[1994] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA IGLESIA REIVINDICA PARA TODO SER HUMANO EL DERECHO A LA VIDA EN NOMBRE DE LA VERDAD DEL HOMBRE Y LA TUTELA DE SU LIBERTAD
Discurso Ancora una volta, a los participantes en la VIII Asamblea General de la Pontificia Academia para la Vida, 27 febrero 2002
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2. Estáis celebrando durante estos dÃas vuestra VIII asamblea general, y con este fin, habéis acudido aquà en gran número desde vuestros paÃses respectivos, para afrontar una temática fundamental en el ámbito de la reflexión más general sobre la dignidad de la vida humana: âNaturaleza y dignidad de la persona humana como fundamento del derecho a la vida. Los desafÃos del contexto cultural contemporáneoâ.
Habéis elegido tratar uno de los puntos esenciales que constituyen el fundamento de toda reflexión ulterior, tanto de tipo ético-aplicativo en el campo de la bioética como de tipo sociocultural para la promoción de una nueva mentalidad en favor de la vida.
Para muchos pensadores contemporáneos los conceptos de ânaturalezaâ y de âley naturalâ sólo se pueden aplicar al mundo fÃsico y biológico o, en cuanto expresión del orden del cosmos, a la investigación cientÃfica y a la ecologÃa. Por desgracia, desde esa perspectiva resulta difÃcil captar el significado de la naturaleza humana en sentido metafÃsico, asà como el de ley natural en el orden moral.
Ciertamente, la pérdida casi total del concepto de creación, concepto que se puede referir a toda la realidad cósmica, pero que reviste un significado particular en relación con el hombre, ha contribuido a hacer más difÃcil ese paso hacia la profundidad de lo real. También ha influido en ello el debilitamiento de la confianza en la razón, que caracteriza a gran parte de la filosofÃa contemporánea, como afirmé en la encÃclica Fides et ratio (cf. n. 61). Por tanto, hace falta un renovado esfuerzo cognoscitivo para volver a captar en sus raÃces, y en todo su alcance, el significado antropológico y ético de la ley natural y del relativo concepto de derecho natural. En efecto, se trata de demostrar si es posible, y cómo, âreconocerâ los rasgos propios de todo ser humano, en términos de naturaleza y dignidad, como fundamento del derecho a la vida, en sus múltiples formulaciones históricas. Sólo sobre esta base es posible un verdadero diálogo y una auténtica colaboración entre creyentes y no creyentes.
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3. La experiencia diaria muestra la existencia de una realidad de fondo común a todos los seres humanos, gracias a la cual pueden reconocerse como tales. Es necesario hacer referencia siempre a âla naturaleza propia y originaria del hombre, a la naturaleza de la persona humana, que es la persona misma en la unidad de alma y cuerpo; en la unidad de sus inclinaciones de orden espiritual y biológico, asà como de todas las demás caracterÃsticas especÃficas, necesarias para alcanzar su finâ (Veritatis splendor, 50; cf. también, Gaudium et spes, 14).
Esta naturaleza peculiar funda los derechos de todo individuo humano, que tiene dignidad de persona desde el momento de su concepción. Esta dignidad objetiva, que tiene su origen en Dios creador, se basa en la espiritualidad que es propia del alma, pero se extiende también a su corporeidad, que es uno de sus componentes esenciales. Nadie puede quitarla, más aún, todos la deben respetar en sà y en los demás. Es una dignidad igual en todos, y permanece intacta en cada estadio de la vida humana individual.
El reconocimiento de esta dignidad natural es la base del orden social, como nos recuerda el concilioVaticano II: âAunque existen diferencias justas entre los hombres, la igual dignidad de las personas exige que se llegue a una situación de vida más humana y más justaâ (Gaudium et spes, 29).
