[2030] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL MATRIMONIO ES UN VÍNCULO DE AMOR INDISOLUBLE
Discurso Sono lieto, a los Miembros del Tribunal de la Rota Romana, con ocasión de la inauguración del Año Judicial, 29 enero 2004
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1. Me alegra este encuentro anual con vosotros para la inauguración del año judicial. Me brinda la ocasión propicia para reafirmar la importancia de vuestro ministerio eclesial y la necesidad de vuestra actividad judicial.
Saludo cordialmente al Colegio de los prelados auditores, comenzando por el decano, monseñor Raffaello Funghini, al que agradezco las profundas reflexiones con las que ha expresado el sentido y el valor de vuestro trabajo. Saludo también a los oficiales, a los abogados y a los demás colaboradores de este tribunal apostólico, asà como a los miembros del Estudio rotal y a todos los presentes.
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2. En los encuentros de los últimos años he tratado algunos aspectos fundamentales del matrimonio: su Ãndole natural,su indisolubilidad y su dignidad sacramental. En realidad,a este tribunal de la Sede apostólica llegan también otras causas de diversos tipos, de acuerdo con las normas establecidas por el Código de derecho canónico (cf. cc. 1443-1444) y la constitución apostólica Pastor bonus (cf. art. 126-130). Pero, sobre todo, el Tribunal está llamado a centrar su atención en el matrimonio. Por eso, hoy, respondiendo también a las preocupaciones manifestadas por el monseñor decano, deseo hablar nuevamente de las causas matrimoniales confiadas a vosotros y, en particular, de un aspecto jurÃdico-pastoral que emerge de ellas:saludo al favor iuris de que goza el matrimonio, y a su relativa presunción de validez en caso de duda, declarada por el canon 1060 del Código latino y por el canon 779 del Código de cánones de las Iglesias orientales.
En efecto, a veces se escuchan voces crÃticas al respecto. A algunos, esos principios les parecen vinculados a situaciones sociales y culturales del pasado, en las que la solicitud de casarse de forma canónica presuponÃa normalmente en los contrayentes la comprensión y la aceptación de la verdadera naturaleza del matrimonio. Debido a la crisis que, por desgracia, afecta actualmente a esta institución en numerosos ambientes, les parece que a menudo debe ponerse en duda incluso la validez del consenso, a causa de los diversos tipos de incapacidad, o por la exclusión de bienes esenciales. Ante esta situación, los crÃticos mencionados se preguntan si no serÃa más justo presumir la invalidez del matrimonio contraÃdo, y no su validez.
Desde esta perspectiva, afirman que el favor matrimonii deberÃa ceder el lugar al favor personae, o al favor veritatis subiecti o al favor libertatis.
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3. Para valorar correctamente las nuevas posiciones, es oportuno, ante todo, descubrir el fundamento y los lÃmites del favor al que se refiere. En realidad, se trata de un principio que trasciende ampliamente la presunción de validez, dado que informa todas las normas canónicas, tanto sustanciales como procesales, concernientes al matrimonio. En efecto, el apoyo al matrimonio debe inspirar toda la actividad de la Iglesia, de los pastores y de los fieles, de la sociedad civil, en una palabra, de todas las personas de buena voluntad. El fundamento de esta actitud no es una opción más o menos opinable, sino el aprecio del bien objetivo representado por cada unión conyugal y cada familia. Precisamente cuando está amenazado el reconocimiento personal y social de un bien tan fundamental, se descubre más profundamente su importancia para las personas y para las comunidades.
A la luz de estas consideraciones, es evidente que el deber de defender y favorecer el matrimonio corresponde ciertamente, de manera particular, a los pastores sagrados, pero constituye también una precisa responsabilidad de todos los fieles, más aún, de todos los hombres y de las autoridades civiles, cada uno según sus competencias.
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4. El favor iuris de que goza el matrimonio implica la presunción de su validez, si no se prueba lo contrario (cf. Código de derecho canónico, c. 1060; Código de cánones de las Iglesias orientales, c. 779). Para captar el significado de esta presunción, conviene recordar, en primer lugar, que no representa una excepción con respecto a una regla general en sentido opuesto. Al contrario, se trata de la aplicación al matrimonio de una presunción que constituye un principio fundamental de todo ordenamiento jurÃdico: los actos humanos de por sà lÃcitos y que influyen en las relaciones jurÃdicas se presumen válidos, aunque se admita obviamente la prueba de su invalidez (cf. Código de derecho canónico, c. 124, 2; Código de cánones de las Iglesias orientales, c. 931, 2).
