[2060] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA PROMOCIÓN Y DEFENSA DE LA VERDADERA FAMILIA, CAMINO PARA LUCHAR CONTRA EL TERRIBLE MAL DEL SIDA
Del Discurso While I regret, a los Obispos de Tanzania, con ocasión de la visita ad limina, 11 marzo 2005
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1. Lamento no poder recibiros esta vez en el Vaticano, pero os doy de buen grado la bienvenida a vosotros, pastores de la Iglesia en Tanzania, con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum. Os saludo a todos desde el hospital policlÃnico Gemelli, donde ofrezco mis oraciones y sufrimientos por vosotros, a los que durante estos dÃas me siento especialmente cercano. Al dirigirme a vosotros por primera vez en este nuevo milenio, teniendo en cuenta vuestras relaciones quinquenales, deseo tratar con vosotros sobre tres partes integrantes de vuestro ministerio pastoral: la solicitud por la familia, la solicitud por el clero y la solicitud por el bien común de la sociedad en vuestra región.
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2. El mundo puede aprender mucho del elevado valor que encierra la familia como elemento fundamental de la sociedad africana. Hoy la Iglesia está llamada a dar una prioridad especial a la solicitud pastoral por la familia, a causa de los grandes cambios culturales que se están produciendo en el mundo moderno. Las nuevas ideas y los nuevos estilos de vida que se proponen deben valorarse cuidadosamente a la luz del Evangelio, para preservar los valores esenciales para la salud y el bienestar de la sociedad (cf. Ecclesia in Africa, 80). Por ejemplo, es preciso oponerse a la práctica injusta de asociar programas de asistencia económica a la promoción de la esterilización y la anticoncepción. Esos programas son âafrentas a la dignidad de la persona y de la familiaâ (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 234) y amenazan con minar la auténtica concepción cristiana de la naturaleza y la finalidad del matrimonio.
Según el designio del Creador, el vÃnculo sagrado del matrimonio simboliza la alianza nueva y eterna sellada con la sangre de Cristo (cf. Familiaris consortio, 13). Uno e indisoluble por su misma naturaleza, tiene que permanecer abierto a la generación de nueva vida, mediante la cual los esposos cooperan en la obra creadora de Dios. Como auténticos maestros de la fe, seguid proclamando estos principios, construyendo la Iglesia en vuestro paÃs como familia de Dios (cf. Ecclesia in Africa, 92). Sólo asà se pueden poner cimientos sólidos para el futuro de la sociedad africana y también para el de la Iglesia local.
La promoción de los auténticos valores familiares es aún más urgente a causa del terrible azote del sida, que aflige a vuestro paÃs y, en gran medida, al continente africano. La fidelidad dentro del matrimonio y la abstinencia fuera de él son los únicos medios seguros para limitar la ulterior difusión de la infección. Comunicar este mensaje debe ser un elemento clave en la respuesta de la Iglesia a la epidemia. Me entristece especialmente pensar en los muchos miles de niños que han quedado huérfanos a consecuencia de este virus despiadado. La Iglesia desempeña un papel vital al brindar la asistencia y la compasión necesarias para estas vÃctimas inocentes, privadas trágicamente del amor de sus padres.
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3. Los principales colaboradores del obispo en el cumplimiento de su misión son los sacerdotes de la diócesis, para quienes el obispo está llamado a ser padre, hermano y amigo (cf. Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, n. 76). Ayudándoles a crecer en santidad y en el compromiso sincero de seguir a Cristo, tratad de suscitar en ellos un genuino anhelo del reino de Dios. Seguid alentándolos en sus cualidades, sosteniéndolos en sus dificultades y formándolos para afrontar las exigencias actuales de la vida sacerdotal. Sé que apreciáis la importancia de la formación sacerdotal y la necesidad de dedicar a esta tarea a vuestros mejores sacerdotes. Sin descuidar los aspectos intelectuales y pastorales de la formación, os pido que veléis siempre en especial por la formación espiritual. Sólo un compromiso con la oración, arraigado en una comprensión madura de la configuración personal del sacerdote con Cristo, le permitirá poner en práctica la generosa entrega de sà en la caridad pastoral a la que está llamado (cf. Pastores dabo vobis, 23). De igual modo, al asegurar que todos los sacerdotes reciban una adecuada formación permanente, les ayudáis a âreavivar el carisma de Dios que está en ellos por la imposición de las manosâ (cf. 2 Tm 1, 6).
