciles al Magisterio de la Iglesia” (10). Por otra parte, como enseña la Encíclica “Humanae Vitae”: “Todo acto matrimonial debe estar abierto a la transmisión de la vida” (11); de ahí que la contracepción y esterilización con fines contraceptivos sean siempre gravemente ilícitas.
Queridos esposos y esposas, venidos de Caracas y de toda Venezuela: Vuestra misión en la sociedad y en la Iglesia es sublime. Sed creadores de verdaderos hogares, de familias unidas y educadas en la fe. Luchad contra la plaga del divorcio que arruina a las familias e incide tan negativamente en la educación de los hijos. No rompáis vosotros lo que Dios ha unido. Respetad siempre la vida que es un espléndido don de Dios (12). Recordad que nunca es lícito suprimir una vida humana, con el aborto o la eutanasia. Vuestra misma Constitución es bien clara y acertada a este propósito.
8. Ps. 126, 1.
9. Ps. 126, 3.
10. Gaudium et spes, 50 [1965 12 07c/50].
11. PAULI VI, Humanae vitae, 11 [1968 07 25/11].
12. Cfr. IOANNIS PAULI PP. II, Familiaris consortio, 30 [1981 11 22/30].
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7. San Pablo nos decía en la segunda lectura: Dios nos ha elegido para ser sus hijos adoptivos 13. Vuestros hijos, todos los hijos de las familias cristianas, vienen a ser, por el bautismo, hijos adoptivos de Dios.
¡Qué grandeza y responsabilidad a la vez la de los padres cristianos, que como fruto de su amor se convierten en templos en los que Dios realiza su acción creadora! Sed conscientes de esta altísima misión que Dios ha puesto en vuestras manos: y haced de vuestras familias un templo de Dios, una “Iglesia doméstica”.
Para lograrlo, cultivad en vuestros hogares la plegaria que une y orienta rectamente la vida, enseñad a orar a vuestros hijos y educadlos en la moral y en las exigencias de la vida cristiana. Una tarea a la que están llamados los padres y las madres, en mutua colaboración.
[Insegnamenti GP II, 8/1, 190-192]
13. Cfr. Eph. 1, 5.