Esta presunción no puede interpretarse como mera protección de las apariencias o del status quo en cuanto tal, puesto que está prevista también, dentro de lÃmites razonables, la posibilidad de impugnar el acto. Sin embargo, lo que externamente parece realizado de forma correcta, en la medida en que entra en la esfera de la licitud, merece una consideración inicial de validez y la consiguiente protección jurÃdica, puesto que ese punto de referencia externo es el único del que realmente dispone el ordenamiento para discernir las situaciones que debe tutelar. Suponer lo opuesto, es decir, el deber de ofrecer la prueba positiva de la validez de los actos respectivos, significarÃa exponer a los sujetos a una exigencia prácticamente imposible de cumplir. En efecto, la prueba deberÃa incluir los múltiples presupuestos y requisitos del acto, que a menudo tienen notable extensión en el tiempo y en el espacio e implican una serie amplÃsima de personas y de actos precedentes y relacionados.
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5. ¿Qué decir, entonces, de la tesis según la cual el fracaso mismo de la vida conyugal deberÃa hacer presumir la invalidez del matrimonio? Por desgracia, la fuerza de este planteamiento erróneo es a veces tan grande, que se transforma en un prejuicio generalizado, el cual lleva a buscar las pruebas de nulidad como meras justificaciones formales de un pronunciamiento que, en realidad, se apoya en el hecho empÃrico del fracaso matrimonial. Este formalismo injusto de quienes se oponen al favor matrimonii tradicional puede llegar a olvidar que, según la experiencia humana marcada por el pecado, un matrimonio válido puede fracasar a causa del uso equivocado de la libertad de los mismos cónyuges.
La constatación de las verdaderas nulidades deberÃa llevar, más bien, a comprobar con mayor seriedad, en el momento del matrimonio, los requisitos necesarios para casarse, especialmente los concernientes al consenso y las disposiciones reales de los contrayentes. Los párrocos y los que colaboran con ellos en este ámbito tienen el grave deber de no ceder a una visión meramente burocrática de las investigaciones prematrimoniales,de las que habla el canon 1067. Su intervención pastoral debe guiarse por la convicción de que las personas, precisamente en aquel momento, pueden descubrir el bien natural y sobrenatural del matrimonio y, por consiguiente, comprometerse a buscarlo.
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6. En verdad, la presunción de validez del matrimonio se sitúa en un contexto más amplio. A menudo el verdadero problema no es tanto la presunción de palabra, cuanto la visión global del matrimonio mismo y, por tanto, el proceso para certificar la validez de su celebración. Este proceso es esencialmente inconcebible fuera del horizonte de la certificación de la verdad. Esta referencia teleológica a la verdad es lo que une a todos los protagonistas del proceso, a pesar de la diversidad de sus funciones. Al respecto, se ha insinuado un escepticismo más o menos abierto sobre la capacidad humana de conocer la verdad sobre la validez de un matrimonio. También en este campo se necesita una renovada confianza en la razón humana, tanto por lo que respecta a los aspectos esenciales del matrimonio como por lo que concierne a las circunstancias particulares de cada unión.
La tendencia a ampliar instrumentalmente las nulidades, olvidando el horizonte de la verdad objetiva, conlleva una tergiversación estructural de todo el proceso. Desde esta perspectiva, el sumario pierde su eficacia, puesto que su resultado está predeterminado. Incluso la investigación de la verdad, a la que el juez está gravemente obligado ex officio (cf. Código de derecho canónico, c. 1452; Código de cánones de las Iglesias orientales, c. 1110) y para cuya consecución se sirve de la ayuda del defensor del vÃnculo y del abogado, resultarÃa una sucesión de formalismos sin vida. Dado que en lugar de la capacidad de investigación y de crÃtica prevalecerÃa la construcción de respuestas predeterminadas, la sentencia perderÃa o atenuarÃa gravemente su tensión constitutiva hacia la verdad. Conceptos clave como los de certeza moral y libre valoración de las pruebas perderÃan su necesario punto de referencia en la verdad objetiva (cf. Código de derecho canónico, c. 1608; Código de cánones de las Iglesias orientales, c. 1291), que se renuncia a buscar o se considera inalcanzable.
