[1985] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA PRODUCCIÓN DE EMBRIONES, UN GRAVE ATENTADO AL RESPETO ABSOLUTO A LA VIDA
Del Mensaje Vous avez choisi, al Presidente de las Semanas Sociales de Francia, 15 noviembre 2001
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1. Habéis elegido como tema de la sesión de las Semanas sociales de Francia de este año, que tendrá lugar en ParÃs del 23 al 25 de noviembre, «BiologÃa, medicina y sociedad, ¿qué haremos del hombre?». Es particularmente oportuno abordar hoy de manera nueva las cuestiones complejas de la bioética, recurriendo a especialistas en los diferentes campos del saber cientÃfico, técnico, filosófico y teológico. En efecto, es importante que nuestros contemporáneos, frecuentemente turbados y extraviados ante los progresos de la ciencia y sus implicaciones éticas, no sólo estén informados de todas las posibilidades que permite la ciencia, sino también, y sobre todo, dispongan de los medios para formar su conciencia, con el fin de tomar decisiones conformes a los valores humanos y morales fundamentales, que manifiestan el lugar insigne del hombre en la creación.
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2. La Iglesia católica aprecia y apoya la investigación en biomedicina cuando tiende a la prevención y a la curación de las enfermedades, al alivio del sufrimiento y al bienestar del hombre. Sabe que «si se procede de un modo auténticamente cientÃfico y según las normas morales, nunca estará realmente en oposición con la fe» (Gaudium et spes, 36). Además, la investigación permite descubrir las grandes leyes que rigen el funcionamiento de la materia y de los seres vivos, constatar el orden inscrito en la creación y apreciar las maravillas del hombre, en su inteligencia y en su cuerpo, y penetrar más en el misterio; en él, en cierta medida, se refleja la luz del Verbo, por quien «todo se hizo» (Jn 1, 3). La Iglesia, con el deseo de compartir el sentido del hombre que recibe del Salvador, quiere aportar su contribución a la reflexión para ayudar a los responsables del bien común y a todas las personas que tienen que tomar graves decisiones en estos campos de la vida. En efecto, es importante que la ciencia no reduzca al hombre a un objeto, sino que esté verdadera y plenamente a su servicio. Sin embargo, la Iglesia no ignora la complejidad, a veces dramática, de situaciones dolorosas que viven las personas, y también es consciente de las presiones ejercidas por fuertes intereses económicos. Los fieles de la Iglesia católica y todos los hombres de buena voluntad están llamados a comprometerse en el debate para defender la dignidad del hombre. Por tanto, os aliento a dirigir vuestros trabajos preocupándoos de la verdad, para dar asà a los hombres de nuestro tiempo elementos seguros para su reflexión y sus decisiones.
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3. Al situar al hombre y su digna edad inalienable en el centro de vuestro enfoque interdisciplinar, manifestáis la urgente necesidad de aprovechar todos los recursos de la sabidurÃa y la experiencia, de la razón y la ciencia, para servirlo mejor. Los descubrimientos y los cambios que han caracterizado a las disciplinas biomédicas han mostrado que, detrás de los avances fulgurantes que remiten al misterio mismo de la vida, la ciencia se siente a veces como aturdida por su poder y tentada de manipular al hombre como si sólo fuera un objeto o materia. Ante esta situación inédita de los conocimientos y las posibilidades que ofrecen la ciencia y la técnica, espero que vuestros intercambios contribuyan a un análisis lúcido de los riesgos y las consecuencias del progreso, de las oportunidades y de los desafÃos para el hombre y la humanidad. Por su dignidad intrÃnseca, que integra plenamente la dimensión biológica, la persona humana jamás y de ninguna manera puede ser subordinada a la especie ni a la sociedad ni a la voluntad de las demás personas, aunque sean sus padres, como si fuera sólo un medio o instrumento; tiene valor por sà misma. Para los cristianos esta verdad, que de suyo pertenece a la ley natural, recibe una luz nueva en Jesucristo, Verbo encarnado que, como «nuevo Adán (...) manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación» (Gaudium et spes, 22).La razón y la fe permiten el compromiso constante de los cristianos, a lo largo de la historia, en defensa de la persona, especialmente de los seres débiles, vulnerables o marginados, y de los niños por nacer. «No hay ningún hombre, ninguna autoridad humana, ninguna ciencia, ninguna indicación médica, eugenésica, social, económica, moral, que pueda exhibir o dar un tÃtulo jurÃdico válido para una deliberada disposición directa sobre la vida humana inocente; es decir, una disposición que tienda a su destrucción, bien sea como fin, bien como medio para otro fin que acaso de por sà no sea en modo alguno ilÃcito» (PÃo XII, Discurso a las participantes en el congreso de la Unión católica italiana de comadronas, 29 de octubre de 1951, n. 12).
