[1987] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, BALUARTE SEGURO DE LA CIVILIZACIÓN DEL AMOR Y ESPERANZA PARA EL FUTURO DE LA HUMANIDAD
Mensaje Saluto cordialmente, al Cardenal Alfonso López Trujillo, con ocasión del Congreso promovido por el Pontificio Consejo para la Familia, en el XX Aniversario de la Familiaris Consortio, 22 noviembre 2001
2001 11 22 0001
1. Saludo cordialmente a los participantes en el congreso sobre el tema âVeinte años de la Familiaris consortio: dimensión antropológica y pastoralâ, organizado por ese Consejo pontificio con ocasión del vigésimo aniversario de la publicación de la exhortación apostólica postsinodal Familiaris consortio.
Lo saludo a usted, venerado señor cardenal, que preside las actividades del dicasterio; saludo al secretario, al subsecretario y a todos los colaboradores, asà como a cuantos se han ocupado de la preparación de este encuentro, que conmemora un acontecimiento de singular importancia para la vida de la Iglesia y aborda uno de los temas que más me preocupan: la familia. El panorama que pretende analizar es muy vasto y atañe a la identidad y a la misión de la familia querida por Dios para âcustodiar, revelar y comunicar el amorâ (Familiaris consortio, 17). Durante los veinte años transcurridos hemos asistido a la formación de una nueva conciencia y de una nueva sensibilidad con respecto a la familia.
Estos veinte años marcan también la existencia del Consejo pontificio para la familia, al que quise encomendar la tarea de profundizar y valorar todos los aspectos de las riquezas contenidas en las Propositiones del SÃnodo (cf. ib., 2). Doy gracias a Dios por el trabajo que ha realizado vuestro dicasterio en defensa y al servicio del evangelio de la familia.
2001 11 22 0002
2. En este perÃodo, aunque no han faltado insidias contra la institución familiar, quizá algunas de las más peligrosas de la historia, han ido consolidándose algunas convicciones comunes. Por ejemplo, hoy se redescubre y promueve en numerosos ámbitos la causa integral de la familia y de la vida como valor y derecho perteneciente al patrimonio de la humanidad. El magisterio de la Iglesia ha proporcionado significativas pistas para esta renovación, con numerosas e importantes intervenciones y enseñanzas. Ya en el tiempo del concilio Vaticano II, la familia era considerada uno de los temas sobre los que era necesario iluminar la conciencia de los cristianos y de la humanidad entera. Se han dado muchos pasos siguiendo esta dirección. La exhortación âFamilia, sé lo que eresâ, recogida en la citada exhortación pastoral (n. 17), ha tenido mucho eco en la opinión pública.
âFamilia, sé lo que eresâ, repito también hoy.
Como institución natural, la comunidad familiar fue querida por Dios desde el âprincipioâ, con la creación del hombre y la mujer, para el bien de los hombres. Cristo recuerda este âprincipioâ cuando los fariseos intentan tergiversar su estructura (cf. Mt 19, 3-12). Los hombres no tienen poder para cambiar el proyecto originario del Creador.
La exhortación apostólica postsinodal Familiaris consortio profundizó notablemente en las tareas especÃficas de la institución familiar, de las que ya hablaba la constitución conciliar Gaudium et spes.
Cada familia debe ser una verdadera comunión de personas âcommunio personarumâ, respetando la dignidad de cada uno de los miembros que la componen. En este marco de mutua comprensión se sitúa el âservicio a la vidaâ, según los dos significados complementarios, unitivo y procreador, de la sexualidad, como enseñó mi venerado predecesor, el siervo de Dios Pablo VI, en la encÃclica Humanae vitae.
2001 11 22 0003
3. A la progresiva consolidación de la conciencia por parte de la familia de su misión en la Iglesia y en la sociedad han contribuido numerosos acontecimientos, en los que durante estos años han participado cada vez más familias. Pienso, por ejemplo, en los Encuentros mundiales de Roma, con ocasión del Año internacional de la familia de 1994, en el Encuentro de RÃo de Janeiro, en 1997, y en el del jubileo de las familias, el año pasado. Doy gracias al Señor por esta mayor conciencia que ha mostrado la familia de sà misma y de su misión.
Sin embargo, junto a las consoladoras metas alcanzadas, hay que registrar la agresión violenta (cf. Familiaris consortio, 46) por parte de algunos sectores de la sociedad moderna contra la institución familiar y su función social. Se han presentado algunos proyectos de ley que no corresponden al verdadero bien de la familia fundada en el matrimonio monogámico y con la protección de la inviolabilidad de la vida humana, favoreciendo la infiltración de peligrosas sombras de la âcultura de muerteâ en el hogar. También suscita preocupación la creciente divulgación en los foros internacionales de concepciones erróneas de la sexualidad y de la dignidad y misión de la mujer, ocultas en determinadas ideologÃas sobre el âgéneroâ (gender).