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7. Yendo más a la raÃz, el problema atañe a la concepción del matrimonio, insertada, a su vez, en una visión global de la realidad. La dimensión esencial de justicia del matrimonio, que fundamenta su ser en una realidad intrÃnsecamente jurÃdica, se sustituye por puntos de vista empÃricos, de tipo sociológico, psicológico, etc., asà como por varias modalidades de positivismo jurÃdico. Sin quitar nada a las valiosas contribuciones que pueden ofrecer la sociologÃa, la psicologÃa o la psiquiatrÃa, no se puede olvidar que una consideración auténticamente jurÃdica del matrimonio requiere una visión metafÃsica de la persona humana y de la relación conyugal. Sin este fundamento ontológico, la institución matrimonial se convierte en mera superestructura extrÃnseca, fruto de la ley y del condicionamiento social, que limita a la persona en su realización libre.
En cambio, es preciso redescubrir la verdad, la bondad y la belleza de la institución matrimonial que, al ser obra de Dios mismo a través de la naturaleza humana y de la libertad del consenso de los cónyuges, permanece como realidad personal indisoluble, como vÃnculo de justicia y de amor, unido desde siempre al designio de la salvación y elevado en la plenitud de los tiempos a la dignidad de sacramento cristiano. Esta es la realidad que la Iglesia y el mundo deben favorecer. Este es el verdadero favor matrimonii.
Al brindaros estas reflexiones, deseo renovaros la expresión de mi aprecio por vuestro delicado y arduo trabajo en la administración de la justicia.
Con estos sentimientos, a la vez que invoco la constante asistencia divina sobre cada uno de vosotros, queridos prelados auditores, oficiales y abogados de la Rota romana, con afecto imparto a todos mi bendición.
[OR (ed. esp.) 6-II-2004, 3]
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1. Sono lieto di questo annuale incontro con voi per lâinaugurazione dellâAnno Giudiziario. Esso mi offre lâoccasione propizia per riaffermare lâimportanza del vostro ministero ecclesiale e la necessità della vostra attività giudiziaria. Saluto cordialmente il Collegio dei Prelati Uditori, ad iniziare dal Decano, Mons. Raffaello Funghini, che ringrazio per le profonde riflessioni con le quali ha espresso il senso e il valore del vostro lavoro. Saluto poi gli Officiali, gli Avvocati e gli altri Collaboratori di codesto Tribunale Apostolico, come pure i membri dello Studio Rotale e tutti i presenti.
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2. Negli incontri degli ultimi anni ho trattato di alcuni aspetti fondamentali del matrimonio: la sua indole naturale, la sua indissolubilità , la sua dignità sacramentale. In realtà , a codesto Tribunale della Sede Apostolica giungono pure altre cause di vario genere, in base alle norme stabilite dal Codice di Diritto Canonico[203] e dalla Costituzione apostolica Pastor Bonus[204]. Eâ però soprattutto al matrimonio che il Tribunale è sollecitato a volgere la sua attenzione. Per questo oggi, rispondendo anche alle preoccupazioni manifestate da Mons. Decano, desidero nuovamente soffermarmi sulle cause matrimoniali a voi affidate e, in particolare, su un aspetto giuridico -pastorale che da esse emerge: alludo al favor iuris di cui gode il matrimonio, e alla connessa presunzione di validità in caso di dubbio, dichiarata dal canone 1060 del Codice latino e dal canone 779 del Codice dei Canoni delle Chiese Orientali.
Talvolta infatti si sentono voci critiche al riguardo. Tali principi ad alcuni sembrano legati a situazioni sociali e culturali del passato, nelle quali la richiesta di sposarsi in forma canonica presupponeva normalmente nei nubendi la comprensione ed accettazione della vera natura del matrimonio. Nella crisi che in tanti ambienti segna oggi purtroppo questa istituzione, a costoro sembra che la stessa validità del consenso debba considerarsi spesso compromessa, a causa dei vari tipi di incapacità oppure per lâesclusione di beni essenziali. Dinanzi a questa situazione, i critici menzionati si domandano se non sarebbe più giusto presumere lâinvalidità del matrimonio contratto piuttosto che la sua validità .
