[1970] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA VIDA VENCERÁ
Del Discurso E’ sempre, a la Academia Pontificia para la Vida, 3 marzo 2001
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1. Me alegra siempre encontrarme con vosotros, ilustres miembros de la Academia pontificia para la vida. Hoy el motivo que me brinda la ocasión es vuestra asamblea general anual, por la que habéis acudido a Roma procedentes de diversos paÃses. Os dirijo mi más cordial saludo a cada uno de vosotros, beneméritos amigos que formáis la familia de esta Academia, tan querida para mÃ. En particular, dirijo un saludo deferente a vuestro presidente, el profesor Juan de Dios Vial Correa, a quien agradezco las amables palabras con las que ha interpretado vuestros sentimientos. Extiendo mi saludo al vicepresidente, monseñor Elio Sgreccia, a los miembros del consejo de dirección, a los colaboradores y a los bienhechores.
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2. Habéis elegido como tema para la reflexión de vuestra asamblea un asunto de gran interés: La cultura de la vida: fundamentos y dimensiones. Ya en su misma formulación el tema manifiesta el propósito de prestar atención al aspecto positivo y constructivo de la defensa de la vida humana. Durante estos dÃas os habéis preguntado de qué fundamentos es preciso partir para promover o reactivar una cultura de la vida y con qué contenidos hay que proponerla a una sociedad caracterizada âcomo recordé en la encÃclica Evangelium vitaeâ por una cultura de la muerte cada vez más difundida y alarmante (cf. nn. 7 y 17).
El mejor modo para superar y vencer la peligrosa cultura de la muerte consiste precisamente en dar sólidos fundamentos y luminosos contenidos a una cultura de la vida que se contraponga a ella con vigor. No basta, aunque sea necesario y debido, limitarse a exponer y denunciar los efectos letales de la cultura de la muerte.
Es preciso, más bien, regenerar continuamente el entramado interior de la cultura contemporánea, entendida como mentalidad vivida, como convicciones y comportamientos, y como estructuras sociales que la sostienen. Esta reflexión resulta mucho más valiosa si se tiene en cuenta que sobre la cultura no sólo influye la conducta individual, sino también las opciones legislativas y polÃticas, las cuales, a su vez, producen movimientos culturales que, por desgracia, a menudo obstaculizan la auténtica renovación de la sociedad.
Por otra parte, la cultura orienta las estrategias de la investigación cientÃfica que, hoy más que nunca, es capaz de ofrecer medios potentes, desafortunadamente no siempre empleados para el verdadero bien del hombre. Más aún, a veces se tiene la impresión de que la investigación, en muchos campos, va contra el hombre.
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3. Por tanto, oportunamente habéis querido precisar los fundamentos y las dimensiones de la cultura de la vida. Desde esta perspectiva, habéis puesto de relieve los grandes temas de la creación, mostrando que la vida humana debe percibirse como don de Dios. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, está llamado a ser su colaborador libre y, al mismo tiempo, responsable de la âgestiónâ de la creación. Asimismo, habéis querido reafirmar el valor inalienable de la dignidad de la persona, que distingue a todo hombre, desde la concepción hasta la muerte natural; habéis examinado el tema de la corporeidad y su significado personalista; y habéis prestado atención a la familia como comunidad de amor y de vida.
Habéis considerado la importancia de los medios de comunicación para una mayor difusión de la cultura de la vida, y la necesidad de comprometerse en el testimonio personal en su favor. Habéis recordado, además, que en este ámbito es preciso recorrer todos los caminos que favorezcan el diálogo, con la convicción de que la verdad plena sobre el hombre apoya la vida. En este cometido, al creyente lo sostiene el entusiasmo arraigado en la fe. La vida vencerá: esta es para nosotros una esperanza segura. SÃ, la vida vencerá, puesto que la verdad, el bien, la alegrÃa y el verdadero progreso están de parte de la vida. Y de parte de la vida está también Dios, que ama la vida y la da con generosidad.
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4. Como sucede siempre en la relación entre reflexión filosófica y meditación teológica, también en este caso constituyen una ayuda imprescindible la palabra y el ejemplo de Jesús, que dio su vida para vencer nuestra muerte y asociar al hombre a su resurrección. Cristo es la âresurrección y la vidaâ (Jn 11, 25)
Razonando desde esa perspectiva, escribà en la encÃclica Evangelium vitae: âEl evangelio de la vida no es una mera reflexión, aunque original y profunda, sobre la vida humana; ni sólo un mandamiento destinado a sensibilizar la conciencia y a causar cambios significativos en la sociedad; menos aún una promesa ilusoria de un futuro mejor. El evangelio de la vida es una realidad concreta y personal, porque consiste en el anuncio de la persona misma de Jesús, el cual se presenta al apóstol Tomás, y en él a todo hombre, con estas palabras: âYo soy el camino, la verdad y la vidaâ (Jn 14, 6)â (n. 29).