La persona humana, con su razón, es capaz de reconocer tanto esta dignidad profunda y objetiva de su ser como las exigencias éticas que derivan de ella. En otras palabras, el hombre puede leer en sà el valor y las exigencias morales de su dignidad. Y esta lectura constituye un descubrimiento siempre perfectible, según las coordenadas de la âhistoricidadâ tÃpicas del conocimiento humano.
Es lo que afirmé en la encÃclica Veritatis splendor, a propósito de la ley moral natural, que, según las palabras de santo Tomás de Aquino, âno es otra cosa que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar.Dios ha donado esta luz y esta ley en la creaciónâ (n.40, cf. también Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1954-1955).
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4. Es importante ayudar a nuestros contemporáneos a comprender el valor positivo y humanizador de la ley moral natural, aclarando una serie de malentendidos e interpretaciones falaces.
El primer equÃvoco que conviene eliminar es âel presunto conflicto entre libertad y naturalezaâ, que ârepercute también sobre la interpretación de algunos aspectos especÃficos de la ley natural, principalmente sobre su universalidad e inmutabilidadâ (Veritatis splendor, 51). En efecto, también la libertad pertenece a la naturaleza racional del hombre, y puede y debe ser guiada por la razón: âPrecisamente gracias a esta verdad, la ley natural implica la universalidad. En cuanto inscrita en la naturaleza racional de la persona, se impone a todo ser dotado de razón y que vive en la historiaâ (ib.).
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5. Otro punto que hace falta aclarar es el presunto carácter estático y determinista atribuido a la noción de ley moral natural, sugerido quizá por una analogÃa errónea con el concepto de naturaleza propio de las realidades fÃsicas. En verdad, el carácter de universalidad y obligatoriedad moral estimula y urge el crecimiento de la persona. âPara perfeccionarse en su orden especÃfico, la persona debe realizar el bien y evitar el mal, preservar la transmisión y la conservación de la vida, mejorar y desarrollar las riquezas del mundo sensible, cultivar la vida social, buscar la verdad, practicar el bien y contemplar la bellezaâ (ib.; cf. santo Tomás, Suma teológica, I-II, q.94, a.2).
De hecho, el magisterio de la Iglesia se refiere a la universalidad y al carácter dinámico y perfectivo de la ley natural con relación a la transmisión de la vida, tanto para mantener en el acto procreador la plenitud de la unión esponsal como para conservar en el amor conyugal la apertura a la vida (cf. Humanae vitae, 10; Donum vitae, II, 1-8). Análoga referencia hace el Magisterio cuando se trata del respeto a la vida humana inocente: aquà el pensamiento va al aborto, a la eutanasia y a la supresión y experimentación que destruye los embriones y los fetos humanos (cf. Evangelium vitae, 52-67).
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6. La ley natural, en cuanto regula las relaciones interhumanas, se califica como âderecho naturalâ y, como tal, exige el respeto integral de la dignidad de cada persona en la búsqueda del bien común. Una concepción auténtica del derecho natural, entendido como tutela de la eminente e inalienable dignidad de todo ser humano, es garantÃa de igualdad y da contenido verdadero a los âderechos del hombreâ, que constituyen el fundamento de las Declaraciones internacionales.
En efecto, los derechos del hombre deben referirse a lo que el hombre es por naturaleza y en virtud de su dignidad, y no a las expresiones de opciones subjetivas propias de los que gozan del poder de participar en la vida social o de los que obtienen el consenso de la mayorÃa. En la encÃclica Evangelium vitae denuncié el grave peligro de que esta falsa interpretación de los derechos del hombre, como derechos de la subjetividad individual o colectiva, separada de la referencia a la verdad de la naturaleza humana, puede llevar también a los regÃmenes democráticos a transformarse en un totalitarismo sustancial (cf. nn. 19-20).
