[1851] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA CAUSA DE LA FAMILIA DIGNIFICA AL MUNDO
Del Discurso Amadas famílias, a las Familias en el estadio de Maracaná, Rio de Janeiro (Brasil), 4 octubre 1997
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1. Queridas familias reunidas aquí, en Río de Janeiro, procedentes de todos los pueblos y de todas las naciones; amadas familias del mundo entero que, a través de la radio y la televisión, seguís este encuentro, os doy la bienvenida y os saludo a todas con particular cariño y os bendigo.
Os agradezco sinceramente esta calurosa manifestación de fe y alegría que nos habéis querido ofrecer hoy, para ayudarnos a reflexionar en el hecho de que la familia es realmente don y compromiso en defensa de la persona y de la vida, así como esperanza de la humanidad. También el arte es un instrumento al servicio del mensaje del amor comprometido y de la vida, maravilloso don de Dios. Nos habéis hecho partícipes de lo que Dios, autor del matrimonio y Señor de la vida, ha realizado en vosotros. Y también habéis dado testimonio de lo que habéis conseguido con su gracia. ¿No es verdad que el Señor, en las más diversas situaciones, incluso en medio de las tribulaciones y las dificultades, siempre os ha acompañado? Sí. El Señor de la alianza, que vino a buscaros y os ha encontrado, siempre os ha acompañado en vuestro camino. Dios nuestro Señor, el autor del matrimonio que os ha unido, os ha colmado abundantemente con la riqueza de su amor, para vuestra felicidad.
Quisiera recoger aquí, en una breve síntesis, los temas sobre los que habéis reflexionado, después de una intensa preparación catequística de acuerdo con el Magisterio de la Iglesia, en las reuniones de familias, en las diócesis, en las parroquias, en los movimientos y en las asociaciones. Sin duda, ha sido una preparación estupenda, cuyos frutos traéis hoy aquí, para provecho y alegría de todos.
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La auténtica felicidad
2. La familia es patrimonio de la humanidad, porque a través de ella, de acuerdo con el designio de Dios, se debe prolongar la presencia del hombre sobre la tierra. En las familias cristianas, fundadas en el sacramento del matrimonio, la fe nos hace ver de modo admirable el rostro de Cristo, esplendor de la verdad, que colma de luz y alegría los hogares que viven de acuerdo con el Evangelio.
Por desgracia, hoy se está difundiendo en el mundo un engañoso mensaje de felicidad imposible e inconsistente, que conlleva sólo desolación y amargura. La felicidad no se consigue por el camino de la libertad sin la verdad, porque se trata del camino del egoísmo irresponsable, que divide y corroe a la familia y a la sociedad.
¡No es verdad que los esposos, como si fueran esclavos condenados a su propia fragilidad, no pueden permanecer fieles a su entrega total, hasta la muerte! El Señor, que os llama a vivir en la unidad de “una sola carne”, unidad de cuerpo y alma, unidad de la vida entera, os da la fuerza para una fidelidad que ennoblece y hace que vuestra unión no corra el peligro de una traición, que priva de la dignidad y de la felicidad e introduce en el hogar división y amargura, cuyas principales víctimas son los hijos. La mejor defensa del hogar está en la fidelidad, que es un don de Dios, fiel y misericordioso, en un amor redimido por él.
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Defensa de la familia
3. Quisiera, una vez más, lanzar aquí un clamor de esperanza y de liberación.
Familias de América Latina y del mundo entero, no os dejéis seducir por ese mensaje de mentira que degrada a los pueblos, atenta contra sus mejores tradiciones y valores, y hace caer sobre los hijos un cúmulo de sufrimientos y de infelicidad. La causa de la familia dignifica al mundo y lo libera en la auténtica verdad del ser humano, del misterio de la vida, don de Dios, del hombre y la mujer, imágenes de Dios. Hay que luchar por esa causa para asegurar vuestra felicidad y el futuro de la familia humana.
Desde aquí, en esta tarde, en que familias de todas las partes del mundo estrechan sus manos, como en una inmensa corona de amor y de fidelidad, lanzo esta invitación a cuantos trabajan en la edificación de una nueva sociedad en la que reine la civilización del amor: defended, como don precioso e insustituible, ¡don precioso e insustituible!, vuestras familias; protegedlas con leyes justas que combatan la miseria y el azote del desempleo y que, a la vez, permitan a los padres que cumplan con su misión. ¿Cómo pueden los jóvenes crear una familia si no tienen con qué mantenerla? La miseria destruye la familia, impide el acceso a la cultura y a la educación básica, corrompe las costumbres, daña en su propia raíz la salud de los jóvenes y los adultos. ¡Ayudadlas! En esto se juega vuestro futuro.