In questa prospettiva il favor matrimonii, si afferma da costoro, dovrebbe cedere il posto al favor personae, o al favor veritatis subiecti o al favor libertatis.
[203] Cfr. Codex Iuris Canonici, cann. 1443-1444.
[204] Cfr. Ioannis Pauli PP. II Pastor Bonus, art. 126-130.
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3. Per valutare correttamente le nuove posizioni è opportuno anzitutto individuare il fondamento e i limiti del favor in questione. In realtà , si tratta di un principio che trascende di gran lunga la presunzione di validità , dal momento che informa tutte le norme canoniche, sia sostanziali che processuali, concernenti il matrimonio. Il sostegno al matrimonio, infatti, deve ispirare lâintera attività della Chiesa, dei Pastori e dei fedeli, della società civile, in una parola di tutte le persone di buona volontà . Fondamento di tale atteggiamento non è una scelta più o meno opinabile, bensì lâapprezzamento del bene oggettivo rappresentato da ogni unione coniugale e da ogni famiglia. Proprio quando è minacciato il riconoscimento personale e sociale di un bene così fondamentale, si scopre più profondamente la sua importanza per le persone e per le comunità .
Alla luce di queste considerazioni appare chiaramente che il dovere di difendere e favorire il matrimonio spetta certamente in maniera particolare ai sacri Pastori, ma costituisce anche una precisa responsabilità di tutti i fedeli, anzi di tutti gli uomini e delle autorità civili, ognuno secondo le proprie competenze.
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4. Il favor iuris di cui gode il matrimonio implica la presunzione della sua validità , fino a che non sia provato il contrario[205]. Per cogliere il significato di questa presunzione, conviene in primo luogo ricordare che essa non rappresenta unâeccezione rispetto ad una regola generale in senso opposto. Al contrario, si tratta dellâapplicazione al matrimonio di una presunzione che costituisce un principio fondamentale di ogni ordinamento giuridico: gli atti umani di per sé leciti e che incidono sui rapporti giuridici si presumono validi, pur essendo ovviamente ammessa la prova della loro invalidità [206].
Questa presunzione non può essere interpretata come mera protezione delle apparenze o dello status quo in quanto tale, poiché è prevista anche, entro limiti ragionevoli, la possibilità di impugnare lâatto. Tuttavia ciò che allâesterno appare correttamente posto in essere, nella misura in cui rientri nella sfera della liceità , merita unâiniziale considerazione di validità e la conseguente protezione giuridica, poiché tale punto di riferimento esterno è lâunico di cui realisticamente lâordinamento dispone per discernere le situazioni cui deve offrire tutela. Ipotizzare lâopposto, il dovere cioè di offrire la prova positiva della validità dei rispettivi atti, significherebbe esporre i soggetti ad unâesigenza di pressoché impossibile attuazione. La prova dovrebbe infatti comprendere i molteplici presupposti e requisiti dellâatto, i quali spesso hanno notevole estensione nel tempo e nello spazio e coinvolgono una serie amplissima di persone e di atti precedenti e connessi.
[205] Cfr. Codex Iuris Canonici, can. 1060 [1983 01 25/1060]; Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium, can. 779 [1990 10 18/779]
[206] Cfr. Codex Iuris Canonici, can. 124, 2; Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium, can. 931, 2.
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5. Che dire allora della tesi secondo cui il fallimento stesso della vita coniugale dovrebbe far presumere lâinvalidità del matrimonio? Purtroppo la forza di questa erronea impostazione è a volte così grande da trasformarsi in un generalizzato pregiudizio, che porta a cercare i capi di nullità come mere giustificazioni formali di un pronunciamento che in realtà poggia sul fatto empirico dellâinsuccesso matrimoniale. Questo ingiusto formalismo di coloro che avversano il tradizionale favor matrimonii può arrivare a dimenticare che, secondo lâesperienza umana segnata dal peccato, un matrimonio valido può fallire a causa dellâuso sbagliato della libertà degli stessi coniugi.
