[1717] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL COMPROMISO DE LA IGLESIA EN FAVOR DE LA MUJER
Discurso As you prepare, a los miembros de la Delegación de la Santa Sede para la IV Conferencia Mudial sobre la Mujer, 29 agosto 1995
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Estimada señora Glendon y miembros de la delegación de la Santa Sede a la IV Conferencia mundial sobre la mujer:
[1.–] Mientras os preparáis para viajar a Pekín, me alegra encontrarme con usted, jefe de la delegación de la Santa Sede a la IV Conferencia mundial sobre la mujer, y con los otros miembros de dicha delegación. A través de usted, expreso mis mejores deseos y oraciones a la secretaría general de la Conferencia, a las naciones y organizaciones que participan en ella, así como a las autoridades del país huésped, la república Popular China.
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[2.–] Deseo que esta Conferencia alcance el éxito en su objetivo de garantizar a todas las mujeres del mundo igualdad, desarrollo y paz, mediante el pleno respeto de su igual dignidad y de sus inalienables derechos humanos, para que puedan dar su contribución al bien de la sociedad.
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[3.–] Durante los últimos meses, en diversas ocasiones, he atraído la atención hacia la posición de la Santa Sede y hacia la enseñanza de la Iglesia católica acerca de la dignidad, los derechos y las responsabilidades de las mujeres en la sociedad actual: en la familia, en los puestos de trabajo y en la vida pública. Me he inspirado en la vida y el testimonio de grandes mujeres dentro de la Iglesia a lo largo de los siglos, que fueron pioneras en la sociedad como madres, trabajadoras y líderes en los campos social y político, en profesiones de asistencia y como pensadoras y líderes espirituales.
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[4.–] El secretario general de las Naciones Unidas ha pedido a las naciones que participan en la Conferencia de Pekín que hagan públicos sus compromisos concretos para mejorar la condición de las mujeres. Después de haber considerado las diversas necesidades de las mujeres en la sociedad actual, la Santa Sede desea hacer una opción específica con respecto a ese compromiso: una opción en favor de las niñas y las jóvenes. Por esta razón, exhorto a todas las instituciones católicas dedicadas a la asistencia y a la educación a adoptar durante los próximos años una estrategia coordinada y prioritaria dirigida a las niñas y a las jóvenes, especialmente a las más pobres.
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[5.–] Es desalentador notar que, en el mundo actual, el simple hecho de ser mujer, más bien que varón, puede reducir las probabilidades de nacer o de sobrevivir en la infancia; puede significar recibir una alimentación y una asistencia sanitaria menos adecuadas, y aumentar las posibilidades de ser analfabetas o tener sólo un acceso limitado, o ni siquiera tener acceso, a la educación primaria.
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[6.–] Poner empeño en el cuidado y en la educación de las niñas, como un derecho igual, es de suma importancia para el progreso de la mujer. Por esta razón, hoy:
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[7.–] Exhorto a todos los servicios educativos vinculados con la Iglesia católica a garantizar igual acceso a las niñas; a educar a los niños en el sentido de la dignidad y el valor de la mujer; a dar más posibilidades a las niñas que han sufrido condiciones menos favorables; y a descubrir las causas que obligan a las niñas a abandonar la educación en los primeros grados, y a ponerles remedio.
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[8.–] Exhorto a las instituciones dedicadas a la sanidad, especialmente a las que prestan asistencia sanitaria elemental, a hacer de una mejor asistencia y educación sanitaria básica de las niñas el sello distintivo de su servicio.
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[9.–] Exhorto a las organizaciones de la Iglesia que se dedican a la caridad y a promover el desarrollo a que, en la asignación de recursos y de personal, den prioridad a las necesidades específicas de las niñas.
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[10.–] Exhorto a las congregaciones de religiosas a que, manteniendo la fidelidad al carisma específico y a la misión que han recibido de sus fundadores, identifiquen y se acerquen a las niñas y jóvenes más marginadas de la sociedad, las que más han sufrido física y moralmente, y que han tenido muy pocas oportunidades. Su trabajo asistencial, humanitario y educativo, y su servicio a los más pobres, hoy son necesarios por doquier en el mundo actual.
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[11.–] Exhorto a las universidades católicas y a los centros de estudios superiores a asegurar que los que se preparan para ser los futuros líderes de la sociedad adquieran una sensibilidad especial con respecto a las jóvenes.
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[12.–] Exhorto a las mujeres y a las organizaciones de mujeres de la Iglesia y que actúan en la sociedad a establecer modelos de solidaridad, para que su liderazgo y su guía puedan ponerse al servicio de las niñas y las jóvenes.
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[13.–] Como seguidores de Jesucristo, que se identifica con los más pequeños, no podemos permanecer insensibles ante las necesidades de las niñas que padecen dificultades, especialmente de las que son víctimas de la violencia y de la falta de respeto a su dignidad.
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[14.–] Con el espíritu de las grandes mujeres cristianas que han iluminado la vida de la Iglesia a lo largo de los siglos y que a menudo han impulsado a la Iglesia a volver a su misión y a su servicio esencial, exhorto a las mujeres de la Iglesia de hoy a adoptar nuevas formas de liderazgo en el servicio, y a todas las instituciones de la Iglesia, a acoger esa contribución de las mujeres.