Existen en la historia moderna numerosos fenómenos sociales que nos invitan a hacer un examen de conciencia sobre la familia. En muchos casos hay que reconocer con vergüenza que se han producido errores y desvaríos. ¿Cómo no denunciar aquellos comportamientos, motivados por el desenfreno y la irresponsabilidad, que conducen a tratar a los seres humanos como a simples cosas o instrumentos del placer pasajero y vacío? ¿Cómo no reaccionar ante la falta de respeto, la pornografía y toda clase de explotación, de las que en muchos casos los niños pagan el precio más caro?
Las sociedades que se despreocupan de la infancia son inhumanas e irresponsables. Los hogares que no educan íntegramente a sus hijos, que los abandonan, cometen una gravísima injusticia, de la que deberán rendir cuentas ante el tribunal de Dios. Sé que no pocas familias, a veces, son víctimas de situaciones que las superan. En esos casos, es preciso apelar a la solidaridad de todos, porque los niños acaban sufriendo todas las formas de pobreza: la de la miseria económica y, sobre todo, de la miseria moral, que da origen al fenómeno al que me referí en la Carta a las familias: Hay muchos huérfanos de padres vivos (n. 14)[1].
Como recordó el cardenal presidente del Consejo pontificio para la familia, para servir de símbolo de una caridad efectiva y fruto del I Encuentro mundial con las familias celebrado en Roma, se ha realizado en Ruanda una “Ciudad de los niños”, construida con la ayuda de muchas personas y de algunas generosas instituciones; y se está construyendo otra en Salvador de Bahía, en los mismos barrios pantanosos que visité y donde dirigí un llamamiento a la esperanza y a la promoción humana, durante mi primera visita apostólica a Brasil, en julio de 1980. Este esfuerzo conlleva un mensaje y una invitación que dirijo a toda la humanidad, mediante vosotras, familias del mundo entero: acoged a vuestros hijos con amor responsable; defendedlos como un don de Dios, desde el instante en que son concebidos, en que la vida humana nace en el seno de la madre; que el crimen abominable del aborto, vergüenza de la humanidad, no condene a los niños concebidos a la más injusta de las ejecuciones: la de los seres humanos más inocentes. ¡Cuántas veces escuchamos de labios de la madre Teresa de Calcuta esta proclamación del inestimable valor de la vida desde su concepción en el seno materno y contra cualquier acto de supresión de la vida! La escuchamos todos durante el Acto de testimonio en el I Encuentro mundial celebrado en Roma. La muerte ha hecho enmudecer esos labios, pero el mensaje de la madre Teresa en favor de la vida sigue más vibrante y convincente que nunca.
[1]. [1994 02 02a/ 14]
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El porvenir de la humanidad
4. En este estadio, que, gracias al juego de luces, parece convertido en vidrieras de una inmensa catedral, la celebración de hoy quiere impulsar a todos a un compromiso grande y noble, sobre el que invocamos la ayuda de Dios todopoderoso:
Por las familias, para que, unidas en el amor de Cristo, organizadas pastoralmente, presentes activamente en la sociedad, comprometidas en su misión de humanización, liberación, construcción de un mundo de acuerdo con el corazón de Cristo, sean realmente la esperanza de la humanidad.
Por los hijos, para que crezcan como Jesús en el hogar de Nazaret. En el seno de las madres duerme la semilla de la nueva humanidad. En el rostro de los niños resplandece el futuro, el futuro milenio, el porvenir que está en las manos de Dios.
Por los jóvenes, para que se esfuercen con gran entusiasmo por preparar su familia de mañana, educándose a sí mismos en el amor verdadero, que es apertura a los demás, capacidad de escuchar y responder, compromiso de entrega generosa, incluso a costa del sacrificio personal, y disponibilidad a la comprensión recíproca y al perdón.
Ayer, hablando en Río Centro, di gracias a Río de Janeiro porque me dio una gran inspiración. Aquí hay una arquitectura divina y una arquitectura humana que se complementan admirablemente. Esto me ha dado una inspiración: armonizar admirablemente las familias, los matrimonios en el plano divino y en el plano humano. Las arquitecturas divina y humana se complementan son justas y necesarias estas dos palabras: amor y responsabilidad. Llegué ya a esta conclusión hace cincuenta años: amor y responsabilidad. Se trata de un verdadero principio para armonizar las arquitecturas, divina y humana, del matrimonio y de la familia.
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Testigos de Cristo
5. Familias del mundo entero, deseo concluir renovando un llamamiento: Sed testigos vivos de Cristo, que es “el camino, la verdad y la vida” (cf. Carta a las familias, 23)[2]. Dejad que vuestro corazón acoja los frutos del Congreso teológico-pastoral que acaba de concluir. Y que la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y de nuestro Señor Jesucristo estén con todos vosotros (cf. 2 Co 1, 2).
María, Reina de la familia, Sede de la sabiduría, esclava del Señor, ¡ruega por nosotros! ¡Ruega por nosotros, ruega por los jóvenes, ruega por las familias! Amén.