En particular, entre los derechos fundamentales del hombre, la Iglesia católica reivindica para todo ser humano el derecho a la vida como derecho primario. Lo hace en nombre de la verdad del hombre y en defensa de su libertad, que no puede subsistir sin el respeto a la vida. La Iglesia afirma el derecho a la vida de todo ser humano inocente y en todo momento de su existencia. La distinción que se sugiere a veces en algunos documentos internacionales entre âser humanoâ y âpersona humanaâ, para reconocer luego el derecho a la vida y a la integridad fÃsica sólo a la persona ya nacida, es una distinción artificial sin fundamento cientÃfico ni filosófico: todo ser humano, desde su concepción y hasta su muerte natural, posee el derecho inviolable a la vida y merece todo el respeto debido a la persona humana (cf. Donum vitae, 1).
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7. Queridos hermanos, como conclusión, deseo estimular vuestra reflexión sobre la ley moral natural y sobre el derecho natural, con el deseo de que brote de ella un nuevo y fuerte impulso de instauración del verdadero bien del hombre y de un orden social justo y pacÃfico. Volviendo siempre a las raÃces profundas de la dignidad humana y de su verdadero bien, y basándose en lo que existe de imperecedero y esencial en el hombre, se puede entablar un diálogo fecundo con los hombres de cada cultura, con vistas a una sociedad inspirada en los valores de la justicia y la fraternidad.
Agradeciéndoos una vez más vuestra colaboración, encomiendo las actividades de la Academia pontificia para la vida a la Madre de Jesús, el Verbo hecho carne en su seno virginal, a fin de que os acompañe en el compromiso que la Iglesia os ha confiado para la defensa y la promoción del don de la vida y de la dignidad de todo ser humano.
Con este deseo, os imparto a vosotros y a vuestros seres queridos mi afectuosa bendición.
[E 62 (2002), 538-539]
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2. State celebrando in questi giorni la vostra ottava Assemblea Generale e a questo scopo siete qui convenuti numerosi dai rispettivi Paesi, per confrontarvi su una tematica cruciale nellâambito della più generale riflessione sulla dignità della vita umana: âNatura e dignità della persona umana a fondamento del diritto alla vita. Le sfide del contesto culturale contemporaneoâ.
Avete scelto di trattare uno dei punti nodali che stanno a fondamento di ogni ulteriore riflessione, sia essa di tipo etico-applicativo nel campo della bioetica, o di tipo socio-culturale per la promozione di una nuova mentalità a favore della vita.
Per molti pensatori contemporanei i concetti di ânaturaâ e di âlegge naturaleâ appaiono applicabili al solo mondo fisico e biologico o, in quanto espressione dellâordine del cosmo, alla ricerca scientifica e allâecologia. Purtroppo, in tale prospettiva, riesce difficile cogliere il significato della natura umana in senso metafisico, come pure quello di legge naturale nellâordine morale.
A rendere più arduo questo passaggio verso la profondità del reale, ha certamente contribuito lâaver smarrito quasi del tutto il concetto di creazione, concetto riferibile a tutta la realtà cosmica, ma che riveste un particolare significato in rapporto allâuomo. Ha avuto in ciò un suo peso anche lâindebolimento della fiducia nella ragione, che caratterizza gran parte della filosofia contemporanea, come ho rilevato nellâEnciclica Fides et ratio[103]. Occorre pertanto un rinnovato sforzo conoscitivo per tornare a cogliere alle radici, ed in tutto il suo spessore, il significato antropologico ed etico della legge naturale e del connesso concetto di diritto naturale. Si tratta, infatti, di dimostrare se e come sia possibile âriconoscereâ i tratti propri di ogni essere umano, in termini di natura e dignità , quale fondamento del diritto alla vita, nelle sue molteplici formulazioni storiche. Soltanto su questa base è possibile un vero dialogo ed unâautentica collaborazione fra credenti e non credenti.
[103]Ioannis Pauli PP. II Fides et Ratio, 61.
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3. Lâesperienza quotidiana evidenzia lâesistenza di una realtà di fondo comune a tutti gli esseri umani, grazie alla quale essi possono ri-conoscersi come tali. Eâ necessario fare sempre riferimento âalla natura propria e originale dellâuomo, alla ânatura della persona umanaâ che è la persona stessa nellâunità di anima e di corpo, nellâunità delle sue inclinazioni di ordine sia spirituale che biologico e di tutte le altre caratteristiche specifiche necessarie al perseguimento del suo fineâ[104].