Se trata de una verdad fundamental que la comunidad de creyentes, hoy más que nunca, está llamada a defender y propagar. El mensaje cristiano sobre la vida está âescrito de algún modo en el corazón mismo de cada hombre y mujer, resuena en cada conciencia desde el principio, o sea, desde la misma creación, de modo que, a pesar de los condicionamientos negativos del pecado, también puede ser conocido por la razón humana en sus aspectos esencialesâ (ib.).
El concepto de creación no es sólo un anuncio espléndido de la Revelación, sino también una especie de presentimiento profundo del espÃritu humano. De igual modo, la dignidad de la persona no es sólo una noción deducible de la afirmación bÃblica según la cual el hombre es creado âa imagen y semejanzaâ del Creador; es un concepto basado en su ser espiritual, gracias al cual se manifiesta como ser trascendente con respecto al mundo que lo rodea. La reivindicación de la dignidad del cuerpo como âsujetoâ, y no simplemente como âobjetoâ material, constituye la consecuencia lógica de la concepción bÃblica de la persona. Se trata de una concepción unitaria del ser humano, que han enseñado muchas corrientes de pensamiento, desde la filosofÃa medieval hasta nuestro tiempo.
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5. El compromiso en favor del diálogo entre la fe y la razón no puede por menos de fortalecer la cultura de la vida, conjugando dignidad y sacralidad, libertad y responsabilidad de toda persona, como componentes imprescindibles de su misma existencia. Junto con la defensa de la vida personal, se garantizará también la tutela del ambiente, ambos creados y ordenados por Dios, como lo demuestra la misma estructura natural del universo visible.
Las grandes cuestiones relativas al derecho a la vida de todo ser humano desde la concepción hasta la muerte, el empeño en la promoción de la familia según el designio originario de Dios y la necesidad urgente, que ya sienten todos, de tutelar el ambiente en el que vivimos representan para la ética y el derecho un terreno de interés común. Sobre todo en este campo, que concierne a los derechos fundamentales de la convivencia humana, vale cuanto escribà en la encÃclica Fides et ratio: âLa Iglesia está profundamente convencida de que fe y razón se ayudan mutuamente, ejerciendo recÃprocamente una función tanto de examen crÃtico y purificador, como de estÃmulo para progresar en la búsqueda y en la profundizaciónâ (n. 100).
El radicalismo de los desafÃos que plantean hoy a la humanidad, por una parte, el progreso de la ciencia y de la tecnologÃa y, por otra, los procesos de laicización de la sociedad, exige un esfuerzo intenso de profundización de la reflexión sobre el hombre y sobre su ser en el mundo y en la historia. Es necesario dar prueba de una gran capacidad de diálogo, de escucha y de propuesta, con vistas a la formación de las conciencias. Sólo asà se podrá fomentar una cultura fundada en la esperanza y abierta al progreso integral de cada persona en los diversos paÃses, de modo justo y solidario. Sin una cultura que mantenga firme el derecho a la vida y promueva los valores fundamentales de cada persona, no puede existir una sociedad sana ni la garantÃa de paz y justicia.
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6. Ruego a Dios que ilumine las conciencias y guÃe a cuantos están comprometidos, en diferentes niveles, en la construcción de la sociedad del futuro. Ojalá que busquen siempre como objetivo primario la tutela y la defensa de la vida.
A vosotros, ilustres miembros de la Academia pontificia para la vida, que gastáis vuestras energÃas al servicio de un ideal tan noble y exigente, os expreso mi más profunda estima y gratitud. El Señor os sostenga en el trabajo que estáis realizando y os ayude a cumplir la misión que se os ha confiado. La Virgen santÃsima os conforte con su protección materna.
La Iglesia os agradece el alto servicio que prestáis a la vida. Yo, por mi parte, deseo acompañaros con mi constante aliento, confirmado con una bendición especial.