Y ¿qué decir de la crisis de tantas familias separadas, de las personas solas y de la situación de las asà llamadas uniones de hecho? Entre las peligrosas estrategias contra la familia existe también el intento de negar dignidad humana al embrión antes de la implantación en el seno materno y de atentar contra su existencia con diversos métodos.
Cuando se habla de la familia, no se puede por menos de aludir a los hijos, que de diversos modos son vÃctimas inocentes de las comunidades familiares desarticuladas.
2001 11 22 0004
4. En el panorama que acabo de delinear resulta muy necesaria la misión de las familias cristianas. Su ejemplo de alegrÃa y entrega, de esfuerzo y capacidad de sacrificio, siguiendo las huellas de la Sagrada Familia, puede ser decisivo para animar a las demás familias a corresponder a la gracia de su vocación. En efecto, es muy estimulante el modelo de una familia cristiana. En su humildad y sencillez, el testimonio de vida hogareña puede convertirse en un medio de evangelización de primer orden. Por eso, es útil que las diversas instituciones eclesiales le dediquen atención y se preocupen por ella. De igual modo, no hay que dejar de ofrecer el apoyo necesario a las familias que atraviesan situaciones difÃciles, las cuales requieren mayor asistencia pastoral, como, por ejemplo, los divorciados vueltos a casar. Se puede decir que después de la publicación de la Familiaris consortio se ha acentuado en la Iglesia el interés por la familia y son innumerables las diócesis y parroquias en las que la pastoral familiar ha llegado a ser un objetivo prioritario. Se difunden asociaciones y movimientos en favor de la familia y de la vida. Personas de buena voluntad contribuyen, con su generoso esfuerzo, a la formación de una nueva cultura en favor de la vida. Con gran aprecio recuerdo aquà los encuentros organizados por vuestro Consejo pontificio durante estos dos decenios. En primer lugar, el celebrado con los obispos responsables de la pastoral de la familia y de la vida en toda la Iglesia, que fue una valiosa ocasión para profundizar en las nuevas problemáticas familiares.
Especial importancia reviste el diálogo con los polÃticos y legisladores sobre la verdad de la familia fundada en el matrimonio monogámico y sobre la dignidad de la vida humana desde el primer instante de su concepción. Al respecto, los encuentros continentales y nacionales organizados por vuestro Consejo pontificio han abierto prometedores caminos de diálogo, capaces de infundir el espÃritu cristiano en los debates parlamentarios y en las legislaciones públicas que regulan la vida de los pueblos. La misma Carta de los derechos de la familia, publicada en 1983, ya habÃa sido solicitada durante el SÃnodo ordinario de 1980.
2001 11 22 0005
5. âFamilia, cree en lo que eres; cree en tu vocación a ser signo luminoso del amor de Diosâ. Os repito hoy estas palabras que pronuncié durante el Encuentro con las familias el 20 de octubre pasado.
Familia, sé para los hombres de nuestro tiempo âsantuario de la vidaâ. Familia cristiana, sé âiglesia domésticaâ, fiel a tu vocación evangélica. Precisamente porque la âIglesia es consciente de que el matrimonio y la familia constituyen uno de los bienes más preciosos de la humanidad, quiere hacer sentir su voz y ofrecer su ayuda a todo aquel que, conociendo ya el valor del matrimonio y de la familia, trata de vivirlo fielmente; a todo aquel que, en medio de la incertidumbre o de la ansiedad, busca la verdad y a todo aquel que se ve injustamente impedido para vivir con libertad el propio proyecto familiarâ (Familiaris consortio, 1).
La familia, cuando vive plenamente las exigencias del amor y del perdón, se convierte en baluarte seguro de la civilización del amor y en esperanza para el futuro de la humanidad.
Que vuestro dicasterio, con la fuerza de esta conciencia, siga trabajando cada vez con más valentÃa al servicio del evangelio de la familia.
A la vez que deseo pleno éxito a vuestro congreso, aseguro mi recuerdo en la oración e, invocando la protección especial de MarÃa, Reina de la familia, imparto de corazón a todos una especial bendición apostólica.