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4. Hoy la dignidad del hombre está amenazada, sobre todo en las etapas más crÃticas de la existencia: la concepción y la muerte natural; una nueva tentación se abre paso: la de arrogarse el derecho de fijar, determinar los umbrales de humanidad de una existencia sin-gular. Como recordé en la encÃclica Evangelium vitae, no podemos olvidar que «desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sà mismo. Jamás desde entonces» (n. 60). La genética moderna muestra que desde el primer instante «se encuentra fijado el programa de lo que será ese viviente: una persona, un individuo con sus caracterÃsticas ya bien determinadas» (ib.). Esto exige un respeto absoluto del ser humano, desde la fase embrionaria hasta el fin de su existencia, un ser que jamás puede considerarse como un objeto o un material de experimentación. Asimismo, conviene tratar con respeto las células germinales humanas por el mismo patrimonio humano del que son portadoras.
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5. La experimentación biomédica que no tenga como objetivo el bien del sujeto considerado implica aspectos selectivos y discriminatorios inaceptables; en efecto, toda actividad terapéutica o de investigación debe tener como finalidad el ser en la que se realiza. Los beneficios hipotéticos para la humanidad y para el progreso de la investigación no pueden de ningún modo constituir un criterio decisivo de bondad moral. Esto contribuye indudablemente a un debilitamiento de las convicciones morales que conciernen al ser humano, favoreciendo la aceptación de la práctica de descartar a las personas afectadas por discapacidades congénitas, a las que dan lugar el diagnóstico preimplantador y un desarrollo abusivo del examen prenatal. Numerosos paÃses ya están llevando a cabo una selección de los niños por nacer, tácitamente incentivada, que constituye un verdadero eugenismo y lleva a una especie de anestesia de las conciencias, hiriendo gravemente, por lo demás, a las personas afectadas por discapacidades congénitas y a las que las acogen. Esta actitud más o menos generalizada, como se comienza a percibir, es también causa de la aparición de un cierto número de patologÃas conyugales y familiares. Por otra parte, esos comportamientos no pueden por menos de disuadir la realización de los esfuerzos necesarios para descubrir nuevas terapias, acoger e integrar a las personas discapacitadas, acentuando en estas últimas un fuerte sentimiento de anormalidad y exclusión. Doy gracias por los esfuerzos de los padres que han aceptado acoger un niño discapacitado, mostrando con este gesto su aprecio a la vida.
Es de desear que los sostenga y ayude continuamente la sociedad, que tiene el deber de ser solidaria. El desarrollo del examen prenatal con finalidad selectiva y el diagnóstico preimplantador, asà como la utilización, la producción y la destrucción de embriones humanos con el mero fin de experimentación y obtención de células madre embrionarias, constituyen graves atentados contra el respeto absoluto debido a toda vida y ala grandeza de todo ser humano, que no depende de su aspecto exterior o de los vÃnculos que tiene con los de más miembros de la sociedad. Doy las gracias al Consejo permanente de la Conferencia episcopal de Francia por haber puesto en guardia a la opinión pública y haber contribuido a formar las conciencias, publicando en 1998 el documento «Desarrollo de la genética y dignidad humana».
