[1734] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA ORACIÓN Y LA FORMACIÓN DOCTRINAL EN LA FAMILIA
Del Saludo con motivo del rezo del Rosario en la Catedral de San Patricio, New York (EE.UU.), 7 octubre 1995
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4. Queridas familias; queridos padres y madres, hijos e hijas, hermanos y hermanas, abuelos: pensaba venir a Nueva York el año pasado, con motivo de la celebración del Año internacional de la familia, promovido por las Naciones Unidas. En la Carta a las familias, que escribí para esa ocasión, indiqué que “la familia se encuentra en el centro de la gran lucha entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte, entre el amor y cuanto se opone al amor” (n. 23). Por tanto, la familia está en el centro de la misión de la Iglesia y de su solicitud por la humanidad.
Cuando un hombre y una mujer se unen sin reservas mediante su promesa de ser fieles “en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad”, excluyendo cualquier otro amor físico, se transforman en cooperadores del Creador, trayendo nueva vida al mundo. Vosotros, padres, podéis mirar con amor a vuestros hijos y decir: ésta es “carne de mi carne” (Gn 2, 23). Vuestra vida se define gracias a vuestro deseo y deber, tanto paternos como maternos, de dar lo mejor a vuestros hijos: una casa llena de amor, una educación y un comienzo sano y positivo en el camino de la vida, ahora y para la eternidad. Sobre todo, por el bautismo hacéis posible que vuestros hijos se conviertan en hijos amados de Dios, unidos místicamente a Cristo e incorporados a su Iglesia. Considerad cuán importante es para vosotros alimentar la vida de fe y de gracia en vosotros mismos y en vuestros hijos. Bajo el altar mayor de esta catedral, al lado de los anteriores cardenales y arzobispos de Nueva York, está enterrado el siervo de Dios Pierre Toussaint, esposo y ex esclavo procedente de Haití. ¿Qué tiene de extraordinario este hombre? Irradió una fe muy serena y gozosa, alimentada diariamente por la Eucaristía y las visitas al santísimo Sacramento. Frente a las discriminación constante y dolorosa, comprendió, como pocos, el significado de las palabras: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). Ningún tesoro inspira y transforma tanto como la luz de la fe.
Desde muchos puntos de vista, éstos son tiempos difíciles para los padres que desean transmitir a sus hijos el tesoro de la fe católica. A veces, vosotros mismos no estáis seguros de lo que la Iglesia sostiene. Hay falsos maestros y voces discordantes. Los malos ejemplos causan grandes daños. Además, una cultura hedonista mina muchos de los valores que están en la base de una sana vida familiar.
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5. Hay dos cosas urgentes que las familias católicas de Estados Unidos pueden hacer para fortalecer su vida familiar. La primera es la oración, tanto personal como familiar. La oración eleva nuestra mente y nuestro corazón a Dios, para darle gracias por sus bendiciones y pedirle su ayuda; e introduce el poder salvífico de Jesucristo en las decisiones y las acciones de la vida ordinaria.
En particular, recomiendo a las familias la oración que acabamos de hacer: el rosario. Y, especialmente, los misterios gozosos, que nos ayudan a meditar en la Sagrada Familia de Nazaret. María, uniendo su voluntad a la de Dios, concibió a Jesús, y se convirtió en el modelo de toda madre que espera un hijo. Cuando fue a visitar a su prima Isabel, María llevó a otra familia la presencia salvífica de Jesús. María dio a luz al niño Jesús en las circunstancias más humildes, y lo presentó a Simeón en el templo, como se presenta cualquier niño a Dios en el bautismo. María y José se preocuparon por el niño perdido antes de encontrarlo en el templo, para que los padres de todas las generaciones supieran que las pruebas y los sufrimientos de la vida familiar constituyen el camino para una unión más íntima con Jesús. Para usar una frase que hizo famosa el fallecido padre Patrick Peyton: La familia que reza unida permanece unida.
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6. La segunda sugerencia que hago a las familias es la de usar el Catecismo de la Iglesia católica para instruirse sobre la fe y responder a las cuestiones que surgen, especialmente las cuestiones morales, que hoy todo el mundo tiene que afrontar. Queridos padres, sois educadores porque sois padres. Exhorto y aliento a los obispos, y a toda la Iglesia que está en Estados Unidos, a ayudar a los padres a realizar su vocación de ser los primeros y más importantes maestros de la fe de sus hijos. Asimismo, deseo decir una palabra especial de agradecimiento a todos los que hacen sacrificios, a veces heroicos, para garantizar que los niños católicos reciban una formación en la fe, tanto a través del sistema de escuelas católicas, como de los programas de educación religiosa en vuestras parroquias. Sé que la archidiócesis de Nueva York se siente orgullosa de sus escuelas católicas y de sus programas de educación religiosa. Inmensos esfuerzos se llevan a cabo en esta empresa, debido a las grandes dificultades que implica. ¡Que Dios recompense a todas las personas dedicadas a esta tarea!
