[2004] • JUAN PABLO II (1978-2005) • PASTORAL FAMILIAR Y MATRIMONIOS EN DIFICULTAD
Discurso Sono lieto, a los participantes en la XV Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Familia, 18 octubre 2002
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1. Me alegra recibiros con ocasión de la XV asamblea plenaria del Consejo pontificio para la familia. Os dirijo a todos mi saludo cordial. Agradezco de corazón al señor cardenal Alfonso López Trujillo, presidente del Consejo pontificio para la familia, las amables palabras con que ha interpretado los sentimientos de los presentes. Extiendo mi agradecimiento a cada uno de vosotros y a cuantos, de diferentes modos, trabajan en este dicasterio, realizando con generosidad y competencia una tarea tan importante para la Iglesia y para la sociedad, al servicio de la familia, santuario doméstico y cuna de la vida. Se ha hecho mucho en estos años, pero queda aún mucho por hacer. Os exhorto a no desanimaros ante la magnitud de los desafÃos actuales y a proseguir sin cesar en vuestro compromiso de salvaguardar y promover el bien inestimable del matrimonio y de la familia. De este esfuerzo dependen, en gran parte, el destino de la sociedad y el futuro mismo de la evangelización.
El tema propuesto para esta plenaria es particularmente actual: Pastoral familiar y matrimonios en dificultad. Se trata de una cuestión amplia y compleja, de la que queréis considerar sólo algunos aspectos, habiendo tenido ya la oportunidad de afrontarla en otras circunstancias. A este respecto, quisiera ofreceros algunas pautas de reflexión y orientación.
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2. En un mundo que se va secularizando cada vez más, es muy importante que la familia creyente tome conciencia de su vocación y de su misión. El punto de partida, en todo ámbito y circunstancia, es salvaguardar e intensificar la oración, una oración incesante al Señor, para que su fe crezca y sea cada vez más vigorosa. Como escribà en la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae: âLa familia que reza unida, permanece unidaâ (n. 41).
Es verdad que, cuando se atraviesan momentos particulares, el recurso a la ciencia puede prestar una gran ayuda, pero nada podrá sustituir a una fe ardiente, personal y confiada, que se abre al Señor, el cual dijo: âVenid a mà todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descansoâ (Mt 11, 28).
El encuentro con Cristo vivo, Señor de la alianza, es fuente indispensable de energÃa y renovación, precisamente cuando aumentan la fragilidad y la debilidad. Por eso, es necesario recurrir a una intensa vida espiritual, abriendo el corazón a la Palabra de vida. Es preciso que en lo Ãntimo del corazón resuene la voz de Dios, la cual, aunque a veces parece callar, en realidad resuena constantemente en los corazones y nos acompaña a lo largo del camino marcado por el dolor, como sucedió con los dos peregrinos de Emaús.
Hay que dedicar especial solicitud a los esposos jóvenes, para que no se rindan ante los problemas y conflictos. Jamás hay que abandonar la oración, el recurso frecuente al sacramento de la reconciliación y la dirección espiritual, pensando en sustituirlos con otras técnicas de apoyo humano y psicológico. Jamás hay que relegar al olvido lo esencial, o sea, vivir en familia bajo la mirada tierna y misericordiosa de Dios.
La riqueza de la vida sacramental, en el ámbito de una familia que participa en la EucaristÃa todos los domingos (cf. Dies Domini, 81), es, sin duda alguna, el mejor antÃdoto para afrontar y superar obstáculos y tensiones.
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3. Esto resulta aún más necesario cuando proliferan estilos de vida y se difunden modas y culturas que ponen en duda el valor del matrimonio, llegando incluso a considerar imposible la entrega recÃproca de los esposos hasta la muerte, en una fidelidad gozosa (cf. Carta a las familias, 10). La fragilidad aumenta si domina la mentalidad divorcista, que el Concilio denunció con vigor, porque lleva, muchas veces, a separaciones y a rupturas definitivas. También una educación sexual mal concebida perjudica a la vida de la familia. Cuando falta una preparación integral para el matrimonio, que respete las etapas progresivas del crecimiento en el noviazgo (cf. Familiaris consortio, 66), se reducen las posibilidades de defensa en la familia.
Por el contrario, no hay ninguna situación difÃcil que no pueda afrontarse adecuadamente cuando se cultiva un clima coherente de vida cristiana. El amor mismo, herido por el pecado, es también un amor redimido (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 1608). Es evidente que si falla la vida sacramental, la familia cede más fácilmente a las insidias, porque se queda sin defensas.