Questa natura peculiare fonda i diritti di ogni individuo umano, che ha dignità di persona fin dal momento del suo concepimento. Questa dignità oggettiva, che ha la sua origine in Dio Creatore, è fondata nella spiritualità che è propria dellâanima, ma si estende anche alla sua corporeità , che ne è componente essenziale. Nessuno può toglierla, tutti anzi la devono rispettare in sé e negli altri. Eâ dignità uguale in tutti e che permane intera in ogni stadio della vita umana individuale.
Il riconoscimento di tale naturale dignità è la base dellâordine sociale, come ci ricorda il Concilio Vaticano II: âBenché tra gli uomini vi siano giuste diversità , lâuguale dignità delle persone richiede che si giunga ad una condizione più umana e giusta della vitaâ[105].
La persona umana, con la sua ragione, è capace di riconoscere sia questa dignità profonda ed oggettiva del proprio essere, sia le esigenze etiche che ne derivano. Lâuomo può, in altre parole, leggere in sé il valore e le esigenze morali della propria dignità . Ed è lettura che costituisce una scoperta sempre perfettibile, secondo le coordinate della âstoricità â tipiche della conoscenza umana.
Eâ quanto ho rilevato nellâEnciclica Veritatis splendor, a proposito della legge morale naturale, la quale, secondo le parole di san Tommaso dâAquino, âaltro non è che la luce dellâintelligenza infusa in noi da Dio. Grazie ad essa conosciamo ciò che si deve compiere e ciò che si deve evitare. Questa luce e questa legge Dio lâha donata nella creazioneâ[106].
[104]Eiusdem Veritatis Splendor, 50; cfr. etiam Gaudium et Spes, 14.
[105]Gaudium et Spes, 29 [1965 12 07/29]
[106]Ioannis Pauli PP. II Veritatis Splendor, 40; cfr. etiam Catechismus Catholicae Ecclesiae, nn. 1954-1955.
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4. Eâ importante aiutare i nostri contemporanei a comprendere il valore positivo e umanizzante della legge morale naturale, chiarendo una serie di malintesi e di interpretazioni fallaci.
Il primo equivoco che occorre eliminare è âil presunto conflitto tra la libertà e la naturaâ, che âsi ripercuote anche sullâinterpretazione di alcuni aspetti scientifici della legge naturale, soprattutto sulla sua universalità e immutabilità â[107]. Infatti anche la libertà appartiene alla natura razionale dellâuomo e dalla ragione può e deve essere guidata: âProprio grazie a questa verità , la legge naturale implica lâuniversalità . Essa, in quanto iscritta nella natura razionale della persona, sâimpone ad ogni essere dotato di ragione e vivente nella storiaâ[108].
[107]Ioannis Pauli PP. II Veritatis Splendor, 51.
[108]Ibid.
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5. Un altro punto che deve essere chiarito è il presunto carattere statico e fissista attribuito alla nozione di legge morale naturale, suggerito forse per una erronea analogia con il concetto di natura proprio delle realtà fisiche. In verità , il carattere di universalità e obbligatorietà morale stimola e urge la crescita della persona. âPer perfezionarsi nel suo ordine specifico la persona deve compiere il bene ed evitare il male, vegliare alla trasmissione e conservazione della vita, affinare e sviluppare le ricchezze del mondo sensibile, coltivare la vita sociale, cercare il vero, praticare il bene, contemplare la bellezzaâ[109].
Di fatto, il Magistero della Chiesa si richiama allâuniversalità e al carattere dinamico e perfettivo della legge naturale in riferimento alla trasmissione della vita, sia per mantenere nellâatto procreativo la pienezza dellâunione sponsale, sia per conservare nellâamore coniugale lâapertura alla vita[110]. Analogo richiamo il Magistero fa in tema di rispetto della vita umana innocente: qui il pensiero va allâaborto, allâeutanasia, alla soppressione e sperimentazione distruttiva degli embrioni e dei feti umani[111].