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6. Las posibilidades tecnológicas que han aparecido en el campo de la biomedicina exigen la intervención de la autoridad polÃtica y del legislador, dado que se trata de una cuestión que supera la mera esfera cientÃfica. A la autoridad pública corresponde el deber de «procurar que la ley civil esté regulada por las normas fundamentales de la ley moral en lo que concierne a los derechos del hombre, de la vida humana y de la institución familiar» (Instrucción Donum vitae de la Congregación para la doctrina de la fe, III). También compete al legislador proponer las reglas jurÃdicas que protejan a las personas de todos los eventuales arbitrios, que constituyen en cierto modo negaciones del ser humano, de su dignidad y de sus derechos funda-mentales. Las opciones legislativas y polÃticas deben orientarse al bien de las personas y de la sociedad entera; y no han de estar sólo en función de las exigencias cientÃficas que, de por sÃ, no tienen la posibilidad de elaborar y establecer un sistema de criterios morales. El futuro del hombre y de la humanidad está vinculado en gran parte a su capacidad de examinar rigurosamente las diferentes cuestiones bioéticas, en el plano ético, sin temer poner en tela juicio comportamientos que han llegado a ser comunes.
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7. La multiplicación de intercambios interdisciplinares y una reflexión filosófica y teológica favorecerán el trabajo de verdad y respeto del misterio del ser humano, y evitarán cualquier tentación de fundar los comportamientos en factores únicamente cientÃficos, en circunstancias particulares, en el deseo de las personas, o en función de presiones de los mercados financieros o de intereses particulares. El diálogo que proseguÃs con los diferentes interlocutores sociales puede permitir restablecer la armonÃa entre las exigencias de la investigación y los valores humanos. La construcción de una sociedad donde cada uno tenga el lugar que le corresponde en virtud de u pertenencia a la humanidad no depende ni de su función ni de su utilidad. Particularmente en los momentos en que la enfermedad y el sufrimiento debilitan a las personas, y las hacen más frágiles, es preciso percibir el valor y el sentido de cada existencia. A esta tarea se dedican de modo admirable los que, estando de diversas formas al servicio de los enfermos, les brindan, en el ámbito de un universo médico marcado por un creciente uso de la técnica, el suplemento insustituible de atención y ternura delicada que les manifiesta que son personas con pleno derecho. La Iglesia piensa y expresa su gratitud al personal médico y paramédico, a los equipos de capellanÃa y de visitantes de hospitales, a todas las personas que están involucradas en los cuidados paliativos y acompañan a los que sufren, a los investigadores, a los filósofos, a los responsables polÃticos y a todos los que están comprometidos en este trabajo diario al servicio de la dignidad de la persona. Su compromiso y sus convicciones son va-liosos y fuente de esperanza.
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8. Quiera Dios que los trabajos de las Semanas sociales alienten a cada uno a reafirmar la grandeza y el valor de toda vida humana, valor sin el cual ya no es posible la vida social y el auténtico progreso humano se ve amenazado. Ojalá que sean un lugar de propuestas para un futuro mejor y contribuyan a cultivar en todos una mirada contemplativa, que nace de la fe en el Dios de la vida,«quien ve la vida en su profundidad, percibiendo sus dimensiones de gratuidad, belleza, invitación a la libertad y a la responsabilidad. Es la mirada de quien no pretende apoderarse de la realidad, sino que la acoge como un don, descubriendo en cada cosa el reflejo del Creador y en cada persona su imagen viviente» (Evangelium vitae, 83). Invocando a Cristo, Rey del universo, para que acreciente en el mundo la civilización del amor, le imparto de todo corazón la bendición apostólica a usted, a los organizadores, a los relatores y a los participantes en las Semanas sociales de Francia.
[DP (2001), 193]
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1. Vous avez choisi comme thème de la session des Semaines sociales de France de cette année, qui a lieu à Paris du 23 au 25 novembre 2001: «Biologie, médecine et société, que ferons-nous de lâhomme?». Il est particulièrement opportun dâaborder aujourdâhui de manière nouvelle les questions complexes de la bioéthique, en faisant appel à des spécialistes dans différents domaines du savoir scientifique, technique, philosophique et théologique. En effet, il importe que nos contemporains, souvent troublés et perdus devant les progrès de la science et leurs implications éthiques, soient non seulement informés de toutes les possibilités consenties par la science, mais surtout quâils aient les moyens de former leur conscience, en vue de prendre des décisions conformes aux valeurs humaines et morales fondamentales, qui manifestent la place insigne de lâhomme dans la création.