Qué importante es favorecer el apoyo familiar a los matrimonios, especialmente jóvenes, de parte de familias sólidas espiritual y moralmente! Es un apostolado fecundo y necesario, sobre todo en este momento histórico.
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4. Aquà quisiera añadir una consideración sobre el diálogo que se debe cultivar en el proceso formativo con los hijos. A menudo falta el tiempo para vivir y dialogar en familia. Muchas veces los padres no se sienten preparados, e incluso temen asumir, como es su deber, la tarea de la educación integral de sus hijos. Puede suceder que estos, precisamente a causa de la falta de diálogo, encuentren serios obstáculos para considerar a sus padres como auténticos modelos que imitar y vayan a buscar a otra parte modelos y estilos de vida que resultan a menudo falsos y nocivos para la dignidad del hombre y para el verdadero amor. La trivialización del sexo, en una sociedad saturada de erotismo, y la falta de referencia a principios éticos pueden arruinar la vida de niños, adolescentes y jóvenes, impidiendo que se formen en un amor responsable y maduro y desarrollen armoniosamente su personalidad.
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5. AmadÃsimos hermanos y hermanas, gracias por la atención que dedicáis en vuestra asamblea a un tema tan actual y que tanto me preocupa. Dios os ayude a descubrir lo más conveniente para la familia hoy. Proseguid también con entusiasmo la preparación del Encuentro mundial de las familias, que se celebrará en Manila en enero del año próximo. Espero de corazón que ese encuentro, que convoqué con ocasión de la celebración del Jubileo de las familias y al que señalé como tema: âLa familia cristiana: una buena nueva para el tercer milenioâ, contribuya al aumento del impulso misionero de las familias en el mundo.
Encomiendo todo esto a MarÃa, Reina de la familia. Que ella os acompañe y proteja siempre. Os bendigo con afecto a vosotros y a cuantos colaboran con vosotros al servicio del verdadero bien de la familia.
[DP (2002), 157]
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1. Sono lieto di ricevervi in occasione della XV Assemblea Plenaria del Pontificio Consiglio per la Famiglia. A tutti il mio saluto cordiale! Ringrazio di cuore il Signor Cardinale Alfonso López Trujillo, Presidente del Pontificio Consiglio, per le gentili parole, con le quali ha interpretato i sentimenti dei presenti. Estendo il mio ringraziamento a ciascuno di voi e a quanti, a diverso titolo, lavorano in codesto Dicastero, svolgendo con generosità e competenza un compito tanto importante per la Chiesa e per la società , al servizio della famiglia, santuario domestico e culla della vita. Molto è stato fatto in questi anni, ma molto resta da fare. Vi incoraggio a non perdervi dâanimo di fronte alle proporzioni delle odierne sfide, ma a proseguire senza sosta nellâimpegno di salvaguardare e promuovere il bene inestimabile del matrimonio e della famiglia. Da questo sforzo dipende, in buona parte, il destino della società e il futuro stesso dellâevangelizzazione.
Il tema proposto per questa Plenaria è particolarmente attuale: Pastorale familiare e coppie in difficoltà . Si tratta di un argomento ampio e complesso, del quale intendete considerare soltanto alcuni aspetti, avendo avuto già lâopportunità di affrontarlo in altre circostanze. Vorrei, in proposito, offrirvi alcuni spunti di riflessione e di orientamento.
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2. In un mondo che va sempre più secolarizzandosi, è quanto mai importante che la famiglia credente prenda consapevolezza della propria vocazione e della propria missione. Il punto di partenza per essa, in ogni contesto e circostanza, è salvaguardare ed intensificare la preghiera, una preghiera incessante al Signore, affinché cresca e sia sempre più vigorosa la propria fede. Come ho scritto nella Lettera apostolica Rosarium Virginis Mariae: âLa famiglia che prega unita, resta unitaâ[120].
Eâ vero che, quando si attraversano particolari momenti, il sussidio della scienza può offrire un buon aiuto, ma niente potrà sostituire una fede ardente, personale e fiduciosa, che si apra al Signore, il quale ha detto: âVenite a me, voi tutti che siete affaticati ed oppressi, ed io vi ristoreròâ[121].
Fonte indispensabile di energia e di rinnovamento, proprio quando crescono la fragilità e la debolezza, è lâincontro con il Cristo vivo, Signore dellâAlleanza. Ecco perché bisogna far ricorso a unâintensa vita spirituale, aprendo lâanimo alla Parola di vita. Occorre che nel profondo del cuore risuoni la voce di Dio, la quale, anche se a volte sembra tacere, in realtà risuona costantemente nei cuori e ci accompagna lungo il cammino segnato dal dolore, come accadde con i due pellegrini di Emmaus.
