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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[1995] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA CRISTIANA DEBE SER PROTAGONISTA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Del Discurso Me complace, al segundo grupo de Obispos de la Conferencia Episcopal Argentina en la visita ad limina, 5 marzo 2002

2002 03 05 0005

5. Otro campo de la acción pastoral que requiere especial atención es el de la promoción y defensa de la institución familiar, hoy tan atacada desde diversos frentes con múltiples y sutiles argumentos. Asistimos a una corriente, muy difundida en algunas partes, que tiende a debilitar su verdadera naturaleza. Los mismos fieles católicos, en ocasiones, por variados motivos, no recurren al Sacramento del matrimonio para dar comienzo a su unión en el amor. Es importante recordar que Cristo “mediante el Sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos. Permanece, además con ellos para que, como Él mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella, así también los cónyuges, con su entrega mutua, se amen con perpetua fidelidad” (Gaudium et spes, 48). Conozco el empeño que ponéis en defender y promover esta institución, que tiene su origen en Dios y en su plan de salvación (cf. Familiaris consortio, 49). La extensión de la crisis del matrimonio y de la familia no ha de llevar al abatimiento o a la dejadez, al contrario, nos ha de impulsar a proclamar, con firmeza pastoral, como un auténtico servicio a la familia y a la sociedad, la verdad sobre el matrimonio y la familia establecida por Dios. Dejar de hacerlo sería una grave omisión pastoral que induciría a los creyentes al error, así como también a quienes tienen la grave responsabilidad de tomar las decisiones sobre el bien común de la Nación. Esta verdad es válida no sólo para los católicos, sino para todos los hombres y mujeres sin distinción, pues el matrimonio y la familia constituyen un bien insustituible de la sociedad, la cual no puede permanecer indiferente ante su degradación o la pérdida de su identidad.

A este respecto, los esposos comprometidos en la Iglesia deben, con la ayuda de los Pastores, esmerarse en profundizar en la teología del matrimonio, ayudar a las parejas jóvenes y a las familias en dificultad a reconocer mejor el valor de su compromiso sacramental y a acoger la gracia de la alianza que han sellado como bautizados. Las familias cristianas han de ser las primeras en testimoniar la grandeza de la vida conyugal y familiar, fundada en el amor mutuo y en la fidelidad. Gracias al sacramento, su amor humano adquiere un valor superior, porque los cónyuges manifiestan el amor de Cristo a su Iglesia, asumiendo al mismo tiempo una responsabilidad importante en el mundo: engendrar hijos llamados a convertirse en hijos de Dios, y ayudarlos en su crecimiento humano y sobrenatural. Queridos hermanos: acompañad a las familias, alentad la pastoral familiar en vuestras diócesis y promoved los movimientos y asociaciones de espiritualidad matrimonial; despertad su celo apostólico para que hagan propia la tarea de la nueva evangelización, abran sus puertas a quienes viven en situaciones difíciles, y den testimonio de la gran dignidad de un amor desinteresado e incondicional.No hay que olvidar, además, que para la defensa y promoción de la institución familiar es importante la adecuada preparación de quienes se disponen a contraer el sacramento del matrimonio (cf. cc. 1063-1064 C.I.C.). De este modo se promueve la formación de auténticas familias que vivan según el plan de Dios. En esta tarea no sólo se han de presentar a los futuros esposos los aspectos antropológicos del amor humano, sino también las bases para una auténtica espiritualidad conyugal, entendiendo el matrimonio como una vocación que permite al bautizado encarnar la fe, la esperanza y la caridad dentro de su nueva situación personal, social y religiosa. Completando esta preparación específica, se puede aprovechar también como una ocasión de reevangelización para los bautizados que se acercan a la Iglesia a pedir el sacramento del matrimonio. Aunque hoy, gracias a la generalización de la enseñanza, los jóvenes poseen con frecuencia una cultura superior a la de sus padres, en muchos casos esto no se corresponde con una mayor formación en la vida cristiana, pues se constata a veces no sólo una grave ignorancia religiosa en las jóvenes generaciones, sino, lo que es más triste, un cierto vacío moral y una acusada carencia del sentido trascendente de la vida.

[E 62 (2002), 739-740]