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2. LâEglise catholique apprécie et encourage la recherche en biomédecine lorsquâelle vise la prévention et la guérison des maladies, le soulagement de la souffrance et le bien-être de lâhomme. Elle sait que «si la recherche est menée dâune manière vraiment scientifique et suivant les normes de la morale, elle ne sera jamais réellement en conflit avec la foi»[64]. Bien plus, la recherche permet de découvrir les grandes lois qui régissent les fonctionnements de la matière et du vivant, de constater lâordre inscrit dans la création et dâapprécier les merveilles de lâhomme, dans son intelligence et dans son corps, dâen pénétrer davantage le mystère; en lui, dans une certaine mesure, se reflète la lumière du Verbe «par qui tout a été créé»[65]. Désirant faire partager le sens de lâhomme quâelle reçoit du Sauveur, lâEglise veut apporter sa contribution à la réflexion pour aider ceux qui ont en charge le bien commun et toutes les personnes qui ont à prendre de graves décisions en ces domaines de la vie. Il importe en effet que la science ne réduise pas lâhomme à un objet, mais soit véritablement et pleinement à son service. Toutefois, lâEglise nâignore pas la complexité parfois dramatique de situations vécues douloureusement par des personnes, et elle est aussi consciente des pressions exercées par de puissants intérêts économiques. Les fidèles de lâEglise catholique et tous les hommes de bonne volonté sont appelés à sâengager dans le débat pour defender la dignité de lâhomme. Je vous encourage donc à conduire vos travaux dans le souci de la vérité, donnant ainsi aux hommes de notre temps des éléments assurés pour leur réflexion et pour leurs prises de décision.
[64]Gaudium et Spes, 36.
[65]Io 1,3.
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3. En plaçant lâhomme et son inaliénable dignité au coeur de votre dé-marche interdisciplinaire, vous manifestez lâurgente nécessité de faire appel à toutes les ressources de la sagesse et de lâexpérience, de la raison et de la science, pour mieux le servir. Les découvertes et les changements qui ont marqué les disciplines biomédicales ont mis en évidence que, derrière des avancées fulgurantes qui renvoient au mystère même de la vie, la science est parfois comme étourdie par sa puissance et quâelle est tentée de manipuler lâhomme comme sâil nâétait quâobjet ou matière. Devant cette situation inedite des connaissances et des possibilités offertes par la science et la technique, je forme le voeu que vos échanges aident à une analyse lucide des enjeux et des conséquences des progrès, chances et défis pour lâhomme et pour lâhumanité. En raison de sa dignité intrinsèque, qui intègre pleinement la dimension biologique, lâindividu humain ne peut jamais et dâaucune manière être subordonné ni à lâespèce, ni à la société, ni au bon vouloir dâautres personnes, fussent-elles ses parents, comme un pur moyen ou un pur instrument; il a valeur pour lui-même. Cette vérité, qui appartient de soi à la loi naturelle, sâéclaire pour les chrétiens dâune lumière nouvelle en Jésus-Christ, Verbe incarné qui, «Nouvel Adam, manifeste pleinement lâhomme à lui-même et lui découvre la sublimité de sa vocation»[66]. La raison et la foi permettent lâengagement constant des chrétiens, au long de lâhistoire, pour la défense de la personne, spécialement de lâêtre faible, vulnérable ou marginalisé, et de lâenfant à naître. «Il nây a aucun homme, aucune autorité humaine, aucune science, aucune indication médicale, eugénique, sociale, économique, morale, qui puisse exhiber ou donner un titre juridique valuable pour disposer directement et délibérément dâune vie humaine innocente, câest-à -dire en disposer en vue de sa destruction envisagée soit comme but, soit comme moyen dâobtenir un but qui peut-être en soi nâest pas du tout illégitime»[67].
[66]Gaudium et Spes, 22.