La constatazione delle vere nullità dovrebbe portare piuttosto ad accertare con maggior serietà , al momento delle nozze, i requisiti necessari per sposarsi, specialmente quelli concernenti il consenso e le reali disposizioni dei nubendi. I parroci e coloro che collaborano con loro in questâambito hanno il grave dovere di non cedere ad una visione meramente burocratica delle investigazioni prematrimoniali di cui al can. 1067. Il loro intervento pastorale deve essere guidato dalla consapevolezza che le persone possono proprio in quel momento scoprire il bene naturale e soprannaturale del matrimonio, ed impegnarsi di conseguenza a perseguirlo.
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6. In verità , la presunzione di validità del matrimonio si colloca in un contesto più ampio. Spesso il vero problema non è tanto la presunzione in parola, quanto la visione complessiva del matrimonio stesso e, quindi, il processo per accertare la validità della sua celebrazione. Tale processo è essenzialmente inconcepibile al di fuori dellâorizzonte dellâaccertamento della verità . Questo riferimento teleologico alla verità è ciò che accomuna tutti i protagonisti del processo, nonostante la diversità dei loro ruoli. Al riguardo, è stato insinuato uno scetticismo più o meno aperto sulla capacità umana di conoscere la verità sulla validità di un matrimonio. Anche in questo campo occorre una rinnovata fiducia nella ragione umana, sia per quanto riguarda gli aspetti essenziali del matrimonio, che per quel che concerne le circostanze particolari di ogni unione.
La tendenza ad ampliare strumentalmente le nullità , dimenticando lâorizzonte della verità oggettiva, comporta una distorsione strutturale dellâintero processo. Lâistruttoria, in questa prospettiva, perde la sua incisività in quanto lâesito è predeterminato. Lâindagine stessa della verità , alla quale il giudice è gravemente obbligato ex officio[207] e per il conseguimento della quale si serve dellâaiuto del difensore del vincolo e dellâavvocato, si risolverebbe in un susseguirsi di formalismi privi di vita. La sentenza, poiché al posto della capacità di indagine e di critica verrebbe a prevalere la costruzione di risposte predeterminate, perderebbe o gravemente attenuerebbe la sua tensione costitutiva verso la verità . Concetti chiave come quelli di certezza morale e di libero apprezzamento delle prove rimarrebbero senza il loro necessario punto di riferimento nella verità oggettiva[208], che si rinunzia a cercare oppure si considera inafferrabile.
[207] Cfr. Codex Iuris Canonici, can. 1452; Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium, can. 1110.
[208] Cfr. Codex Iuris Canonici, can. 1608 [1983 01 25/1068]; Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium, can. 1291.
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7. Più a monte, il problema riguarda la concezione del matrimonio, a sua volta inserita in una visione globale della realtà . Lâessenziale dimensione di giustizia del matrimonio, che fonda il suo essere in una realtà intrinsecamente giuridica, viene sostituita da ottiche empiriche, di stampo sociologico, psicologico, ecc., così come da varie modalità di positivismo giuridico. Senza nulla togliere ai validi contributi che possono provenire dalla sociologia, dalla psicologia o dalla psichiatria, non si può dimenticare che una considerazione autenticamente giuridica del matrimonio richiede una visione metafisica della persona umana e della relazionalità coniugale. Senza questo fondamento ontologico, lâistituzione matrimoniale diventa mera sovrastruttura estrinseca, frutto della legge e del condizionamento sociale, limitante la persona nella sua libera realizzazione. Occorre invece riscoprire la verità , la bontà e la bellezza dellâistituto matrimoniale, che essendo opera dello stesso Dio attraverso la natura umana e la libertà del consenso dei coniugi, rimane come realtà personale indissolubile, come vincolo di giustizia e di amore, legato da sempre al disegno della salvezza ed elevato nella pienezza dei tempi alla dignità di sacramento cristiano. Questa è la realtà che la Chiesa e il mondo debbono favorire! Questo è il vero favor matrimonii!
Nel presentarvi questi spunti di riflessione, desidero rinnovare lâespressione del mio apprezzamento per il delicato e impegnativo vostro lavoro nellâamministrazione della giustizia.
Con questi sentimenti, mentre invoco su ciascuno di voi, cari Prelati Uditori, Officiali ed Avvocati della Rota Romana, la costante assistenza divina, a tutti imparto con affetto la mia Benedizione.
[Insegnamenti GP II, 27/1 (2004), 118-122]