[DP (2001), 35]
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1. Eâ sempre con vivo piacere che vi incontro, illustri membri della Pontificia Accademia per la Vita. Questâoggi il motivo che me ne offre lâoccasione è lâannuale vostra Assemblea Generale, che vi ha visti convenire a Roma da diversi Paesi. Il mio più cordiale saluto va a ciascuno di voi, benemeriti amici che formate la famiglia di questâAccademia a me molto cara. Un particolare e deferente pensiero rivolgo al vostro Presidente, il Professor Juan de Dios Vial Correa, che ringrazio per le amabili parole con cui ha interpretato i vostri sentimenti. Estendo il mio saluto al Vice-Presidente Mons. Elio Sgreccia, ai componenti del Consiglio Direttivo, ai collaboratori e benefattori.
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2. Avete scelto come tema per la vostra riflessione assembleare un argomento di grande interesse: âLa cultura della vita: fondamenti e dimensioniâ. Già nella stessa sua formulazione il tema manifesta il proposito di portare lâattenzione sullâaspetto positivo e costruttivo della difesa della vita umana. In questi giorni vi siete domandati da quali fondamenti occorra partire per promuovere o riattivare una cultura della vita e con quali contenuti proporla ad una società contrassegnata âcome ricordavo nellâEnciclica âEvangelium vitaeââ da una sempre più diffusa ed allarmante cultura della morte[15].
Il miglior modo per superare e vincere la pericolosa cultura della morte consiste proprio nel dare solidi fondamenti e luminosi contenuti ad una cultura della vita che ad essa si contrapponga con vigore. Non è sufficiente, anche se necessario e doveroso, limitarsi a esporre e denunciare gli effetti letali della cultura della morte. Occorre piuttosto rigenerare di continuo il tessuto interiore della cultura contemporanea, intesa come mentalità vissuta, come convinzioni e comportamenti, come strutture sociali che la sostengono.
Tanto più preziosa appare questa riflessione, se si tiene conto che dalla cultura non viene influenzata soltanto la condotta individuale, ma anche le scelte legislative e politiche, le quali, a loro volta, veicolano spinte culturali che non di rado ostacolano, purtroppo, lâautentico rinnovamento della società .
La cultura orienta, inoltre, le strategie della ricerca scientifica, che oggi, come non mai, è in grado di offrire mezzi potenti, non sempre impiegati purtroppo per il vero bene dellâuomo. Anzi, talora la ricerca sembra muoversi, in molti campi, addirittura contro lâuomo.
[15] Cfr. Ioannis Pauli PP. II Evangelium Vitae, 7, 17 [1995 03 25/7, 17]
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3. Opportunamente, pertanto, voi avete voluto precisare i fondamenti e le dimensioni della cultura della vita. In questa prospettiva, avete posto lâaccento sui grandi temi della creazione, evidenziando come la vita umana debba essere percepita quale dono di Dio. Lâuomo, creato ad immagine e somiglianza di Dio, è chiamato ad essere suo collaboratore libero e, ad un tempo, responsabile nella âgestioneâ del creato. Avete voluto, altresì, ribadire il valore inalienabile della dignità di persona, che connota ogni individuo, dal concepimento alla morte naturale; avete rivisitato il tema della corporeità e del suo significato personalistico; avete portato lâattenzione sulla famiglia come comunità dâamore e di vita. Vi siete soffermati a considerare lâimportanza dei mezzi di comunicazione per una capillare diffusione della cultura della vita, e la necessità di impegnarsi nella testimonianza personale a suo favore.
Avete inoltre ricordato come vada perseguita, in questo ambito, ogni via che favorisca il dialogo, nella convinzione che la verità piena sullâuomo è a sostegno della vita. Il credente è sorretto, in questo, dallâentusiasmo radicato nella fede. La vita vincerà : è questa per noi una sicura speranza. Sì, vincerà la vita, perché dalla parte della vita stanno la verità , il bene, la gioia, il vero progresso. Dalla parte della vita è Dio, che ama la vita e la dona con larghezza.
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4. Come sempre avviene nel rapporto tra riflessione filosofica e meditazione teologica, anche in questo caso sono di imprescindibile aiuto la parola e lâesempio di Gesù, che ha dato la sua vita per vincere la nostra morte e per associare lâuomo alla sua risurrezione. Cristo è la «resurrezione e la vita»[16].
Ragionando in questâottica, nellâEnciclica âEvangelium vitaeâ ho scritto: âIl Vangelo della vita non è una semplice riflessione, anche se originale e profonda, sulla vita umana; neppure è soltanto un comandamento destinato a sensibilizzare la coscienza e a provocare significativi cambiamenti nella società ; tanto meno è unâillusoria promessa di un futuro migliore. Il Vangelo della vita è una realtà concreta e personale, perché consiste nellâannuncio della persona stessa di Gesù. Allâapostolo Tommaso e ad ogni uomo, Gesù si presenta con queste parole: «Io sono la Via, la Verità e la Vita[17]»â[18].