[67]PII XII, Sermo ad Conventus Unionis Italicae Mulierum Sapientium participes, 12, 29 oct. 1951 [1951 10 29/12]
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4. Aujourdâhui la dignité de lâhomme est menacée, notamment dans les phases les plus critiques de lâexistence, la conception et la mort naturelle; une tentation nouvelle se fait jour, celle de sâarroger le droit de fixer, de déterminer, les seuils dâhumanité dâune existence singulière. Comment oublier, comme je le rappelais dans lâEncyclique Evangelium vitæ, que «dès que lâovule est fécondé, se trouve inaugurée une vie qui nâest ni celle du père ni celle de la mère, mais dâun nouvel être humain qui se développe pour lui-même. Il ne sera jamais rendu humain sâil ne lâest pas dès lors»[68]. La génétique moderne montre que dès le premier instant «se trouve fixé le programme de ce que sera ce vivant: une personne, cette personne individuelle avec ses notes caractéristiques déjà bien déterminées»[69]. Cela exige un respect absolu de lâêtre humain, depuis la phase embryonnaire jusquâà la fin de son existence, être qui ne peut jamais être considéré comme un objet ou un matériau dâexpérimentation. De même, il convient de traiter avec respect les cellules germinales humaines en raison même du patrimoine humain dont elles sont porteuses.
[68]Ioannis Pauli PP. II Evangelium Vitae 60 [1995 03 25b/60]
[69]Ioannis Pauli PP. II Evangelium Vitae 60 [1995 03 25b/60]
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5. Lâexpérimentation biomédicale qui nâaurait pas pour objectif le bien du sujet considéré comporte des aspects sélectifs et discriminatoires inacceptables; en effet, toute démarche thérapeutique ou de recherche doit avoir comme but lâêtre sur lequel elle se réalise. Des bienfaits hypothétiques pour lâhumanité et pour le progrès de la recherche ne peuvent nullement constituer un critère décisif de bonté morale. Cela contribue indubitablement à un affaiblissement des convictions morales concernant lâêtre humain, favorisant lâacceptation de la mise à lâécart de personnes atteintes de handicaps congénitaux, auxquelles le diagnostic préimplantatoire et un développement abusif du dépistage prénatal donnent lieu. De nombreux pays sont déjà engagés sur la voie d´une sélection des enfants à naître, tacitement encouragée, qui constitue un véritable eugénisme et qui conduit à une sorte dâanesthésie des consciences, blessant gravement par ailleurs les personnes atteintes de handicaps congénitaux et celles qui les accueillent. Une telle attitude plus ou moins généralisée conduit aussi, comme on commence à sâen apercevoir, à lâapparition dâun certain nombre de pathologies conjugales et familiales. Dâautre part, de tels comportements ne peuvent que dissuader dâentreprendre les efforts nécessaires à la découverte de nouvelles thérapeutiques, à lâaccueil et à lâintégration des personnes porteuses dâun handicap, renforçant chez ces dernières un fort sentiment dâanormalilté et dâexclusion. Je rends grâce pour les efforts des parents qui ont accepté dâaccueillir un enfant handicapé, montrant par là leur attachement à la vie. Il faut souhaiter quâils puissent être sans cesse soutenus et aidés par la société, qui a le devoir de la solidarité. Le développement à visée sélective du dépistage prénatal, le diagnostic pré-implantatoire, ainsi que lâutilisation, la production et la destruction dâembryons humains dans le simple but dâexpérimentation et dâobtention de cellules souches embryonnaires, constituent de graves atteintes au respect absolu dû à toute vie et à la grandeur de tout être humain, qui ne dépend pas de son aspect extérieur ou des liens quâil entretient avec les autres membres de la société. Je sais gré au Conseil permanent de la Conférence des Evêques de France dâavoir alerté lâopinion et dâavoir contribué à former les consciences en publiant en 1998 le document «Essor de la génétique et dignité humaine».