[OR (e.c.) 10.X.1997, 6]
[2]. [1994 02 02a/ 23]
1997 10 04b 0001
1. [...] Amadas famílias de todo o mundo, que através do Rádio e da Televisão seguis este Encontro! Saúdo a todas com especial carinho e a todos vos abençôo.
Muito obrigado por esta calorosa manifestação de fé e de alegria que nos quisestes dar hoje, para ajudar-nos a refletir que a família é realmente dom e compromisso pela pessoa e pela vida, e esperança da humanidade. Também a arte foi colocada como instrumento a serviço da mensagem do amor comprometido e da vida, maravilhoso dom de Deus. Fizestes-nos participar daquilo que o Senhor, Autor do matrimônio e Senhor da vida, realizou em vós. E também testemunhastes o que conseguistes com sua graça. Não é verdade que o Senhor, nas mais distintas situações, inclusive no meio das tribulações e das dificuldades, sempre vos acompanhou? Sim! o Senhor da Aliança, que veio à vossa procura e vos encontrou, sempre vos acompanhou no vosso caminho. Deus Nosso Senhor, o Autor do matrimônio que vos uniu, derramou abundantemente, para vossa felicidade, a riqueza do seu amor.
Eu gostaria de recolher aqui, em breve síntese, aquilo que haveis refletido, após uma intensa preparação catequética conforme o Magistério da Igreja, nas Assembléias Familiares, nas Dioceses, Paróquias, Movimentos e Associações. Foi, sem dúvida, uma formosa preparação, cujos frutos trazeis hoje aqui para proveito e alegria de todos.
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2. A família é patrimônio da humanidade, porque é mediante a família que, conforme o desígnio de Deus, se deve prolongar a presença do homem sobre a terra. Nas famílias cristãs, fundadas no sacramento do matrimônio, a fé nos vislumbra maravilhosamente o rosto de Cristo, esplendor da verdade, que enche de luz e de alegria os lares que inspiram a sua vida no Evangelho.
Hoje, infelizmente, vai-se difundindo pelo mundo uma mensagem enganosa de felicidade impossível e inconsistente, que só arrasta consigo desolação e amargura. A felicidade não se consegue pela via da liberdade sem a verdade, porque esta é a via do egoísmo irresponsável, que divide e corrói a família e a sociedade.
Não é verdade que os esposos, como se fossem escravos condenados à sua própria fragilidade, não possam permanecer fiéis à sua entrega total até à morte! O Senhor, que vos chama a viver na unidade de “uma só carne”, unidade de corpo e alma, unidade da vida toda, dá-vos força para uma fidelidade que enobrece e que faz com que a vossa união não corra o risco da traição que rouba a dignidade e a felicidade e introduz, no seio do lar, divisão e amargura cujas maiores vítimas são os filhos. A melhor defesa do lar está na fidelidade que é uma dádiva do Deus fiel e misericordioso, num amor por Ele redimido.
1997 10 04b 0003
3. Quisiera, una vez más, lanzar aquí un clamor de esperanza y de liberación.
Familias de América Latina y del mundo entero, no os dejéis seducir por ese mensaje de mentira que degrada a los pueblos, atenta contra sus mejores tradiciones y valores, y hace caer sobre los hijos un cúmulo de sufrimientos y de infelicidad. La causa de la familia dignifica al mundo y lo libera en la auténtica verdad del ser humano, del misterio de la vida, don de Dios, del hombre y la mujer, imágenes de Dios. Hay que luchar por esa causa para asegurar vuestra felicidad y el futuro de la familia humana.
Desde aquí, en esta tarde, en que familias de todas las partes del mundo estrechan sus manos, como en una inmensa corona de amor y de fidelidad, lanzo esta invitación a cuantos trabajan en la edificación de una nueva sociedad en la que reine la civilización del amor: defended, como don precioso e insustituible, ¡don precioso e insustituible!, vuestras familias; protegedlas con leyes justas que combatan la miseria y el azote del desempleo y que, a la vez, permitan a los padres que cumplan con su misión. ¿Cómo pueden los jóvenes crear una familia si no tienen con qué mantenerla? La miseria destruye la familia, impide el acceso a la cultura y a la educación básica, corrompe las costumbres, daña en su propia raíz la salud de los jóvenes y los adultos. ¡Ayudadlas! En esto se juega vuestro futuro.
Existen en la historia moderna numerosos fenómenos sociales que nos invitan a hacer un examen de conciencia sobre la familia. En muchos casos hay que reconocer con vergüenza que se han producido errores y desvaríos. ¿Cómo no denunciar aquellos comportamientos, motivados por el desenfreno y la irresponsabilidad, que conducen a tratar a los seres humanos como a simples cosas o instrumentos del placer pasajero y vacío? ¿Cómo no reaccionar ante la falta de respeto, la pornografía y toda clase de explotación, de las que en muchos casos los niños pagan el precio más caro?
