[2177] • BENEDICTO XVI (2005- • LA AYUDA DE LA IGLESIA EN LA SUPERACIÓN DEL SIDA
Del Discurso It is a pleasure al nuevo Embajador de Namibia ante la Santa Sede, en la presentación de las Cartas Credenciales, 13 diciembre 2007
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La visión que Namibia tiene de su futuro reconoce la exigencia urgente de acabar con la preocupante propagación de las enfermedades infecciosas. La trágica pérdida de vidas humanas que el SIDA ha provocado en Ãfrica Meridional ha sido particularmente alarmante. Al respecto, garantizo a la población de su paÃs que la Iglesia seguirá asistiendo a aquéllos que padecen SIDA, y apoyando a sus familias. La contribución de la Iglesia para alcanzar el objetivo de erradicar el SIDA de la sociedad tiene su origen en el concepto cristiano del amor y de la sexualidad. La idea del matrimonio como una comunidad de amor total, recÃproca y exclusiva entre un hombre y una mujer no solamente está en sintonÃa con el deseo del Creador, sino que también hace referencia a los comportamientos más eficaces para prevenir la transmisión sexual de la enfermedad, a saber: la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad en la vida conyugal. Por ello, la Iglesia destina tanta energÃa a la educación y a la catequesis como lo hace con la asistencia sanitaria y con las obras corporales de misericordia. Señor Embajador, animo a los responsables de su paÃs a legislar en materia de promoción de la vida familiar, que debe ser considerada siempre como sagrada y fundamental para la estabilidad de la sociedad.
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La salud humana depende también de una relación armoniosa con la naturaleza, que fue confiada al dominio inteligente del hombre. La Constitución de Namibia es una de las primeras en hacer mención explÃcita de la grave responsabilidad de proteger el medio ambiente, asà como de utilizar sensatamente los recursos. Me uno a ella para llamar la atención de la comunidad internacional sobre la importancia del respeto de la naturaleza en tanto que bien común del que toda la familia humana debe poder disfrutar (cf. Centesimus annus, n. 37). A tal fin, Namibia ha realizado un esfuerzo concertado a favor de una reforma agraria. Pero el camino no ha sido fácil. Por encima de todo, las autoridades polÃticas en este sector deben garantizar siempre el derecho fundamental de los que tienen hambre a tener una ración diaria de alimento (cf. Sollicitudo rei socialis, n. 42). Animo, pues, efusivamente a los que están comprometidos con estas iniciativas, a que perseveren. Estoy seguro de que, administrando eficazmente las acciones, permitiendo el acceso a los créditos, y sirviéndose de los últimos avances de la ciencia y de la tecnologÃa (cf. Gaudium et spes, 69), su paÃs llegará a conseguir una distribución más equitativa de la tierra, y obtendrá una cosecha abundante de los frutos de la Tierra en los próximos años.
[Insegnamenti BXVI, III/2 (2007), 829-830]
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Namibiaâs vision for the future recognizes the urgent need to bring the troubling spread of infectious disease to a halt. The tragic toll which HIV/AIDS has had in Southern Africa has been particularly alarming. In this regard, I assure the people of your country that the Church will continue to assist those who suffer from AIDS and to support their families. The Churchâs contribution to the goal of eradicating AIDS from society cannot but draw its inspiration from the Christian conception of human love and sexuality. The understanding of marriage as the total, reciprocal and exclusive communion of love between a man and a woman not only accords with the plan of the Creator, it prompts the most effective behaviours for preventing the sexual transmission of disease: namely, abstinence before marriage and fidelity within marriage. It is for this reason that the Church dedicates no less energy to education and catechesis than she does to health care and corporal works of mercy. Mr. Ambassador, I encourage the leaders of your nation to legislate in a way that promotes the life of the family, which must always be held as sacred and most fundamental for a stable society.
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Human health also depends on a harmonious relationship with nature, which has been entrusted to manâs intelligent dominion. Namibiaâs Constitution is one of the first to make explicit mention of the grave responsibility to protect the environment and to use its resources wisely. I join you in drawing the global communityâs attention to the importance of respecting nature as a common good destined for the enjoyment of the whole human family (cf. Centesimus Annus, 37). To this end, Namibia has made a concerted effort towards agrarian reform. Yet the road has not been easy. Above all, policies in this area must always uphold the basic right of the hungry to their daily portion of bread (cf. Sollicitudo Rei Socialis, 42). Therefore, I warmly encourage everyone involved in these initiatives to persevere. By effectively administering titles, opening access to credit, and utilizing the latest advances in science and technology (cf. Gaudium et Spes, 69), I am confident that your nation will achieve a more equitable distribution of land and reap a more abundant harvest of the earthâs fruits in the years ahead.