[OR (ed. esp.) 18-III-2005, 5]
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1. While I regret that I cannot receive you in the Vatican at this time, nevertheless I gladly welcome you, the Pastors of the Church in Tanzania, on your visit ad limina Apostolorum. I greet you all from Gemelli Hospital, where I offer my prayers and my sufferings for you: in these days I feel especially close to you. As I address you for the first time in this new millennium, in consideration of your Quinquennial Reports, I wish to speak with you about three integral parts of your pastoral ministry: care of the family, care of the clergy, and care for the common good of society in your region.
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2. The world can learn much from the high value that is placed upon the family as a building block of African society. Today the Church is called to give special priority to the pastoral care of the family, because of the great cultural changes taking place in the modern world. The new ideas and ways of life that are being proposed must be carefully assessed in the light of the Gospel, so that those values essential for the health and well-being of society may be preserved[266]. For example, the unjust practice of linking programmes of economic assistance to the promotion of sterilization and contraception must be strenuously resisted. Such programmes are âaffronts to the dignity of the person and the familyâ[267] and they threaten to undermine the authentic Christian understanding of the nature and purpose of marriage.
According to the design of the Creator, the sacred bond of matrimony symbolizes the new and eternal Covenant sanctioned in the Blood of Christ[268]. One and indissoluble by nature, it has to remain open to the generation of new life, by which the spouses cooperate in Godâs creative work. As authentic teachers of the faith, continue to proclaim these principles and to build up the Church in your country as the Family of God[269]. Only in this way can healthy foundations be laid for the future of African society and indeed the future of the local Church.
The promotion of genuine family values is all the more urgent on account of the terrible scourge of AIDS afflicting your country and so much of the African Continent. Fidelity within marriage and abstinence outside it are the only sure ways to limit the further spread of infection. Communicating this message must be a key element in the Churchâs response to the epidemic. It especially grieves me to consider the many thousands of children left as orphans in the wake of the merciless virus. The Church plays a vital part in providing the care and compassion that is needed for these innocent victims, tragically deprived of the love of their parents.
[266] Cfr. Ioannis Pauli PP. II Ecclesia in Africa, 80 [1995 09 14b/80]
[267]Pontificii Consilii de Iustitia et Pace Compendio della dottrina sociale della Chiesa, 234.
[268] Cfr. Ioannis Pauli PP. II Familiaris Consortio, 13 [1981 11 22/13]
[269] Cfr. Eiusdem Ecclesia in Africa, 92 [1995 09 14b/92]
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3.The principal co-workers of the Bishop in carrying out his mission are the priests of the diocese, to whom the Bishop is called to be a father, a brother and a friend[270]. As you help them to grow in holiness and in single-hearted commitment to discipleship, see that you enkindle within them a genuine longing for the Kingdom of God. Continue to encourage them in their gifts, sustain them in their difficulties and form them to meet the demands of priestly life today. I know that you appreciate the importance of seminary formation and the need to assign your best priests to this task. Without neglecting the intellectual and pastoral aspects of the training, I ask you always to exercise particular vigilance over the spiritual formation. Only a commitment to prayer, rooted in a mature understanding of the priestâs personal configuration to Christ, will enable him to practise the generous self-giving in pastoral charity to which he is called[271]. Likewise, by ensuring that all the clergy receive suitable ongoing formation, you help them to ârekindle the gift of God that is within . . . through the laying on of handsâ[272].
[Insegnamenti GP II, 28 (2005), 212-214]
[270] Cfr. Congregationis pro Episcopis Direttorio per il ministero pastorale dei Vescovi, 76, a. 2004.
[271] Cfr. Ioannis Pauli PP. II Pastores Dabo Vobis, 25.
[272] 2 Tim. 1, 6.