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[15.–] Exhorto a todos los hombres en la Iglesia a realizar donde sea necesario, un cambio de corazón, y a tener, como exigencia de su fe, una visión positiva de la mujer. Les pido que tomen cada vez mayor conciencia de los inconvenientes que las mujeres, especialmente las niñas, han tenido que afrontar, y vean dónde la actitud de los hombres, su falta de sensibilidad o de responsabilidad, pueden haber sido la causa.
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[16.–] Una vez más, a través de usted, deseo expresar mis mejores deseos a todos los que tienen alguna responsabilidad en la Conferencia de Pekín y asegurarles mi apoyo, así como el de la Santa Sede y de las instituciones de la Iglesia católica, con miras a un compromiso renovado de todos en favor de las mujeres en el mundo.
[E 55 (1995), 1369-1370]
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Dear Mrs Glendon and Members of the Delegation of the Holy See to the Fourth World Conference on Women,
[1.–] As you prepare to leave for Beijing, I am happy to meet you, the Head of the Delegation of the Holy See to the Fourth World Conference on Women, and the other Members of the Delegation. Through you, I extend my best wishes and prayers to the Secretary General of the Conference, to the participant nations and organizations, as well as to the authorities of the host country, the People’s Republic of China.
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[2.–] My wishes are for the success of this Conference in its aim to guarantee all the women of the world “equality, development and peace”, through full respect for their equal dignity and for their inalienable human rights, so that they can make their full contribution to the good of society.
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[3.–] Over the past months, on various occasions, I have drawn attention to the positions of the Holy See and to the teaching of the Catholic Church on the dignity, rights and responsibilities of women in today’s society: in the family, in the workplace, in public life. I have drawn inspiration from the life and witness of great women within the Church throughout the centuries who have been pioneers within society, as mothers, as workers, as leaders in the social and political fields, in the caring professions and as thinkers and spiritual leaders.
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[4.–] The Secretary General of the United Nations has asked the participating nations at the Beijing Conference to announce concrete commitments for the improvement of the condition of women. Having looked at the various needs of women in today’s world, the Holy See wishes to make a specific option regarding such a commitment: an option in favour of girls and young women. Therefore, I call all Catholic caring and educational institutions to adopt a concerted and priority strategy directed to girls and young women, especially to the poorest, over the coming years.
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[5.–] It is disheartening to note that in today’s world, the simple fact of being a female, rather than a male, can reduce the likelihood of being born or of surviving childhood; it can mean receiving less adequate nutrition and health care, and it can increase the chance of remaining illiterate and having only limited access, or none at all, even to primary education.
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[6.–] Investment in the care and education of girls, as an equal right, is a fundamental key to the advancement of women. It is for this reason that today:
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[7.–] –I appeal to all the educational services linked to the Catholic Church to guarantee equal access for girls, to educate boys to a sense of women’s dignity and worth, to provide additional possibilities for girls who have suffered disadvantage, and to identify and remedy the reasons which cause girls to drop out of education at an early stage;
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[8.–] –I appeal to those institutions which are involved in health care, especially primary health care, to make improved basic health care and education for girls a hallmark of their service;
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[9.–] –I appeal to the Church’s charitable and development organizations to give priority in the allocation of resources and personnel to the special needs of girls;
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[10.–] –I appeal to Congregations of Religious Sisters, in fidelity to the special charism and mission given to them by their Founders, to identify and reach out to those girls and young women who are most on the fringes of society, who have suffered most, physically and morally, who have the least opportunity. Their work of healing, caring and educating, and of reaching to the poorest is needed in every part of the world today;
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[11.–] –I appeal to Catholic Universities and centres of higher education to ensure that, in the preparation of future leaders in society, they acquire a special sensitivity to the concerns of young women;
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[12.–] –I appeal to women and women’s organizations within the Church and active in society to establish patterns of solidarity so that their leadership and guidance can be put at the service of girls and young women.
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[13.–] As followers of Jesus Christ, who identifies himself with the least among children, we cannot be insensitive to the needs of disadvantaged girls, especially those who are victims of violence and a lack of respect for their dignity.
1995 08 29 0014
[14.–] In the spirit of those great Christian women who have enlightened the life of the Church throughout the centuries and who have often called the Church back to her essential mission and service, I make an appeal to the women of the Church today to assume new forms of leadership in service and I appeal to all the institutions of the Church to welcome this contribution of women.
1995 08 29 0015
[15.–] I appeal to all men in the Church to undergo, where necessary, a change of heart and to implement, as a demand of their faith, a positive vision of women. I ask them to become more and more aware of the disadvantages to which women, and especially girls, have been exposed and to see where the attitude of men, their lack of sensitivity or lack of responsibility may be at the root.
1995 08 29 0016
[16.–] Once again, through you, I wish to express my good wishes to all those who have responsibility for the Beijing Conference and to assure them of my support, as well as that of the Holy See and the institutions of the Catholic Church, for a renewed commitment of all to the good of the world’s women.
[Insegnamenti GP II, 18/2, 260-263]