[1584] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL TESTIMONIO DE LAS BEATAS JUANA BERETTA E ISABEL CANORI MORA, CANTO A LA VIDA Y A LA SANTIDAD EN EL MATRIMONIO
Del Saludo a los peregrinos con motivo de la Beatificación de Isidoro Bakanja, Juana Beretta e Isabel Canori Mora, 25 abril 1994
1994 04 25a 0004
4. Saludo ahora a los peregrinos que han llegado para honrar a las dos nuevas beatas: Juana Beretta Molla e Isabel Canori Mora. De manera particular, saludo al marido e hijos de Juana Beretta Molla, junto con el resto de familiares. Saludo también con afecto al Cardenal Carlo Maria Martini y a los fieles de la diócesis de Milán y de Bérgamo, entre los que se encuentran grupos y asociaciones cuyo apostolado se inspira en la figura de su coterránea beata. Tuvo la gracia de una familia unida, rica en la fe y en el amor. Fue una madre feliz, que pasó una gran prueba en el desarrollo de su cuarto embarazo. En la elección dramática entre salvar su vida y la de la criatura que llevaba en su vientre, no dudó en sacrificar la propia. ¡Qué heroico testimonio es el suyo, un verdadero canto a la vida, en abierto contraste con una cierta mentalidad difundida hoy! Su sacrificio pueda infundir coraje en cuantos trabajan, mediante el esfuerzo personal y comunitario, en el Movimiento por la Vida, y en otros organismos similares, a fin de que sea reconocida la dignidad intocable de toda existencia humana, desde su concepción hasta su desarrollo natural, como valor prioritario y fundamental respecto a cualquier otro derecho humano y social.
1994 04 25a 0005
5. La otra mujer, elevada ayer al honor de las alturas, es Isabel Canori Mora, fallecida aquí en Roma en 1825, donde nació y vivió amando y sirviendo al Señor con el heroísmo de la santidad. Una fe cálida y una experiencia mística excepcional la sostuvieron en tantas dificultades como hubo de soportar en la vida matrimonial y en la educación de las dos hijas. Su fuerza fue en todo momento la oración. Expió y se ofreció por la conversión del marido Cristóbal, quien, después de su muerte, se hizo hermano menor conventual, acabando sus días santamente en el Señor.
Isabel vivió, como Terciaria de la Orden Secular Trinitaria, su vocación de esposa y madre, con la conciencia de tener que vivir en el propio estado una fidelidad plena a Dios, cumpliendo siempre los mandamientos. Su testimonio constituye así un modelo válido para los esposos cristianos. Al recordar a la nueva Beata mi pensamiento, se dirige en particular a la Orden Trinitaria y a cuantos buscan modelar su existencia en el luminoso ejemplo de esta testigo fiel del Evangelio.
1994 04 25a 0004
4. Saluto ora i pellegrini venuti per onorare le due nuove Beate: Gianna Beretta Molla e Elisabetta Canori Mora. In particolare saluto il marito e i figli di Gianna Beretta Molla, insieme con gli altri familiari. Saluto anche con affetto il Cardinale Carlo Maria Martini ed i fedeli delle diocesi di Milano e di Bergamo, tra i quali vi sono gruppi ed associazioni che ispirano il loro apostolato alla figura della loro beata conterranea. Ella ebbe la grazia di una famiglia unita, ricca di fede e di amore. Fu madre felice, ma una grande prova la attese nel corso della sua quarta gravidanza. Nella drammatica scelta tra salvare la sua vita e quella della creatura che portava in grembo, non esitò a immolarsi. Quale eroica testimonianza è la sua, vero canto alla vita, in stridente contrasto con una certa mentalità oggi dilagante! Possa il suo sacrificio infondere coraggio in quanti si adoperano, mediante l’impegno personale e comunitario, nel Movimento per la Vita e in altri simili organismi, perchè la dignità intangibile di ogni umana esistenza sia riconosciuta, dal momento del concepimento sino al naturale tramonto, come valore prioritario e fondante rispetto ad ogni altro diritto umano e sociale.
1994 04 25a 0005
5. L’altra donna, ieri elevata agli onori degli altari, è Elisabetta Canori Mora, morta qui a Roma nel 1825, ove era nata e vissuta amando e servendo il Signore con l’eroismo della santità. Una fede calda e una eccezionale esperienza mistica la sostennero nelle tante difficoltà incontrate sia nella vita matrimoniale che nell’educazione delle due figlie. La sua forza fu in ogni momento la preghiera. Pagò e sofferse per la conversione del marito Cristoforo, che, dopo la sua morte, si fece frate minore conventuale, addormentandosi santamente nel Signore.
Elisabetta visse come Terziaria dell’Ordine Secolare Trinitario la sua vocazione di sposa e di madre, con la consapevolezza di dover mani festare nel proprio stato piena fedeltà a Dio, rispettandone sempre i comandamenti. La sua testimonianza costituisce così un valido modello per gli sposi cristiani. Nel ricordo della nuova Beata il mio pensiero va particolarmente all’Ordine Trinitario ed a quanti ispirano la loro esistenza al luminoso esempio di questa fedele testimone del Vangelo.
[Insegnamenti GP II, 17/1, 1007-1008]