[DP (2001), 178]
2001 11 22 0001
1. Saluto cordialmente i partecipanti al Congresso sul tema «La Familiaris Consortio nel suo ventesimo, dimensione antropologica e pastorale», promosso da codesto Pontificio Consiglio in occasione del XX anniversario della pubblicazione dellâEsortazione Post sinodale Familiaris Consortio.
Saluto Lei, venerato Signor Cardinale, che presiede alle attività del Dicastero; saluto il Segretario e il Sottosegretario, e tutti i collaboratori come pure quanti hanno curato la preparazione di questo incontro, che commemora un evento di singolare importanza per la vita della Chiesa, e tocca uno degli argomenti che più mi sta a cuore: la famiglia. Il panorama che esso intende analizzare è quanto mai vasto e attiene allâidentità e alla missione della famiglia voluta da Dio per «custodire, rivelare e comunicare lâamore»[72]. Nei venti anni trascorsi abbiamo assistito al formarsi di una nuova coscienza e di una nuova sensibilità riguardo alla famiglia.
Venti anni che segnano anche lâesistenza del Pontificio Consiglio per la Famiglia, al quale volli affidare il compito di approfondire e valorizzare ogni aspetto delle ricchezze contenute nelle Propositiones del Sinodo[73]. Rendo grazie a Dio per il lavoro svolto dal vostro Dicastero a difesa e al servizio del Vangelo della Famiglia.
[72]Ioannis Pauli PP. II Familiaris Consortio, 17 [1981 11 22/17]
[73] Cfr. Ibid. 2 [1981 11 22/2]
2001 11 22 0002
2. In questo periodo, anche se non sono mancate insidie allâistituto familiare forse tra le più pericolose nella storia, sono andate consolidandosi alcune comuni convinzioni. Ad esempio, la causa integrale della famiglia e della vita è oggi riscoperta e promossa in tanti ambiti come valore e diritto appartenente al patrimonio comune dellâumanità . Il Magistero della Chiesa ha fornito significative tracce per questo rinnovamento, con numerosi e importanti interventi e insegnamenti. Già al tempo del Concilio Vaticano II, la famiglia veniva considerata come uno dei temi, su cui occorreva illuminare Ie coscienze dei cristiani e della intera umanità . Su questa scia molti passi sono stati compiuti. Lâappello: «Famiglia, diventa ciò che sei», contenuto nella citata Esortazione Pastorale[74], tanta eco ha avuto nella pubblica opinione.
«Famiglia, diventa ciò che sei», ripeto ancora oggi!
Come istituzione naturale, la comunità familiare è stata voluta da Dio al «principio», con la creazione dellâuomo e della donna, per il bene degli uomini. à a questo «principio» che Cristo si richiama, quando i farisei tentano di travisarne la struttura[75]. Non è dato agli uomini il potere di mutare il progetto originario del Creatore.
LâEsortazione Postsinodale Familiaris Consortio ha notevolmente approfondito i compiti specifici dellâistituto familiare dei quali parlava già la Costituzione conciliare Gaudium et Spes.
Ogni famiglia deve essere una vera comunione di persone - «communio personarum» nel rispetto della dignità dei singoli che la compongono. In questo contesto di mutua comprensione si colloca il âservizio alla vitaâ, secondo i due complementari significati, unitivo e procreativo, della sessualità , come ha insegnato il mio venerato predecessore, il Servo di Dio Paolo VI, nella Enciclica Humanae Vitae.
[74]Ibid. 17 [1981 11 22/17]
[75]Matth. l9, 3-l2.
2001 11 22 0003
3. Al progressivo consolidarsi della consapevolezza da parte della famiglia della propria missione nella Chiesa e nella società hanno contribuito numerosi eventi, che in questi anni hanno visto la partecipazione sempre più numerosa di famiglie. Penso, ad esempio, agli Incontri Mondiali di Roma, in occasione dellâAnno Internazionale della Famiglia del 1994, allâIncontro di Rio di Janeiro nel 1997, e a quello del Giubileo delle Famiglie, lo scorso anno. Ringrazio il Signore per questa crescita di autocoscienza che la famiglia ha offerto di se stessa e della sua missione.
Tuttavia, accanto a consolanti traguardi conseguiti, è doveroso registrare lâaggressione violenta[76] da parte di alcuni settori della moderna società allâistituto della famiglia e alla sua funzione sociale. Taluni progetti di legge non consoni con il bene vero della famiglia fondata sul matrimonio monogamico e con la protezione della inviolabilità della vita umana hanno visto la luce, favorendo lâinfiltrarsi di pericolose ombre della âcultura di morteâ allâinterno del focolare domestico. Preoccupazione desta pure la crescente divulgazione nei fori internazionali di fuorvianti concezioni della sessualità e della dignità e missione della donna, soggiacenti a determinate ideologie sul «genere» («gender»).