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7. Las familias que tienen dificultades o las parejas en situación irregular también tienen derecho a la atención pastoral de la Iglesia. Otras familias más fuertes y espiritualmente maduras pueden desempeñar un papel magnífico, llevando aliento y ayuda a esas parejas y familias. Todo fortalecimiento de los vínculos familiares es una victoria para la sociedad. Os invito a todos a promover el respeto al misterio de la vida y del amor, que Dios ha confiado de modo especial a las familias.
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4. Dear Families, Dear mothers, fathers, daughters, sons, brothers, sisters, grandparents: I was supposed to come to New York last year for the celebration of the United Nations’ Year of the Family. In the “Letter to Families” which I wrote on that occasion, I indicated that “the family is placed at the center of the great struggle between good and evil, between life and death, between love and all that is opposed to love” (9). The family therefore is at the heart of the Church’s mission and of her concern for humanity.
When a man and a woman bind themselves to each other without reservation in their decision to be faithful “in sickness and in health, in good times and in bad”, to the exclusion of every other physical love, they become cooperators with the Creator in bringing new life into the world. You parents can look with love at your children and say: this is “flesh of my flesh” (10). Your life is defined by your fatherly and motherly desire and duty to give your children the best: a loving home, an upbringing, a healthy and positive start on the road of life, now and for eternity. Above all, through Baptism you make it possible for your children to become God’s beloved sons and daughters, mystically united with Christ, incorporated into his Church! Consider how important it is for you to foster the life of faith and the life of grace in yourselves and in your children. Beneath the high altar of this Cathedral, together with the former Cardinals and Archbishops of New York, there is buried the Servant of God Pierre Toussaint, a married man, a one-time slave from Haiti. What is so extraordinary about this man? He radiated a most serene and joyful faith, nourished daily by the Eucharist and visits to the Blessed Sacrament. In the face of constant, painful discrimination he understood, as few have understood, the meaning of the words: “Father, forgive them; they do not know what they are doing” (11). No treasure is as uplifting and transforming as the light of faith.
From many points of view, these are difficult times for parents who wish to pass on to their children the treasure of the Catholic faith. Sometimes you yourselves are not sure what the Church stands for. There are false teachers and dissenting voices. Bad examples cause great harm. Furthermore, a self-indulgent culture undermines many of the values which are at the basis of sound family life.
9. Ioannis Pauli PP. II Lettera alle Famiglie, 23 [1994 02 02/23].
10. Gen 2,23.
11. Lc 23,34.
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5. There are two immediate things which the Catholic families of America can do to strengthen home-life. The first is prayer: both personal and family prayer. Prayer raises our minds and hearts to God to thank him for his blessings, to ask him for his help. It brings the saving power of Jesus Christ into the decisions and actions of everyday life.
One prayer in particular I recommend to families: the one we have just been praying, the Rosary. And especially the Joyful Mysteries, which help us to meditate on the Holy Family of Nazareth. Uniting her will with the will of God, Mary conceived the Christ Child, and became the model of every mother carrying her unborn child. By visiting her cousin Elizabeth, Mary took to another family the healing presence of Jesus. Mary gave birth to the Infant Jesus in the humblest of circumstances and presented him to Simeon in the Temple, as every baby may be presented to God in Baptism. Mary and Joseph worried over the lost Child before they found him in the Temple, so that parents of all generations would know that the trials and sorrows of family life are the road to closer union with Jesus. To use a phrase made famous by the late Father Patrick Peyton: The family that prays toge ther, stays together!
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6. The second suggestion I make to families is to use the Catechism of the Catholic Church to learn about the faith and to answer the questions that come up, especially the moral questions which confront everyone today. Dear Parents, you are educators because you are parents. I exhort and encourage the Bishops and the whole Church in the United States to help parents to fulfill their vocation to be the first and most important teachers of the faith to their children. And I wish to say a special word of thanks to all those who make sacrifices, sometimes heroic sacrifices, to ensure that Catholic children receive formation in the faith either through the Catholic School system or through Religious Education Programs in your parishes. I know that the Archdiocese of New York is proud of its Catholic schools and its Religious Education Programs. Immense effort goes into these undertakings, in the face of great odds. May God reward everyone involved!
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7. Families in difficulties or couples in irregular situations also have a claim on the Church’s pastoral care. Other stronger and spiritually mature families can play a wonderful role in bringing encouragement and help to such couples and families. Every strengthening of family bonds is a victory for society. I appeal to all of you to promote respect for the mystery of life and love which God has entrusted in a special way to families.
[Insegnamenti GP II, 18/2, 777-779]