[1456] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA MUJER LATINOAMERICANA, CUSTODIO DEL ALMA CRISTIANA DEL CONTINENTE
De la Homilía en la Misa con ocasión de la celebración del V Centenario de la Evangelización, Santo Domingo (República Dominicana), 11 octubre 1992
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9. A las familias de América, santuarios del amor y de la vida, les exhorto a ser verdaderas “Iglesias domésticas”, lugar de encuentro con Dios, centro de irradiación de la fe, escuela de vida cristiana, donde se construyan los sólidos fundamentos de una sociedad más íntegra, fraterna y solidaria. Que en su seno, los jóvenes, la gran fuerza y esperanza de América, puedan hallar ideales altos y nobles que satisfagan las ansias de sus corazones y les aparte de la tentación de una cultura insolidaria y sin horizontes que conduce irremediablemente al vacío y al desaliento. Deseo en esta ocasión rendir particular homenaje a la mujer latinoamericana que, generación tras generación, ha sido como el ángel custodio del alma cristiana de este continente.
Finalmente, mi pensamiento y mi plegaria a Dios se dirige a los enfermos, a los ancianos, a los marginados, a las víctimas de la violencia, a los que no tienen empleo ni vivienda digna, a los desplazados y encarcelados; en una palabra, a cuantos sufren en el cuerpo o en el espíritu. Que la conciencia del dolor y de las injusticias infligidas a tantos hermanos, sea, en este V Centenario, ocasión propicia para pedir humildemente perdón por las ofensas y crear las condiciones de vida individual, familiar y social que permitan un desarrollo integral y justo para todos, pero particularmente para los más abandonados y desposeídos. Vienen a mi mente aquellas palabras de Santo Toribio de Mogrovejo, patrono del Episcopado latinoamericano, en las que se declara profundamente dolido porque “no sólo en tiempos pasados se les ha hecho a estos pobres indios tantos agravios y con tanto exceso, sino que también en el día de hoy muchos procuran hacer lo mismo”. Los sentimientos y la solicitud pastoral que reflejan estas palabras, pronunciadas, por Santo Toribio en el III concilio provincial de Lima de 1582, conservan hoy plena actualidad, queridos hermanos obispos de América Latina, que mañana iniciaréis los trabajos de la IV Conferencia general. Era el mandato del Señor de predicar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) lo que movía al santo arzobispo a entregarse sin límites al anuncio del mensaje de salvación y a la defensa de los pobres. Hoy, los sucesores de los Apóstoles en esta tierra fértil, que recibió hace cinco siglos la palabra de Dios, se enfrentan a nuevos y apremiantes retos, pero sienten en su alma de pastores los urgentes interrogantes de San Pablo, que hemos escuchado en la segunda lectura: “¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creer?n en aquel a quien no han o?do? ÃC?mo oir?n sin que se les predique? Y Ãc?mo predicar?n si no son enviados?Ã (Rm10, 14-15). [AAS 85 (1993), 800-801]