[1855] • JUAN PABLO II (1978-2005) • RESPETAR EL PLAN DE DIOS SOBRE LA VIDA
Del Discurso In the love, a los Obispos de Inglaterra y Gales, en la visita ad limina, 23 octubre 1997
1997 10 23 0005
Respetar el plan de Dios
5. Los fieles buscan en vosotros, como obispos individualmente y como Conferencia, una guía espiritual y moral que les ayude a responder a los complejos interrogantes que la sociedad actual les plantea a ellos y a sus familias. Esperan que sus guías espirituales sean capaces de compartir con ellos las “razones de la esperanza” (cf. 1 Pe 3, 15), una esperanza que deriva de la verdad sobre el hombre en cuanto criatura amada por Dios, redimida por la sangre de Cristo y destinada a la comunión eterna con él en el cielo; la verdad sobre la dignidad del hombre y, por tanto, sobre su responsabilidad ante la vida y ante el mundo en el que vive.
Hoy se tiende a considerar la vida humana con una “mentalidad consumista”. La vida sólo tiene valor si es útil de alguna manera, o si puede procurar satisfacción y placer. Se rechaza el sufrimiento como un mal sin sentido, que hay que evitar a toda costa. Los grupos de presión tratan de hacer que la opinión pública apruebe el aborto y la eutanasia como soluciones moralmente aceptables para los problemas de la vida. A quienes pretenden dar base legal al así llamado “derecho a morir con dignidad”, la Iglesia no puede menos de replicarles que los cristianos tienen la clara obligación de rechazar una legislación que ponga en peligro la vida humana o que lesione su dignidad (cf. Evangelium vitae, 72)[1]. Como obispos, debemos enseñar que la atención responsable a la vida exige que todos respeten la diferencia médica, moral y ética entre curación, usando todos los medios ordinarios para proteger la vida desde su concepción natural hasta su fin natural, y asesinato. Frente al reciente progreso de la biotecnología, con implicaciones morales muy delicadas, toda la Iglesia, guiada por el Colegio episcopal en unión con el Papa, debe proclamar firme y claramente que la investigación científica sólo es fiel a sí misma como actividad humana cuando respeta el orden ético inscrito por el Creador en el corazón del hombre (cf. Rm 2, 15).
[OR (e.c.) 31.X.1997, 7-8]
[1]. [1995 03 25b/ 72]
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5. The faithful look to you, as individual Bishops and as a Conference, to provide the spiritual and moral leadership which will help them to respond to the complex questions facing them and their families in today’s society. They expect their spiritual guides to be able to share with them “reasons for hope” (cf. 1 Pt 3, 15): the hope which derives from the truth about man as God’s beloved creature, redeemed by the blood of Christ and destined for eternal communion with him in heaven; the truth about man’s dignity and therefore about his responsibility for life and for the world in which he lives.
Today, human life itself tends to be considered in terms of a “consumer mentality”. Life is valued only if it appears to be useful in some way, or can bring satisfaction and pleasure. Suffering is rejected as a meaningless evil to be avoided at all costs. Influential elites seek to move public opinion to endorse abortion and euthanasia as morally acceptable solutions to life’s problems. To those now seeking legal backing for the so-called “right to die with dignity” the Church cannot but reply that Christians have a clear obligation to oppose legislation which jeopardizes human life or repudiates its dignity (cf. Evangelium vitae, n. 72)[1]. As Bishops, we must teach that responsible stewardship over life demands that everyone respect the medical, moral and ethical difference between healing –using all the ordinary means available to care for life from natural conception until its natural end– and killing. In the face of recent developments in biotechnology, with extremely delicate moral implications, the whole Church, guided by the College of Bishops in union with the Pope, must firmly and clearly proclaim that scientific research remains true to itself as a human activity only if it respects the ethical order inscribed by the Creator on man’s heart (cf. Rom 2, 15).
[OR 24.X.1997, 5]
[1]. [1995 03 25b/ 72]