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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[1674] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL RESPETO Y OBEDIENCIA DE LOS HIJOS A LOS PADRES

De la Homilía de la Misa en la X Jornada Mundial de la Juventud, Manila (Filipinas), 15 enero 1995

1995 01 15 0005

5. En este compromiso de todo el pueblo de Dios, ¿cuál es el papel de los jóvenes en la continuación de la misión mesiánica de Cristo? ¿Cuál es vuestra parte, vuestro papel? Hemos meditado ya sobre esto durante la Jornada mundial de la juventud y sobre todo anoche en la vigilia. Alguien podría decir: Han bailado, han cantado, pero han meditado. Ha sido una meditación creativa sobre el mandato recibido de Cristo. La meditación puede hacerse también danzando y cantando, con la diversión. Y la de ayer fue muy agradable. Al final, después de esa mediación, pude dormir. Ahora, después de haber dormido, quisiera añadir un desafío y un llamamiento específico, que implica la solución de un conflicto que ha originado inmensa frustración y sufrimiento en muchas familias de todo el mundo. Los padres y los ancianos a menudo sienten que han perdido el contacto con vosotros, y se inquietan, como se angustiaron María y José al darse cuenta de que Jesús se había quedado en Jerusalén. Muchos padres de edad avanzada se sienten abandonados por nuestra culpa. ¿Es verdad o no? No debería ser verdad. Debería suceder lo contrario. Pero a veces es verdad. Unas veces vosotros sois muy críticos con respecto al mundo de los adultos –yo también era como vosotros– y, otras, ellos son muy críticos con respecto a vosotros. Esto también es verdad; no es nada nuevo, y a menudo esas críticas tienen fundamento. Pero recordad siempre que debéis a vuestros padres la vida y la educación. Recordad la deuda que tenéis hacia vuestros padres. El cuarto mandamiento expresa de modo conciso los deberes de justicia hacia ellos (cf. Catecismo de la Iglesia católica n. 2.215). En la mayor parte de los casos se han encargado de vuestra formación a costa de sacrificio personal. Gracias a ellos habéis sido introducidos en la herencia cultural y social de vuestra comunidad y de vuestro país, vuestra patria. Hablando en general, vuestros padres han sido vuestros primeros maestros en la fe. Los padres, por tanto, tienen derecho a esperar de sus hijos e hijas los frutos maduros de sus esfuerzos, de la misma manera que los hijos y los jóvenes tienen derecho a esperar de sus padres el amor y la solicitud que los lleven a un sano desarrollo. Todo eso lo pide el cuarto mandamiento, que es muy rico. Os sugiero que lo meditéis. Os pido que construyáis puentes de diálogo y comunicación con vuestros padres. ¡Nada de espléndido aislamiento! ¡Comunicación! ¡Amor! Ejerced un influjo positivo en la sociedad, ayudándola a derribar las barreras que se han levantado entre las generaciones. Nada de barreras. Comunicación entre generaciones, entre padres e hijos. Comunión. En esta atmósfera, Jesús puede decir: Yo os envío. Todo comienza en la propia familia, cuando Jesús dice por primera vez: Yo os envío. Y a los padres les dice: Yo envío a vuestro hijo. Yo envío a vuestra hija. Les digo: seguidme. Todo esto exige el ambiente adecuado, una imagen completa de la vida social en Filipinas y en todas partes. También en este ambiente espiritual tiene lugar nuestro envío. Como el Padre me envió –dice Cristo–, también yo os envío.

¿Por qué tantos jóvenes piensan que son libres por haber rechazado toda prohibición y todo principio de responsabilidad? ¿Por qué tantos piensan que ciertas maneras de actuar son moralmente lícitas por el hecho de ser aceptadas socialmente? Abusan del hermoso don de la sexualidad; abusan de bebidas y drogas, pensando que ese comportamiento es correcto porque algunos sectores de la sociedad lo toleran. Abandonan las normas morales objetivas ante esas mismas presiones y por el influjo invasor de modas y tendencias promovidas por la publicidad de los medios de comunicación. Millones de jóvenes en todo el mundo están cayendo en formas de esclavitud moral sutiles pero reales. Vosotros comprendéis lo que quiere decir Jesús cuando afirma: Os envío a afrontar esta situación, entre vuestros hermanos y hermanas, entre los demás jóvenes.

[DP-10 (1995), 16-17]