[109] S. Thomae Aquinatis Summa Theologiae, I-II, q. 94, a. 2; cfr. Catechismus Catholicae Ecclesiae, n. 51.
[110] Cfr. Paulis VI Humanae Vitae, 10 [1968 07 25/10]; Congregations pro Doctrina Fidei, Donum Vitae, II, 1-8 [1987 02 22/1-8]
[111] Cfr. Ioannis Pauli PP. II Evangelium Vitae, 52-67 [1995 03 25b/52-67]
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6. La legge naturale, in quanto regola le relazioni interumane, si qualifica come âdiritto naturaleâ e, come tale, esige il rispetto integrale della dignità dei singoli individui nella ricerca del bene comune. Unâautentica concezione del diritto naturale, inteso come tutela dellâeminente e inalienabile dignità di ogni essere umano, è garanzia di uguaglianza e dà contenuto vero a quei âdiritti dellâuomoâ che sono stati posti a fondamento delle Dichiarazioni internazionali.
I diritti dellâuomo, infatti, debbono essere riferiti a ciò che lâuomo è per natura e in forza della propria dignità , e non già alle espressioni delle scelte soggettive proprie di coloro che godono del potere di partecipare alla vita sociale o di coloro che ottengono il consenso della maggioranza. NellâEnciclica Evangelium vitae ho denunciato il pericolo grave che questa falsa interpretazione dei diritti dellâuomo, come di diritti della soggettività individuale o collettiva, sganciata dal riferimento alla verità della natura umana, possa portare anche i regimi democratici a trasformarsi in un sostanziale totalitarismo[112].
In particolare, tra i diritti fondamentali dellâuomo, la Chiesa cattolica rivendica per ogni essere umano il diritto alla vita come diritto primario. Lo fa in nome della verità dellâuomo e a tutela della sua libertà , che non può sussistere se non nel rispetto della vita. La Chiesa afferma il diritto alla vita di ogni essere umano innocente ed in ogni momento della sua esistenza. La distinzione che talora viene suggerita in alcuni documenti internazionali tra âessere umanoâ e âpersona umanaâ, per poi riconoscere il diritto alla vita e allâintegrità fisica soltanto alla persona già nata, è una distinzione artificiale senza fondamento né scientifico né filosofico: ogni essere umano, fin dal suo concepimento e fino alla sua morte naturale, possiede lâinviolabile diritto alla vita e merita tutto il rispetto dovuto alla persona umana[113].
[112] Cfr. ibid. 19-20 [1995 03 25b/19-20]
[113] Cfr. Congregationis pro Doctrina Fidei Donum Vitae, 1 [1987 02 22/1]
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7. Carissimi, in conclusione desidero incoraggiare la vostra riflessione sulla legge morale naturale e sul diritto naturale, con lâaugurio che da questa possa scaturire un nuovo, sorgivo slancio di instaurazione del vero bene dellâuomo e di un ordine sociale giusto e pacifico. Eâ sempre ritornando alle radici profonde della dignità umana e del suo vero bene, è poggiando sul fondamento di ciò che esiste di intramontabile ed essenziale nellâuomo, che si può avviare un dialogo fecondo con gli uomini di ogni cultura in vista di una società ispirata ai valori della giustizia e della fraternità .
Ringraziandovi ancora per la vostra collaborazione, affido le attività della Pontificia Accademia per la Vita alla Madre di Gesù, Verbo fatto carne nel suo grembo verginale, perché vi accompagni nellâimpegno che la Chiesa vi ha affidato per la difesa e la promozione del dono della vita e della dignità di ogni essere umano.
Con questo auspicio imparto a voi ed ai vostri cari la mia affettuosa Benedizione.
[Insegnamenti GP II, 25/1 (2002), 282-286]