Che dire poi della crisi di tante famiglie divise, delle persone sole e della situazione delle cosiddette unioni di fatto? Fra le pericolose strategie contro la famiglia câè altresì il tentativo di negare dignità umana allâembrione prima dellâimpianto nel seno materno, come pure attentarne allâesistenza con vari metodi.
Quando si parla della famiglia, non si può non accennare ai figli, che in diversi modi sono vittime innocenti delle comunità familiari disarticolate.
[76]Ioannis Pauli PP. II Famliaris Consortio, 46 [1981 11 22/46]
2001 11 22 0004
4. Nel panorama, appena delineato, risalta quanto mai necessaria la missione delle famiglie cristiane. Il loro esempio di gioia e di donazione, di sforzo e di capacità di sacrificio, sulle orme della Santa Famiglia, può risultare decisivo nellâincoraggiare altri nuclei familiari a corrîspondere alla grazia della loro vocazione. Quanto trascinante è in effetti il modello di una famiglia cristiana! Nella sua umiltà e semplicità , la testimonianza di vita domestica può divenire un veicolo di evangelizzazione di primâordine. Per questo è bene che ad essa dedichino attenzione e cura le diverse istituzioni ecclesiali. Ugualmente, non si tralasci di offrire il necessario sostegno a quelle situazioni familiari difficili, che richiedono una maggiore assistenza pastorale, come ad esempio ai divorziati risposati. Si può dire che dopo la pubblicazione della Familiaris Consortio, lâinteresse per la famiglia nella Chiesa si è accentuato, e innumerevoli sono le Diocesi e le parrocchie nelle quali la pastorale familiare è diventata obiettivo prioritario. Vanno diffondendosi associazioni e movimenti in favore della famiglia e della vita. Persone di buona volontà contribuiscono, con il loro generoso sforzo, alla formazione di una nuova cultura âpro-vitaâ. Con grande apprezzamento ricordo qui gli Incontri promossi dal vostro Pontificio Consiglio durante questi due decenni. In primo luogo, quello con i Vescovi responsabili della pastorale della famiglia e della vita in tutta la Chiesa, che è risultata una valida occasione per approfondire le nuove problematiche familiari.
Di speciale importanza è il dialogo con politici e legislatori intorno alla verità della famiglia fondata sul matrimonio monogamico e alla dignità della vita umana dal primo istante del suo concepimento. Al riguardo, gli Incontri continentali e nazionali promossi dal vostro Pontificio Consiglio hanno spianato promettenti cammini di dialogo, capaci di infondere spirito cristiano ai dibattiti parlamentari e alle pubbliche legislazioni che regolano la vita dei popoli. La stessa Carta dei Diritti della Famiglia, pubblicata nel 1983, era già stata chiesta nel corso del Sinodo ordinario del 1980.
2001 11 22 0005
5. «Famiglia, credi in ciò che sei; credi nella tua vocazione ad essere segno luminoso dellâamore di Dio». Ripeto oggi a voi queste parole che ebbi a pronunciare nel corso dellâIncontro con le Famiglie, il 20 ottobre dellâanno scorso.
Famiglia, sii per gli uomini del nostro tempo âsantuario della vitaâ. Famiglia cristiana, sii âchiesa domesticaâ, fedele alla tua vocazione evangelica. Proprio perché «consapevole che il matrimonio e la famiglia costituiscono uno dei beni più preziosi dellâumanità , la Chiesa intende offrire il suo aiuto a chi, già conoscendo il valore del matrimonio e della famiglia, cerca di viverlo fedelmente, come pure a chi incerto ed ansioso, è alla ricerca della verità , senza tralasciare chi è ingiustamente impedito di vivere liberamente il proprio progetto familiare»[77].
La famiglia, quando vive in pienezza le esigenze dellâamore e del perdono, diviene baluardo sicuro della civiltà dellâamore e speranza per lâavvenire dellâumanità .
Forte di questa consapevolezza, continui il vostro Dicastero ad operare sempre più coraggiosamente al servizio del Vangelo della Famiglia.
Mentre auspico pieno successo al vostro Congresso, assicuro il mio ricordo nella preghiera e, invocando la speciale protezione di Maria, Regina Familiae, imparto di cuore a tutti una speciale Benedizione Apostolica
[Insegnamenti GP II, 24/2(2001), 919-923]
[77]Ioannis Pauli PP. II Familiaris Consortio, 1 [1981 11 22/1]