Speciale sollecitudine va riservata ai giovani sposi, affinché non si arrendano di fronte a problemi e conflitti. La preghiera, lâaccostamento frequente al sacramento della Riconciliazione, la direzione spirituale, non vanno mai abbandonati pensando di sostituirli con altre tecniche di supporto umano e psicologico. Mai va relegato nellâoblio ciò che è essenziale, ossia vivere in famiglia sotto lo sguardo tenero e misericordioso di Dio.
La ricchezza della vita sacramentale, nellâambito di una famiglia che partecipa allâEucarestia di domenica in domenica[122], è, senza dubbio, il migliore antidoto per affrontare e superare ostacoli e tensioni.
[120]Ioannis Pauli PP. II Epistula Apostolica Rosarium Virginis Mariae, 41, die 16 oct. 2001.
[121]Matth. 11, 28.
[122]Cfr. Ioannis Pauli PP. II Dies Domini, 81.
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3. Questo si rende ancor più necessario quando proliferano stili di vita e si diffondono mode e culture che pongono in dubbio il valore del matrimonio, giungendo perfino a ritenere impossibile il dono reciproco degli sposi fino alla morte, in una gioiosa fedeltà [123]. La fragilità aumenta se domina quella mentalità divorzista, che il Concilio ha denunciato con vigore, perché conduce, molte volte, a separazioni e a rotture definitive. Anche una mal concepita educazione sessuale nuoce alla vita della famiglia. Quando viene meno unâintegrale preparazione al matrimonio, che rispetti le progressive tappe della crescita dei fidanzati[124], nella famiglia si riducono le possibilità di difesa.
Non câè invece situazione difficile che non possa essere affrontata adeguatamente quando si coltiva un coerente clima di vita cristiana. Lâamore stesso, ferito dal peccato, è anche un amore redento[125]. Eâ chiaro che se viene meno la vita sacramentale, la famiglia cede più facilmente alle insidie, perché resta senza difesa.
Quanto è importante favorire il supporto familiare per le coppie, specialmente giovani, da parte di famiglie solide spiritualmente e moralmente! Eâ un apostolato fecondo e necessario soprattutto in questo momento storico.
[123]Cfr.Eiusdem Litterae familiis datae ipso volvente sacro familiae anno MCMXCIV Gratissimam Sane, 10, die 2 febr. 1994: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, XVII, 1 (1994) 270 [1994 02 02a/10]
[124] Cfr. Eiusdem Familiaris Consortio, 66 [1981 11 22/66]
[125] Cfr. Catechismus Catholicae Ecclesiae, n. 1608 [1992 10 11a/1608]
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4. Vorrei aggiungere, a questo punto, una considerazione sul dialogo che deve essere coltivato nel processo formativo con i figli. Manca spesso il tempo per vivere e dialogare in famiglia. Molte volte i genitori si sentono impreparati e temono perfino di assumere, come è loro dovere, il compito dellâeducazione integrale dei loro figli. Può succedere che questi, proprio a causa del mancato dialogo, incontrino seri ostacoli nel trovare nei loro genitori autentici modelli da imitare e vanno a cercare altrove modelli e stili di vita, che risultano spesso falsi e lesivi della dignità dellâuomo e del vero amore. La banalizzazione del sesso, in una società satura di erotismo, e la mancanza di riferimento a principi etici, possono rovinare la vita di bambini, adolescenti e giovani, impedendo il loro formarsi ad un amore responsabile, maturo, e lo sviluppo armonico della loro personalità .
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5. Carissimi Fratelli e Sorelle! Grazie per lâattenzione che in questa vostra Assemblea Plenaria dedicate ad un tema così attuale e che a me sta tanto a cuore. Iddio vi aiuti a focalizzare ciò che è più utile per la famiglia oggi. Proseguite inoltre con entusiasmo nella preparazione dellâIncontro Mondiale delle Famiglie, che si terrà a Manila nel gennaio del prossimo anno. Auspico di cuore che tale raduno, che ho convocato in occasione della celebrazione del Giubileo delle Famiglie, e per il quale ho segnalato come tema: La famiglia cristiana: una buona novella per il terzo millennio, favorisca lâaccrescimento dello slancio missionario delle famiglie nel mondo.
Affido tutto ciò a Maria, Regina della Famiglia. Sia Lei ad accompagnarvi e a proteggervi sempre. Con affetto benedico voi e quanti collaborano con voi al servizio del vero bene della famiglia.
[Insegnamenti GP II, 25/2 (20002), 563-566]