As sociedades que se despreocupam da infância são desumanas e irresponsáveis. Os lares que não educam integralmente seus filhos, que os abandonam, cometem uma gravíssima injustiça de que deverão prestar contas diante do tribunal de Deus. Sei que não poucas famílias são, por vezes, vítimas de situações maiores que elas próprias. Em tais casos, ocorre fazer apelo à solidariedade de todos, porque as crianças acabam sofrendo todas as formas de pobreza: a da miséria econômica e, sobretudo, da miséria moral que produz o fenômeno a que aludia na Carta às Famílias: Há muitos órfãos de pais vivos! (n. 14)[1].
Como foi lembrado pelo Cardeal Presidente do Pontifício Conselho para a Família, para servir de símbolo de uma caridade efetiva e fruto do Primeiro Encontro Mundial com as Famílias em Roma, foi concluída uma “Cidade das Crianças” em Ruanda, tendo sido construída com a ajuda de muitas pessoas e algumas generosas instituições; e começam a construir outra em Salvador da Bahia, naqueles mesmos Alagados que visitei e aos quais deixei um apelo à esperança e à promoção humana durante a minha primeira Visita Apostólica ao Brasil em julho de 1980. Este esforço leva em si uma mensagem e um convite que dirijo ao mundo, através de vós famílias de todo o mundo: acolhei vossos filhos com um amor responsável; defendei-os como um dom de Deus, desde o momento em que são concebidos, em que a vida humana surge no ventre das mães; que o crime abominável do aborto, vergonha para a humanidade, não condene os concebidos à mais injusta das execuções: a dos seres humanos mais inocentes! Esta proclamação sobre o inestimável valor da vida desde o ventre materno e contra qualquer manobra de supressão da vida, quantas vezes a ouvimos dos lábios da Madre Teresa de Calcutá!? Ouvimo-la todos durante o Ato Testemunhal do Primeiro Encontro, em Roma. Aqueles lábios estão agora mudos pela morte. Mas a mensagem de Madre Teresa em favor da vida continua vibrante e convincente como nunca.
[1]. [1994 02 02a/ 14]
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4. Neste Estádio, convertido agora pelo jogo de luzes como em vitrais de uma imensa Catedral, a celebração de hoje quer chamar a todos a um grande e nobre compromisso, sobre o qual invocamos a ajuda de Deus Onipotente:
Pelas famílias, para que unidas no amor de Cristo, organizadas pastoralmente, presentes ativamente na sociedade, comprometidas na sua missão de humanização, de libertação, de construção de um mundo segundo o coração de Cristo, sejam realmente a esperança da humanidade!
Pelos filhos, para que cresçam como Jesus, no lar de Nazaré. No seio das mães, dorme a semente da nova humanidade. No rosto das crianças, brilha o futuro, o futuro milênio, o porvir que está nas mãos de Deus.
Pelos jovens, para que se empenhem, com grande entusiasmo, a preparar sua família de amanhã, educando-se a si mesmos para o amor verdadeiro que é abertura ao outro, capacidade de escuta e de resposta, compromisso de doação generosa, inclusive a custo de sacrifício pessoal, e disponibilidade à compreensão recíproca e ao perdão, pelos jovens.
Ontem, falando no Rio Centro, agradeci ao Rio de Janeiro ter me dado uma grande inspiração. Aquí há uma arquitetura divina e uma arquitetura humana que se compõem maravilhosamente, dando-me uma inspiração, uma inspiração para compor maravilhosamente as famílias, no plano divino e no plano humano. Estas duas arquiteturas, divina e humana, se compõem. E como se compõem? Parecem justas e necessárias estas duas palavras: amor e responsabilidade. Cheguei a esta conclusão já há cinqüenta anos... sim, cinqüenta anos: amor e responsabilidade. Parece que este é um verdadeiro princípio para compor bem as duas arquiteturas –a divina e a humana– do matrimônio e da família.
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5. Famílias de todo o mundo, quero concluir renovando um apelo: Sede testemunhos vivos de Cristo, que é “o caminho, a verdade e a vida” (cf. Carta às Famílias, 23)[2]! Deixai que entrem no próprio coração os frutos do Congresso Teológico-Pastoral recém-concluído. E que a graça e a paz da parte de Deus, nosso Pai, e da parte do Senhor Jesus Cristo, estejam convosco! (cf. 2 Cor 1, 2)!
Maria, Rainha da Família,
Sede da Sabedoria, Serva do Senhor,
rogai por nós. Amém.
Rogai por nós, rogai pelos jovens, rogai pelas famílias.
[OR (Suppl.) 8.X.1997, V-VI]
[2]. [1994 02 02a/ 23]