Si tratta di una fondamentale verità che la comunità dei credenti, oggi più che mai, è chiamata a difendere e propagare. Il messaggio cristiano sulla vita è âscritto in qualche modo nel cuore stesso di ogni uomo e di ogni donna, risuona in ogni coscienza dal principio, ossia dalla creazione stessa, così che, nonostante i condizionamenti negativi del peccato, può essere conosciuto nei suoi tratti essenziali anche dalla ragione umanaâ[19].
Il concetto di creazione non è soltanto un annuncio splendido della Rivelazione, ma anche una sorta di presentimento profondo dello spirito umano. Ugualmente, la dignità della persona non è nozione derivabile soltanto dallâaffermazione biblica secondo cui lâuomo è creato âad immagine e somiglianzaâ del Creatore, ma è concetto radicato nel suo essere spirituale, grazie al quale egli si manifesta come essere trascendente rispetto al mondo che lo circonda. La rivendicazione della dignità del corpo come «soggetto», e non semplice «oggetto» materiale, costituisce la logica conseguenza della concezione biblica della persona. Si tratta di una concezione unitaria dellâessere umano, che molte correnti di pensiero, dalla filosofia medioevale fino ai nostri tempi, hanno insegnato.
[16]Io. 11, 25.
[17]Ibid. 14, 6.
[18]Ioannis Pauli PP. II Evangelium Vitae, 29 [1995 03 25/29]
[19]Ibid. [1995 03 25/29]
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5. Lâimpegno per il dialogo tra fede e ragione non può che rafforzare la cultura della vita, congiungendo insieme dignità e sacralità , libertà e responsabilità di ogni persona, quali componenti imprescindibili della sua stessa esistenza. Verrà , altresì, garantita, insieme con la difesa della vita personale, la tutela dellâambiente, entrambi creati e ordinati da Dio, come è comprovato dalla stessa struttura naturale dellâuniverso visibile.
Le grandi istanze relative al diritto alla vita di ogni essere umano dal concepimento alla morte, lâimpegno per la promozione della famiglia secondo il disegno originario di Dio, e lâurgente bisogno, ormai da tutti sentito, di tutelare lâambiente nel quale viviamo rappresentano per lâetica e per il diritto un terreno di comune interesse. Soprattutto in questo campo, in cui sono coinvolti i diritti fondamentali dellâumana convivenza, vale quanto ho scritto nellâEnciclica Fides et ratio: âLa Chiesa permane nella più profonda convinzione che fede e ragione si recano un aiuto scambievole, esercitando lâuna per lâaltra una funzione sia di vaglio critico e purificatore, sia di stimolo a progredire nella ricerca e nellâapprofondimentoâ[20].
La radicalità delle sfide che oggi vengono poste allâumanità , da una parte, dai progressi della scienza e della tecnologia, dallâaltra dai processi di laicizzazione della società , esige uno sforzo appassionato di approfondimento della riflessione sullâuomo e sul suo essere nel mondo e nella storia. Eâ necessario dar prova di una grande capacità di dialogo, di ascolto e di proposta, in vista della formazione delle coscienze. Solo così si potrà dar vita ad una cultura fondata sulla speranza e aperta al progresso integrale di ogni individuo nei vari Paesi, in modo giusto e solidale. Senza una cultura che mantenga saldo il diritto alla vita e promuova i valori fondamentali di ogni persona, non si può avere una società sana né la garanzia della pace e della giustizia.
[20]Ioannis Pauli PP. II Fides et Ratio, 100.
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6. Prego Dio perché illumini le coscienze e guidi quanti sono coinvolti, a vari livelli, nellâedificazione della società di domani. Sappiano sempre proporsi come obiettivo primario la tutela e la difesa della vita.
A voi, illustri membri della Pontificia Accademia per la Vita, che spendete le vostre energie a servizio di uno scopo tanto nobile ed esigente, esprimo il mio più vivo e grato apprezzamento. Il Signore vi sostenga nel lavoro che state svolgendo e vi aiuti a portare a compimento la missione che vi è affidata. La Vergine Santissima vi conforti con la sua materna protezione.
La Chiesa vi è riconoscente per lâalto servizio che rendete alla vita. Quanto a me, desidero accompagnarvi con il mio costante incoraggiamento, avvalorato da una speciale Benedizione.
[Insegnamenti GP II, 24/1 (2001), 478-472]