[1483] • JUAN PABLO II (1978-2005) • PRIORIDAD DEL APOSTOLADO FAMILIAR
De la Homilía de la Misa en la explanada cercana a la Sede del Obispado, Kasese (Uganda), 8 febrero 1993
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6. A este propósito, deseo alentar a la Iglesia de la región occidental de Uganda para que siga llevando a cabo su obra solícita en algunos sectores de interés pastoral. En primer lugar, es preciso promover un apostolado familiar cada vez más eficaz. Ya desde las primeras páginas de libro del Génesis resulta claro que Dios deseaba que el hombre y la mujer se encontraran, se amaran recíprocamente de modo estable y fiel, se aceptaran responsablemente y alimentaran y educaran el fruto de su amor, es decir, sus hijos. “‘Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne’ –dijo Adán contemplando a su mujer–... Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (Gn 2, 23-24). Esta unión profunda, personal y monógama no tiene un origen occidental, sino que más bien corresponde al designio de Dios para el marido y la mujer. La alianza del matrimonio es tan noble, tan cercana al modo de ser de Dios en la Trinidad, que la Sagrada Escritura compara siempre el amor de Dios a la humanidad pecadora con el amor de un marido infinitamente fiel a su mujer. San Pablo presenta con valor el amor sacrificial de Cristo a su Iglesia como el símbolo y el modelo de todas las alianzas matrimoniales indisolubles (cfr. Ef 5, 25-33).
El sentido positivo de los lazos familiares característicos de las tradiciones africanas y la seriedad del compromiso matrimonial como fundamento de la solidaridad entre las familias emparentadas entre sí –solidaridad que favorece de modo especial a los ancianos, las viudas y los huérfanos, y manifiesta un tipo de corresponsabilidad en el cuidado de los niños– pueden contribuir a reforzar los hogares cristianos. Una tarea delicada que corresponde a los sacerdotes, los religiosos y los catequistas consiste en enseñar a las parejas jóvenes a ajustar este dinamismo familiar al proyecto que Dios tiene para el matrimonio y la familia. Los cursillos de preparación para el matrimonio deberían guiar a las parejas hacia el descubrimiento de toda la gracia y la fuerza espiritual que reciben en el sacramento que consagra su amor. Con fe en el Señor pueden empezar un camino de vida juntos, conscientes de las amenazas a las que estará expuesta su fidelidad, pero dispuestos a afrontar juntos cualquier desafío.
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7. Deseo exhortar a vuestros incansables obispos y sacerdotes a seguir considerando la vida familiar como una prioridad de la acción pastoral. Tenéis que animar a los grupos y movimientos que la sostienen. Las parejas católicas pueden brindar una gran ayuda a las otras parejas. Los cursillos y las jornadas de oración y estudio pueden desempeñar un papel determinante en la consolidación de las familias. Cuando existen dificultades particulares, por ejemplo cuando los maridos se ven obligados a marcharse en búsqueda de trabajo, o en caso de enfermedad, o cuando hay otros problemas, la comunidad cristiana debería manifestar una solicitud especial y ofrecer una asistencia concreta para conservar firmes los lazos familiares. Soy consciente de que para muchos de vosotros sus raíces familiares están muy lejos y les es difícil crear un espíritu de comunidad. Os pido a todos, y de manera particular a los jóvenes, que seáis valientes y manifestéis una solicitud profunda hacia el bien común. También el Estado debería estar firmemente convencido de la importancia de la familia, en cuanto base de una sociedad ordenada. Por esta razón, debería adoptar medidas políticas que defiendan los valores familiares contra cualquier tipo de ataque.
[OR (e. c.), 19.II.1993, 14 y 20]
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6. In this respect I wish to encourage the Church in Western Uganda to continue its dedicated work in certain areas of pastoral concern. First, in fostering a more and more effective family apostolate. Right from the opening pages of the Book of Genesis, it is clear that God intended man and woman to find each other, to love each other in a stable and faithful way, and responsibly to accept, nurture and educate the fruits of their love, their children. “This at last”, Adam says contemplating his wife, “is bone from my bones and flesh from my flesh. This is why a man leaves his father and his mother and joins himself to his wife, and they become one body” (15). This close, personal, monogamous union is not of Western origin, but rather corresponds to God’s plan for husband and wife. The marriage covenant is so noble, so close to God’s own way of being in the Trinity, that again and again the Scriptures compare God’s love for sinful humanity to the love of an infinitely faithful husband for his wife. Saint Paul boldly presents the self-sacrificing love of Christ for his Church as the symbol and model of every indissoluble marriage covenant (16).
The positive sense of family bonds characteristic of African traditions, the seriousness of the matrimonial commitment as a basis of solidarity among related families –a solidarity which especially favours old people, widows and orphans, and produces a form of co-responsibility in caring for children– can contribute to strengthening Christian homes. It is the delicate task of priests, Religious and catechists to teach young couples how to bring this family dynamism into conformity with God’s plan for marriage and for the family. Marriage preparation courses should guide couples to the discovery of all the grace and spiritual strength available to them through the Sacrament which consecrates their love. With trust in the Lord they can set out on life’s journey together, conscious of the threats to which their fidelity will be exposed but ready to face together whatever challenges may come.
15. Gen 2,23-24.
16. Ef 5,25-33.
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7. I wish to urge your hard-working Bishops and priests to continue to make family life a priority of pastoral action. Groups and movements which support couples should be encouraged. Catholic couples can be of enormous help to other couples. Courses and days of prayer and study can play an important part in consolidating families. Where there are special difficulties, as for example when husbands are forced to go elsewhere in search of work, or in cases of sickness, or where there are other failings, the Christian community should show particular concern and offer concrete assistance in keeping strong the bonds of family life. I realize that, for many of you, your family roots are far away and it is difficult to create a community spirit. I am asking you, especially the young people, to take courage and to develop an intense concern for the common good. The State too should be firmly convinced of the importance of the family as the basis of an ordered society, and it should therefore follow policies which defend family values against attacks of all kinds.
[Insegnamenti GP II, 16/1, 357-359]