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6. Les possibilités technologiques apparues dans le champ de la biomédecine appellent lâintervention de lâautorité politique et du législateur, car câest là une question qui dépasse la seule sphère scientifique. A lâautorité publique revient le devoir «dâagir de telle manière que la loi civile soit réglée sur les normes fondamentales de la loi morale pour tout ce qui concerne les droits de lâhomme, de la vie humaine et de lâinstitution familiale»[70]. Il revient aussi au législateur de proposer les règles juridiques qui protégeront les personnes de tous les éventuels arbitraires, qui constituent en quelque sorte des négations de lâêtre humain, de sa dignité et de ses droits fondamentaux. Les choix législatifs et politiques doivent être orientés vers le bien des personnes et de la société tout entière, et non en fonction des seules exigences scientifiques qui, de soi, nâont pas la possibilité dâélaborer et dâétablir une critériologie morale. Lâavenir de lâhomme et de lâhumanité est en grande partie lié à sa capacité dâexaminer rigoureusement les diferentes questions bioéthiques, sur le planéthique, sans craindre de remettre en cause des comportements devenus courants.
[70]Congregationis pro Doctrina Fidei, Instructio Donum Vitae de observancia erga vitam humanam nascentem deque procreationis dignitate tuenda. Responsiones ad quasdam quaestionis nostris temporibus agitatis, die 22 februarii 1987, III: AAS (80) 1988, 70-102 [1987 02 22/1-23]
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7. La multiplication dâéchanges interdisciplinaires et une réflexion philosophique et théologique favoriseront le travail de vérité et de respect du mystère de lâêtre humain, et elles éviteront toute tentation de fonder des comportements sur des facteurs uniquement scientifiques, sur des circonstances particulières, sur le désir des personnes, ou en fonction de pressions des marchés financiers ou dâintérêts particuliers. Le dialogue que vous poursuivez avec les différents partenaires sociaux peut permettre de rétablir lâharmonie entre les exigences de la recherche et les valeurs humaines. La construction dâune société où chacun a la place qui lui revient au titre de son appartenance à lâhumanité ne dépend ni de sa fonction ni de son utilité. Câest particulièrement aux heures où la maladie et la souffrance viennent affaiblir les personnes, et les rendre plus fragiles, quâil convient de percevoir la valeur et le sens de chaque existence. A cette tâche oeuvrent de manière admirable ceux qui, étant de tant de manières au service des malades, leur apportent, au sein dâun univers médical marqué par une technicisation croissante, cet irremplaçable surcroît dâattention et de délicate tendresse qui leur manifeste quâils sont des personnes à part entière. Câest vers le personnel médical et paramédical, vers les équipes dâaumônerie et de visiteurs dâhôpitaux, vers toutes les personnes qui sont engagées dans les soins palliatifs et qui sont les compagnons de ceux qui souffrent, vers les chercheurs, les philosophes, les responsables politiques, et vers tous ceux qui sont engagés dans ce travail quotidien au service de la dignité de la personne, que vont la pensée et la reconnaissance de lâEglise. Leur engagement et leurs convictions sont précieux et sont source dâespérance.
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8. Puissent les travaux des Semaines sociales encourager chacun à réaffirmer la grandeur et la valeur de toute vie humaine, valeur sans laquelle la vie sociale nâest plus possible, et le progrès humain authentique menacé! Puissent-ils être un lieu de proposition pour un avenir meilleur et contribuer à entretenir en tous un regard contemplatif, qui naît de la foi dans le Dieu de la vie, «qui voit la vie dans sa profondeur, en en saisissant les dimensions de gratuité, de beauté, dâappel à la liberté et à la responsabilité. Câest le regard qui ne prétend pas se faire le maître de la réalité mais qui lâaccueille comme un don, découvrant en toute chose le reflet du Créateur et en toute personne son image vivante»[71]!
Invoquant le Christ, Roi de lâUnivers, afin que grandisse dans le monde la civilisation de lâamour, je vous accorde de grand coeur la Bénédiction apostolique, ainsi quâaux organisateurs, aux intervenants et aux participants des Semaines Sociales de France. Du Vatican, le 15 novembre 2001. à Monsieur Michel Camdessus, Président des Semaines Sociales de France.
[Insegnamenti, GP II, 24/2 (2001), 722-727]
[71]Ioannis Pauli PP. II Evangelium Vitae 83 [1995 03 25b/83]